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El 'Conchita', un pesquero artesanal con base en Conil, permanece varado desde el 7 de junio con el timón destrozado y una vía de agua que le obliga a mudar su piel de fibra, explica Nicolás Fernández, gerente de la organización de productores OPP 72. ... Dice que el patrón, Sebastián Leal, todavía tiene el susto en el cuerpo desde que una manada de orcas empezara a 'jugar' con su barco de 5,85 metros de eslora «hasta casi sacarlo del agua». Él y el 'Carmen y Juani', un palangrillo que también resultó zarandeado al acudir en su ayuda, habían salido a faenar en busca de pargo, salmonetes, breca y borriquetes, cuando los cetáceos comenzaron a embestirles. «Lo pasé mal, quillo, sintiéndolas golpear debajo del casco -confiesa-. Ni se me ocurrió grabar nada, bastante teníamos, mi hijo y yo, con lo que había». Nicolás dice que hay tanto atún rojo, que las orcas están cebadas y se dedican a hacer travesuras. «Si malas no son -dice-. Ahora bien, ¿quién le compensa a este hombre por los daños y el tiempo que se tire sin faenar?».
Los encuentros con orcas son desde hace meses el pan nuestro de cada día en aguas del Estrecho, la mayoría con veleros de menos de 15 metros de eslora aunque tampoco los pesqueros escapen a su interés, como ha ocurrido además de en Conil en Tánger o en Barbate. No extraña su presencia, sino la conducta inédita que mantienen desde hace dos años, cuando comenzaron a jugar con los timones y a romperlos, dejando a las embarcaciones sin gobierno y a la deriva en ese mar bravo y musculoso que separa Europa de África. Una conducta inédita para la que la comunidad científica no encuentra explicación.
En la ensenada de Barbate, cuna de la almadraba con la que llevan siglos pescando el atún rojo que desova en el Mediterráneo, las 'interacciones' con orcas -los investigadores rechazan el término 'ataque'- han alcanzado una frecuencia inusitada y no es raro reportar dos casos en 24 horas. El 'Wall' a comienzos de año, el 'Grappa', remolcado desde Trafalgar el 2 de junio, el 'Cachaca' el 24 de mayo, el 'Footloose' de bandera austriaca... También el 'Majuelo', con diez tripulantes a bordo y que quedó sin timón hidráulico y con una vía de agua a diez millas al sur de Barbate. El goteo es incesante, aunque no ha habido que lamentar naufragios ni heridos, más allá de alguna luxación o un golpe y nunca por una actitud agresiva del animal, al que recientes estudios lo definen como pacífico, sensible y extrovertido.
«Las interacciones contabilizadas ascienden a 280 desde julio de 2020, asegura Ezequiel Andreu, miembro del Grupo de Trabajo con Orcas Atlánticas que reúne a investigadores de España, Portugal y también Francia». Episodios reportados no sólo en el Estrecho, sino también en Galicia, desde la desembocadura del Miño hasta Estaca de Bares, donde las orcas se desplazan en otoño para adentrarse después en el Atlántico hasta el año siguiente. En todos ellos, este cetáceo de la familia de los delfines ha entrado en contacto con el barco, «dedicándose a jugar con los timones y provocando en muchos casos la fractura de los mismos».
39 son las orcas ibéricas que se calcula hay repartidas en manadas en el Estrecho. Allí cazan el atún rojo que constituye la base de su alimentación y que por estas fechas se pesca en almadrabas. Estarán en esas aguas hasta el verano y luego viajarán a Portugal y Galicia.
32 interacciones llevan contabilizadas este año en Salvamento Marítimo de Tarifa, de las cuales 15 han acabado con las embarcaciones remolcadas al dañar los cetáceos la pala del timón y quedar sin gobierno. La mayoría de los episodios tienen lugar en una franja situada entre 4 y 6 millas mar adentro.
Andreu explica que las interacciones no tienen que ver con la presencia de atunes, la base de su alimentación, «aunque el constante flujo de túnidos determina la distribución de la orca». Lo que nadie sabe es a qué obedece esa fijación por los timones, una práctica en la que algunos han querido ver un modo de curtir a las crías en técnicas de caza ante el parecido entre la pala del timón y la aleta caudal de los atunes. «No hay evidencias que sostengan esa hipótesis», señala Alfredo López, biólogo de la Coordinadora para el Estudio de Mamíferos Marinos (CEMMA), después de analizar más de 200 casos y visionar horas de grabaciones.
López apunta hacia «la curiosidad como detonante de un patrón aprendido y luego reiterado», más común entre ejemplares jóvenes. También, en el caso de los individuos adultos, a un comportamiento aversivo, «algo que les pasó les provocó angustia y tratan de detener el barco para que esa situación no se repita». López resume que «lo que les motiva es la velocidad, las ganas de competir, no hundir el barco». Y en este 'corre que te pillo', las embarcaciones de recreo no son rival para ellas: frente a los poco más de 11 km/hora (6 nudos) a los que suele navegar un velero de recreo, la orca puede superar los 50.
Las tripulaciones no se suelen percatar de la presencia de las orcas hasta que estas, que se aproximan siempre desde popa, empiezan a golpear el casco o el timón. Para ellas, un barco que se desplaza en la superficie es un estímulo al que resulta difícil resistirse y el hecho de que el timón sobresalga, una tentación añadida. Lo mismo da que el casco tenga 5 metros que 38, si es de día o de noche. Tampoco el color importa, o si navegan con la ecosonda encendida o apagada. Ni siquiera si el barco navega a vela o a motor, aunque en estos últimos la hélice va adosada al timón, lo que explica su preferencia por los veleros de menos de 15 metros de eslora.
¿Y cómo se reacciona ante la presencia de estos animales? Siguiendo un protocolo de seguridad basado, explica Ezequiel Andreu, en no estimularles. «Hay que desconectar el motor, parar la sonda porque emite ruido debajo del agua, quitar el piloto automático, arriar las velas, mantener encendido VHF y los elementos de posición... No tocar el timón de mano, porque si la orca golpea repentinamente la pala puede provocar luxaciones y heridas. Y, por último, quedarse en el centro de la cubierta y no asomarse a la borda para evitar caídas».
En pocas palabras: se busca el máximo silencio y velocidad cero, sólo así se consigue desmotivar al animal. «Otra cosa, claro, es mantener la calma cuando tienes cuatro ejemplares de 2.000 toneladas cada uno debajo del casco», coinciden Andreu y López, comprensivos con el temor atávico «pero inmerecido» -no hay documentados ataques intencionados a seres humanos- que despierta esta especie. Si lo consigue, grabe el episodio: la comunidad científica se apoya en esas avistamientos para censar la población de orca ibérica, que ronda los 40 ejemplares aunque sean 14 los identificados como más revoltosos.
Hasta ahora, un 15% de estos contactos se saldaban con averías graves, si bien las últimas cifras registradas en el Estrecho, y que tienen en la ensenada de Barbate su particular 'Triángulo de las Bermudas', elevan al alza esta estimación. José Cristóbal Maraver es el responsable de Salvamento Marítimo en Tarifa. Sólo en lo que llevamos de año tiene reportadas 32 interacciones, quince de las cuales -casi la mitad- han terminado con el remolque de los veleros.
José Cristóbal Maraver | Salvamento Marítimo Tarifa
Ezequiel Andreu Grupo de Trabajo con Orcas Atlánticas
Las cifras hablan por sí mismas. El año pasado por estas fechas la cifra de contactos en el Estrecho se reducía a una docena, pero acabaron siendo 75 y eso obligó a las autoridades a establecer durante los meses de verano restricciones a la navegación de los veleros de menos de 15 metros de eslora en zonas acotadas a entre 2 y 12 millas náuticas desde la costa. Se repetía así lo ocurrido el año anterior en Galicia cuando se registraron un centenar de incidentes. En este 2022, las capitanías están valorando aún cómo actuar, si bien Maraver parece más partidario de establecer un área de advertencia y precaución, que de prohibir «porque el comportamiento de las orcas es muy variable y su radio de acción no tiene por qué ajustarse al que frecuentó el año pasado».
Maraver, que lleva 22 años en labores de rescate, antes fue capitán de la marina Mercante y oficial en la Armada, «nunca, en ningún sitio», había visto nada igual. «Incidentes de las orcas con los pesqueros hemos visto toda la vida, desde que uno echa los dientes en el mar lo sabe, porque es el depredador natural del atún rojo y aquí abunda. ¿Pero estos juegos sin que medie alimentación de por medios? No es normal». Su capacidad de sorpresa se desbordó el 24 de abril, cuando al asistir la Salvamar Enif a una embarcación de recreo que había quedado sin gobierno, las orcas comenzaron a jugar con el cabo de remolque. Se lo estaban pasando en grande.
S.G.
La orca ibérica apenas ronda los 40 ejemplares -este año se han confirmado dos muertes, afirma Ezequiel Andreu- y está genéticamente apartada de otros individuos que viven en aguas noruegas o islandesas. Es una subpoblación muy pequeña y por lo tanto vulnerable, protegida en el catálogo español de especies en vías de extinción y con un plan propio de conservación desde 2017.La relación con los humanos ha sido siempre complicada, en particular cuando las orcas arrebatan las capturas que han quedado atrapadas en las artes de pesca. También por esa fama inmerecida de 'ballena asesina', aunque ni siquiera pertenece a esa especie. Llevados por ese miedo, afirma Alfredo López, «mucha gente les arroja gasóleo, limones, piedras, cuando no arpones o les hiere con bicheros», agresiones que son grabadas y luego volcadas en redes, aunque esos ataques estén sancionados. «No se puede acusar a las orcas de vivir en su propio entorno, donde nosotros somos los intrusos».
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