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M. J. PASCUAL
Lunes, 21 de noviembre 2022, 13:40
«Llegas a tener dos vidas: la de jugador y la otra. Mentíamos de manera impresionante. Ya ni salíamos a la calle porque nos daba miedo que nos abordaran para reclamarnos lo que debíamos». Este es el relato de la adicción al juego de un ... joven vallisoletano de 23 años, sano, universitario, con novia y nacido en el seno de una familia normal. Compatibiliza sus estudios superiores con un trabajo. Nadie diría al verle, por cómo se expresa, viste y se comporta, que tiene un problema. Su obsesión por las apuestas deportivas ha sido tal, confiesa, que ha estado a punto de dinamitar toda su vida y su futuro: su carrera, su trabajo y, por supuesto, sus relaciones personales.
Cuenta que tenía menos de 18 años cuando empezó, con su pandilla de amigos, a frecuentar los salones de juego en los que les dejaban pasar a pesar de no tener la edad reglamentaria. Le gustaba, sobre todo, jugar a la ruleta. «Es ese momento todavía era un juego social, con la pandilla, pero fue poco antes de la pandemia cuando hice mi primera apuesta fuerte 'on-line'. Perdí mis primeros 50 euros, que tenía que haber llevado a casa». El punto de inflexión, relata, fue a raíz del confinamiento. Junto con un amigo, empezaron a apostar de forma sistemática y un día, los 20 euros que le dieron para hacer la compra familiar, se los gastaron en una apuesta, que perdieron. «Por no decírselo a mis padres, descubrimos una página de créditos 'on-line' y mi amigo pidió 300 euros. Aunque no le daba la edad (20 años), no le pidieron ni el DNI ni nada. Nos plantamos con 280 euros a devolver en un mes y a la semana no nos quedaba nada. Todo lo que ganas se va por la alcantarilla», indica con sencillez este joven, que prefiere mantener su nombre en el anonimato.
Así fue como, para saldar la deuda del primer crédito, entraron en otras siete páginas de préstamos y fueron consiguiendo entre 200 y 500 euros en un solo clic. «Vas pagando unos con el dinero de otros y lo que ganas es para apostar más». En cuatro meses, calcula, perdieron unos 4.000 euros. «Como ganas a veces piensas que en un golpe de suerte puedes cubrir el gasto, pero no es así».
Cuando los dos amigos agotaron la vía de los microcréditos empezaron a convencer a otros amigos para que pidieran ellos los préstamos. «Les decíamos que se quedasen con 50 euros y el resto lo apostábamos nosotros. Así estuvimos hasta abril de 2021. Llegamos a deber 10.000 euros en préstamos y a diez amigos nuestros. Nos organizamos para que ninguno de ellos supieran que habíamos pedido dinero a otros y, por supuesto, ninguno queríamos que nuestros padres se enteraran». Pero un día, casualmente, dos de los amigos estafados hablan entre ellos y se descubre todo el engaño. «Nuestros padres, al principio, pensaron que solamente se trataba de una avería económica y sufragaron la deuda». En ese momento, indica, «tus seres queridos no quieren pensar que es una enfermedad mental». En total, la deuda que generó por su adicción a las apuestas 'on-line' fue de 15.000 euros.
Dice, simple y llanamente que vivía por y para apostar, a todas horas. Cuando estaba en familia o quedaba con su novia, iba al cuarto de baño para chequear cómo iba el partido en el que había apostado. Su obsesión era tal, relata, «que mientras estaba con mi familia me jugaba el sueldo de mi padre en una partida, pierdes el valor del dinero».
Cuando todo explotó fue cuando decidió, arropado por su familia, acudir a terapia. «Ahora no tengo cuenta en el banco ni cartera y mi padre maneja mi dinero, la familia me apoya, he recuperado mi familia y mis amigos. Yo sé que hay personas que son jugadores sociales, hacen una apuesta y no se les va la cabeza. Pero hay otras que no pueden jugar. Yo tengo un bicho dentro que lo tengo que alimentar de manera distinta. Sin ayuda, no lo habría conseguido porque, una vez que te metes en esto, hasta que no te pegas el gran golpe, no entras en razón; siempre sueñas con ganar y recuperar. Agradezco que me haya pasado esto con esta edad y no con una familia a mi cargo, una casa y un coche».
Para este joven, uno de los problemas a los que se enfrenta una persona proclive a las adicciones es que todos son estímulos. «El que quiere jugar, lo tiene todo muy fácil», sea 'on-line' o en casas de apuestas, salones de juego o bares con tragaperras. «Nosotros jugábamos 'on-line', principalmente en apuestas deportivas, pero tocas todos los palos, póker, ruleta, lo tienes todo al alcance de la mano. Yo me autodenuncio en las casas de apuestas, pero da igual, puedes seguir jugando porque se venden cuentas. Entras en un bar y ahora con las tragaperras estás como en 'on-line', tienes de todo. Luego están las cookies del móvil, es una salvajada cómo te asaltan en Google, en Instagram, con eso de ingresa 100 y te regalamos...», explica.
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