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Abel Verano
Santander
Viernes, 22 de diciembre 2023, 12:17
Un esguince cervical y politraumatismos, una mordedura en el brazo derecho, laceraciones en ambos brazos, hematoma mandibular, contusiones en manos y rodillas, múltiples arañazos... Este es el parte de lesiones de los cinco agentes –cuatro guardias civiles y un policía nacional– que fueron agredidos el ... pasado sábado, en Castro Urdiales (Cantabria), tras una cena navideña, por cuatro jóvenes de entre 19 y 28 años que fueron detenidos y puestos en libertad por el Juzgado de Guardia.
Los agentes que prestaron declaración en el cuartel castreño tras la agresión, que tuvo lugar sobre las cuatro y media de la madrugada, coincidieron a la hora de señalar que el incidente comenzó con una serie de insultos por parte de los jóvenes implicados. «Putos picoletos, sois unos putos perros, os vamos a reventar», gritaron.
En ese momento, uno de los guardias civiles les pidió «respeto» y se identificó verbalmente como guardia civil, mostrando la tarjeta de identidad profesional, según declaró. «Uno de los jóvenes del grupo mostró un comportamiento desafiante, encarándose con mis compañeros, mientras profería amenazas e insultos que no recuerdo». Ese comportamiento «altivo» contagió a los otros jóvenes del grupo, «que comenzaron a increparnos».
En un momento dado, este guardia civil observó que se aproximaba al lugar, «en estado de excitación», un hombre de «raza negra (19 años) y complexión atlética», portando en la mano un «manojo de llaves con un cordón negro», acompañado de otros hombres, sin poder precisar el número exacto. Según el testimonio de otro agente, el joven que llevaba el manojo de llaves «me agarró el brazo y comenzó a zarandearlo mientras gritaba: 'No me cojas que te mato'». En ese momento, este guardia civil dice que se soltó del agarre y le dijo al chaval que se fuese. Y parece que hizo caso. «Pero volvió con otros seis o siete individuos más que nos rodearon a un compañero y a mí». Ambos agentes volvieron a identificarse como guardias civiles y les indicaron a los jóvenes que no querían problemas. Pero el joven de color se dirigió hacia él y le dijo: «Ahora si vas a tener problemas». «Dejó caer un objeto que colgaba de su mano, podía ser un cinturón con una hebilla metálica o un juego de llaves grande. Con un golpe rápido y certero, que me cogió desprevenido, me dio en el pómulo izquierdo».
Tras un momento de «aturdimiento» dice que se lanzó sobre el agresor (que después recibió asistencia sanitaria por un traumatismo ocular) para reducirle con el apoyo de otro compañero, a los que soltó de manera alterna golpes con pies y manos, que impactaron en diversas partes del cuerpo de los agentes, causándoles heridas, según el testimonio de otro testigo. En ese instante divisó a otro agente con la «cara ensangrentada y semiincosciente», que previamente había sido agredido por el varón de raza negra: «Le golpeó en dos ocasiones en la cabeza mientras se encontraba de espaldas».
El agredido relató ante el agente que instruyó el caso que sintió un impacto muy fuerte en la cara, «posiblemente con algún objeto contundente», que provocó que perdiera la conciencia sin saber el tiempo en el que estuvo en ese estado. «Cuando desperté me levanté y sentía un gran dolor de cabeza. Me toqué la cara y me percaté de que sangraba en abundancia», declaró.
Seguidamente observó como tres compañeros se encontraban en el suelo reduciendo a la persona de color. «Un compañero me acompañó para sentarme en el bordillo de la acera y esperar a que llegaran los servicios sanitarios. Pero al ver mi estado de gravedad, la patrulla de la Guardia Civil que estaba de servicio me trasladó al centro de salud de Castro, desde donde fui derivado al Hospital Mompía, en Bezana, ya que las lesiones que presentaba –se pensó que tenía el tabique roto– debían ser tratadas en un centro especializado».
Según señalan fuentes cercanas al caso, dos de los cuatro agresores se resistieron activamente a su detención y dificultaron el aseguramiento mediante grilletes, «tratando se imponerse físicamente a los agentes». Además, cuando se les introdujo en el vehículo oficial para su traslado, «continuaron de manera firme, terca y contumaz» ofreciendo resistencia a su desplazamiento, durante el cuál «no cesaron en su actitud agresiva, poniendo en peligro a los agentes que los custodiaban, así como a la seguridad del tráfico».
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