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Izaskun Errazti
Sábado, 26 de agosto 2023, 13:03
Cristóbal Cano se ha acostumbrado a vivir mirando al cielo, con los dedos cruzados a la espera de la ansiada lluvia que arrastre, aunque sea mínimamente, la crisis que ha llevado al límite al sector del aceite de oliva en España. La sequía, la falta ... de dotaciones de riego en la mayoría de las áreas productoras y las elevadas temperaturas en plena época de floración del olivar, hicieron de la última cosecha de la aceituna «la peor del siglo XXI», con 660.000 toneladas -la mitad de un año normal- y la preocupación se extiende a la siguiente. «Si esto no cambia de manera radical va a ser una catástrofe», advierte Cano, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) Andalucía y propietario de diez hectáreas de olivos en Alcalá la Real (Jaén), que no había sido testigo de una situación tan desesperada en sus dos décadas de experiencia. Tampoco el consumidor, que aún no da crédito a los precios que se estilan en los lineales de los supermercados: 8,5 euros de media por una botella de litro de virgen extra (AOVE), y la escalada está lejos de remitir. El 'oro líquido' se ha instalado definitivamente en el lujo.
Los pequeños productores viven «con preocupación e incertidumbre» la situación que pueden desencadenar «dos cosechas malas seguidas». Porque a la baja producción se suma el incremento de costes que han tenido que asumir los olivareros en los dos últimos años, lo que ha situado el precio del aceite de oliva en origen por encima de los 8 euros el kilo, un 35% más en un año. «Aunque en esta situación, sin cosecha, el precio pasa a un segundo plano, porque no hay precio que haga que nos salgan las cuentas», sentencia Cano.
- ¿Y cómo hacen para aguantar el chaparrón?
- Como lo hace la gente del campo, acostumbrada a vivir años de 24 meses, y este es uno de ellos. Sólo nos queda ir tirando de ahorros y esperar a que la situación cambie, que haya un punto de inflexión y que más pronto que tarde tengamos lluvia beneficiosa y temperaturas que la acompañen.
En la cooperativa jienense Nuestro Padre Jesús de la Columna, con 250.000 olivos en la Sierra Mágina, la cosa pinta igual de mal que en toda la provincia. Állí se produce la marca Casería de Huéllar, que en diciembre pasado, tras reducir hasta el límite el margen y sumar el ahorro de costes derivado de la venta directa a los particulares, ofrecía su producto a 3,80 euros el litro. «¡Quién iba a pensar que se iba a poner por encima de los 8 euros cuando en enero estábamos en 5¡», se lamenta José Manuel Moreno. Ahora, la fórmula para ajustar más el gasto pasa por acortar otra vez la campaña, «que como había poca aceituna en el campo ya fue de dos meses y medio el año pasado. Esta vez querríamos hacerla en un mes... y esperar a que venga el agua», admite.
También en las almazaras industriales, donde se produce el 40% del aceite a nivel nacional -el 60% procede de las cooperativas- hacen «encaje de bolillos para flexibilizar los costes al máximo, mantener la actividad económica en nuestros municipios e intentar dar servicio a nuestros proveedores de aceituna», unos 400 o 450 por molino, según indica Macarena González, gerente de Almazaras Federadas de España. Un colectivo que a la situación crítica que vive el sector en general suma «el trato discriminatorio» que dice sufrir respecto a las cooperativas, «exentas, por ejemplo, del registro de contratos alimentarios que nos van a imponer de cara a la próxima campaña, y que nos va a suponer un aumento de la carga administrativa y una ralentización en todo el proceso de entrega y recepción de la aceituna», lamenta González.
Ella, como el secretario general de UPA Andalucía, reclama al Gobierno central y a las comunidades autónomas que se hagan eco de esta «dramática situación», y sean «sensibles con el desastre económico que va a suponer esta segunda campaña consecutiva de mala cosecha en un sector como el del olivar, con tanto peso en España», donde se produce una de cada dos botellas de aceite de oliva que se venden en el mundo. Cristóbal Cano reivindica, ahora más si cabe y aunque nadie se esté forrando en esta situación, «un observatorio de precios, de márgenes comerciales, para evitar la especulación con el aceite en este momento de dificultad. Herramientas que permitan regular los mercados y dar un horizonte de estabilidad en los precios para todos los eslabones de la cadena, desde el agricultor al consumidor». Un consumidor que hace apenas cinco años pagaba 3,5 euros por litro de un producto que, con las reservas bajo mínimos, podría ponerse en 10 euros este mismo otoño.
351.000 toneladas
exportadas en el primer semestre de 2023; un año antes se rozaron las 500.000.
De momento, el consumo ya ha caído a la mitad. «Sí, se compra menos», reconoce Primitivo Fernández, director de la Asociación Nacional de Industriales Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles (Anierac), que agrupa a la mayor parte de empresas del sector. Y eso que el precio de venta al público no ha subido tanto como el precio en origen, «porque se han reducido los pocos márgenes que teníamos» para mantener el gasto. Aún así, el mercado interior se ha resentido, especialmente en la hostelería. «Los hogares han aguantado un poquito mejor, pero hemos perdido en la parte de comercio exterior», indica Fernández.
Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, en el primer semestre de este año se exportaron 351.000 toneladas de aceite, cuando un año antes se rozaron las 500.000. Los principales destinos fueron Italia (más de 71.000 toneladas), Estados Unidos (56.000) y Portugal (44.000). También se importó más, por encima de las 116.000 toneladas -la media de los años anteriores estaba en 106.000-, principalmente de Portugal, Túnez y Turquía, donde la cosecha fue casi el doble, llegando a las 400.000 toneladas. Pese a ello, el Gobierno turco anunciaba hace apenas diez días la prohibición de exportar para proteger su mercado interno. Una decisión que, según Rafael Pico, director de la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador del Aceite de Oliva (Asoliva), no se traduce en una situación de dependencia para España. El problema, eso sí, lo tendrán los distribuidores que ya habían firmado contratos para importar mercancía.
10 litros
por persona y año es el consumo medio en España. De cuarenta a cincuenta en una familia tipo de cuatro miembros.
Pico no oculta, sin embargo, su preocupación por el descenso en volumen de las exportaciones, «de algo más del 40% hasta mayo», porque, advierte, fuera de España «hay infinidad de aceites: algodón, aguacate, soja...», y el consumidor es menos fiel. «Cuando un consumidor que está por el aceite de oliva empieza a consumir otros vegetales o a ir a otros países proveedores, al norte de África, no vuelve. Y eso no es bueno para nadie, porque si se reduce la materia prima se reduce la actividad industrial».
En las exportaciones, explica el responsable de Asoliva, hay dos mercados. El de marca, que es más estable; y el de granel, que se va al más barato. «Y en todos hay caídas, salvo en Estados Unidos, donde el consumo de aceite de oliva se mantiene, aunque ha habido un trasvase al producto de otros países, como Turquía», explica.
La fidelidad al AOVE es marca de la casa en Conservas Royo de Bermeo, una pequeña empresa familiar que trabaja con producto gourmet: filetes de anchoa y bonito de calidad que riega con 'oro líquido'. «El 95% del aceite que usamos es de oliva», subraya Juan Carlos Royo, quien confiesa que «aún estamos asimilando la subida «porque nosotros trabajamos con un precio cerrado para un año, y hay un porcentaje que tendremos que asumir». Mientras, la conservera ya se ha pasado al girasol para los botes que comercializa con los trozos de anchoa que se rompen.
40 mililitros
al día es la dosis de aceite de oliva recomendada para beneficiarse de todas sus propiedades.
Puede que la «selecta» clientela de esta firma no deje de comprar sus latas por tener que pagar dos o tres euros más, pero en las despensas de muchos hogares las botellas de AOVE ya son historia tras duplicarse su precio en un año. Y abandonar el consumo del aceite de oliva, los 40 mililitros diarios -el equivalente a cuatro cucharadas soperas- que son necesarios para obtener todos sus beneficios, es un craso error, según advierten los expertos en nutrición. Si la botella valiese diez euros, el coste de esa dosis sería de unos 40 céntimos al día.
Miguel Ángel Martínez-González, director del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, se muestra tajante al respecto: «ahorrar ahora en aceite de oliva tendrá después un coste sanitario brutal para el país». Y se apoya en los resultados de numerosos estudios, que confirman la relación entre la salud y este hábito alimenticio. «Para ningún patrón de alimentación hay tanta evidencia científica como para la dieta mediterránea», asegura. Cuando se sigue, el 20% de las calorías proceden del AOVE.
El catedrático se remite al Predimed, el ensayo clínico de nutrición más importante que se ha hecho en Europa, entre 2003 y 2013 con 7.500 personas divididas en tres grupos. «Al primero le dimos dieta mediterránea con AOVE a razón de un litro a la semana. El segundo siguió dieta mediterránea con fruto secos y el tercero, lo que preconizaba la asociación americana del corazón: una dieta baja en grasa. En los dos primeros grupos se redujeron un 30% los infartos y los accidentes cardiovasculares, principales causas de muerte en el mundo. La reducción del cáncer de mama en el primer grupo fue del 60%». «Son enfermedades graves y frecuentes y habrá más si el aceite deja de consumirse por caro. Eso es como darse un tiro en el pie», advierte.
Martínez-González pide «medidas estructurales y responsabilidad» a los gobiernos y les anima a apoyar con los impuestos a la comida basura y las bebidas azucaradas «lo que se ha demostrado que es beneficioso para la salud». «Si no se ayuda a los olivareros para que les salga a cuenta cultivar habrá una brecha cada vez mayor entre clases sociales, porque quien deja de comprar el AOVE es el que menos recursos tiene», alerta.
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