Secciones
Servicios
Destacamos
Alejandro empezó a practicar deporte casi desde que echó a andar. Con 8 años, quedó subcampeón en un torneo infantil de natación donde el ganador -organizaron la competición por nivel técnico, no por edad- tenía dos años más que él. Era un niño sano, percentil ... 90 de altura y 50 de peso, en un entorno saludable, con unos padres que no fuman, que cuidan su alimentación y que hacen ejercicio. Un crío que, además, nunca se ponía malo.
Un día, hace ahora dos años, tuvo una febrícula que no remitió con medicamentos y que vino acompañada de unas petequias, unas pequeñas manchitas de sangre que le aparecieron en la barbilla. En el hospital le hicieron un hemograma. Los valores salieron alterados y lo dejaron ingresado. Nada más ver la analítica, el pediatra-oncólogo de guardia les confirmó el diagnóstico que les paró a todos el reloj. Alejandro tiene leucemia. Pero ahora las manecillas avanzan demasiado rápido: le quedan cuatro semanas para encontrar un donante de médula ósea que sea compatible. Su gemelo de sangre.
Alejandro no sabe la realidad, pero la padece cada día. Tras la confirmación del diagnóstico, sus padres le explicaron que habían aparecido «unos bichitos» y que iba a tener que dejar de ir a la escuela durante un tiempo para curarse en el hospital. El primer año asistió a clases online y este curso pudo empezarlo de forma presencial. «Estaba feliz, fue bonito para él poder volver y reencontrarse en el patio con sus compañeros», recuerda su madre, María Luisa.
Pero «los bichitos» volvieron a aparecer y Alejandro tuvo que regresar al hospital. Desde enero apenas se conecta a las clases online. «El cáncer en sí mismo no duele, pero sí todos los efectos secundarios. Por eso no echa tanto en falta el deporte (practicaba natación, pádel, tenis…), porque esto te merma mucho físicamente. El fisio le está ayudando a recuperar movilidad». El reto cotidiano pasa por tenerlo entretenido entre las manualidades que le enseñan los voluntarios y la consola. Todo para que el tiempo pase, aparezca un donante y, dice ella, «nos saque de este horrible túnel en el que estamos».
A María Luisa le tocó aparcar su mundo y vestirse cada mañana de madre coraje. Su voz es un susurro delicado pero firme al otro lado del teléfono. «Ahora estamos en aislamiento porque sus defensas están en cero», confiesa. Alejandro tiene por delante un par de semanas de recuperación tras el penúltimo ciclo de quimio que acaba de finalizar; en total, incluyendo el último ciclo, unas cuatro semanas -cinco siendo muy optimistas- en las que los médicos terminarán de preparar su organismo para el trasplante de médula.
«Es como si lo vaciaran [a nivel celular] para intentar engañar a su cuerpo y sustituirlas por las células madre del donante», cuenta de forma gráfica María Luisa para explicar el proceso al que se someterá su hijo. «Los primeros meses estaría como un bebé y sería vulnerable a muchas cosas, pero iríamos avanzando poco a poco».
El problema es que, para que el tratamiento tenga suficientes garantías de éxito, hay que localizar a un donante 100% compatible. Algo así como tu gemelo de sangre, que puede estar en cualquier lugar del planeta. Y Alejandro aún no lo ha encontrado. «La compatibilidad total es difícil de lograr porque el promedio es 1/4000 habitantes de toda la población mundial. Estamos buscando el 100%, aunque nos valdría con el 90% para intentarlo».
Y la solución no suele estar en la familia. Los padres, salvo contados casos de consanguinidad, sólo tienen un 50%, porcentaje que se va diluyendo a medida que el árbol genealógico se pierde por las ramas. Los hermanos sólo son compatibles en un 20% de los casos. Y Alejandro es hijo único. «Necesitamos colaboración urgente», afirma María Luisa desde el Hospital Materno de Almería, «estamos acabando el procedimiento previo al trasplante -que se hará en Málaga- y nos queda muy poco tiempo para localizar a un donante compatible».
María Luisa es de Almería, donde reside la familia, y su marido, el padre de Alejandro, es malagueño. Sus respectivos círculos en ambas provincias se están movilizando para hallar a la persona que pueda dar vida al pequeño. La Policía Nacional, Cuerpo al que pertenece el tío paterno del menor, se ha volcado en buscar a un donante compatible. Y el Málaga Club de Fútbol se ha sumado con la campaña «Te doy mi sangre blanquiazul» instalada ayer en la puerta 8 en la que se regala una entrada a cada aficionado que done sangre o médula.
La madre de Alejandro quiere dar las gracias a todas las personas que están colaborando y hace un llamamiento para derribar mitos -como ya hiciera el malagueño Pablo Ráez, que dejó un legado que aún perdura en la lucha contra esta enfermedad- sobre la donación. «La gente pone cara de miedo, pero esto no es peligroso. Es un proceso sencillo, igual que cuando te haces una analítica». Los únicos requisitos, recuerda, son tener entre 18 y 40 años, pesar más de 50 kilos y estar sano. «Con una simple extracción de unos tubitos pequeños de sangre estudian tu compatibilidad. Te pueden llamar al instante, al cabo de unos años o no llamarte nunca».
Si se encuentra a la persona compatible, el proceso de donación, que se conoce como aféresis, es muy sencillo: otra extracción de sangre en un entorno hospitalario. En primer lugar se aplica un fármaco cuya función es sacar las células madre de los huesos y hacerlas aflorar al torrente sanguíneo para, de ahí, extraerlas del donante e insertarlas en el receptor. «Sólo pasas una noche en el hospital por la anestesia y después es como si hubieras tenido un proceso gripal: a la semana como si nada», aclara María Luisa, «aunque hay gente que se va a trabajar a la mañana siguiente. Y como las células madre se regeneran, puedes volver a donar todas las veces que quieras. Es dar vida en vida».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.