Ander Azpiroz
Sábado, 27 de mayo 2017, 00:21
Divertirse es un derecho fundamental, pero hace 20 años las actividades de ocio en grupo para las personas con discapacidades severas eran unas perfectas desconocidas. Para ocupar ese vacío nacieron fundaciones como Masnatur, creadas por un puñado de personas con vocación de ayudar. "En aquel ... momento la asistencia era educacional, pero no había nada sobre el ocio", explica Nuria Vargas, directora de Masnatur.
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La labor de esta fundación va en una doble dirección. Por un lado se dirige hacia las personas con discapacidad, niños, jóvenes y adultos a los que facilita su inclusión social. En dos décadas ha atendido a 513 beneficiarios ¿Cómo lo hace? Con actividades de ocho horas que se desarrollan todos los domingos del calendario escolar. A ello se suman excursiones de fin de semana una vez al mes y campamentos de verano. Todo vale para arrancar sonrisas. Boleras, visitas al zoo, a museos, el cine. Y también los fines de semana temáticos: el espacial, el italiano, el africano. El ocio es una experiencia capaz de empoderar a las personas, ya que de él se derivan beneficios de carácter físico, psicológico y social, se defiende desde la fundación.
Los beneficiarios también son las familias, que disponen lo que desde Masnatur se define como respiro familiar. En 20 años, la fundación ha proporcionado 25.612 horas de este tipo.
¿Hay la recompensa? El cariño que nos dan no tiene precio, señala la directora de Masnatur. El de los niños y el de los papás, añade.
Voluntarios
Según explica Vargas, una de las claves para desarrollar su labor son los voluntarios. En dos décadas han colaborado de forma desinteresada 1.700 personas de toda España. A día de hoy lo hacen más de dos centenares y pueden sumarse aún más dirigiéndose a la fundación a través de su web. Junto a los medios humanos son necesarios los materiales, que se obtienen vía subvenciones públicas y privadas. Según se reconoce desde la fundación, la crisis se ha hecho notar, pero la situación comienza a remontar.
El disfrute se ve limitado por muchos factores. Y es que existen muchas barreras a derribar: las arquitectónicas, las sociales, la sobreprotección de las familias, la climatología... Por ejemplo, no siempre se quiere alquilar un local donde habrá movimiento de sillas de ruedas. "No nos quieren en muchos sitios", apunta Vargas. No lo dice con voz de lamento, sino con la de quien está convencida de una causa y está dispuesta a dar la batalla por ella. Lo prueba el hecho de que este año Masnatur se ha mudado a un local donde puede realizar talleres de teatro y circo, terapia con animales o musicoterapia.
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