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Carlos Morán
Granada
Martes, 21 de mayo 2024, 19:20
Cuando saltó la alarma, el ambiente era festivo y relajado. Los agentes de la Policía Local de Huétor Tájar, en Granada, estaban regulando la circulación para facilitar el tránsito de una procesión por las calles del municipio, pero se vieron obligados a dejar ese cometido ... con toda urgencia: Pepe se había atrincherado en su casa con sus dos nietos y estaba armado con una escopeta. Eran las 21,40 minutos de la noche de este pasado 19 de mayo, una fecha que ya forma parte de la historia negra de Granada.
Los patrulleros tardaron apenas unos instantes en llegar al domicilio de Pepe, al que conocían bien: era el vecino que había perdido a su mujer y su hija en un accidente de tráfico que había ocurrido justo dos meses antes. Él era quien conducía el vehículo siniestrado en aquella fatídica tarde de marzo. En el choque resultaron heridos sus dos nietos, los dos niños con los que ahora permanecía encerrado en su vivienda, situada encima de la que los menores compartían con su padre. Los patrulleros ascendieron con cuidado hasta la segunda planta. Querían calmar a Pepe para evitar males mayores. Pero estaba «desquiciado», según relataron a IDEAL testigos del suceso. «El abuelo gritó 'solo quiero dormir con mis nietos' y luego disparó», agregaron las fuentes consultadas por este periódico.
Los policías se resguardaron tras una esquina del rellano y empezaron a descender hacia la calle con precaución.
«¡El padre que no se acerque!», dijo de nuevo a voces el atrincherado, en alusión a su yerno, el viudo de su hija, que estaba en el exterior desbordado por la angustia. Los miembros de la guardia municipal se ocuparon entonces de despejar los inmediaciones del inmueble para impedir que alguien fuera alcanzado por los tiros.
Poco después, efectivos de la Guardia Civil de Granada se sumaron al cerco. Pepe, según los testigos consultados por este diario, ya no volvió a hablar. Tampoco cuando un equipo de élite de la Benemérita, llegado expresamente desde la provincia de Madrid y especializado en la resolución de crisis con rehenes, tomó posiciones en los alrededores del edificio. Eran cerca de las dos de la madrugada de este pasado lunes. Un negociador de la Unidad Especial de Intervención (UEI) intentó comunicar sin éxito con Pepe a través de un megáfono.
Mientras tanto, los francotiradores se habían apostado en las viviendas aledañas ante la eventualidad de tener que abatir al atrincherado.
El padre de los chavales recibía atención médica en los alrededores. Estaba devastado.
Alrededor de la ocho de la mañana, los expertos de la UEI irrumpían en la casa y se topaban con una escena de pesadilla: los niños estaban muertos y el abuelo se había suicidado.
El resultado preliminar de las autopsias de los niños fallecidos en Huétor Tájar aún no se conoce, pero no hay dudas de que uno de los pequeños murió a consecuencia de un disparo. En cuanto a su hermano, los forenses no han podido determinar de forma concluyente la causa de su fallecimiento. Para obtener una respuesta definitiva deben disponer de los informes de toxicología y anatomía patológica, según informaron a este periódico fuentes cercanas al caso de la presunta muerte de dos menores de edad a manos de su abuelo de 72 años.
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