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Iker Cortés
Sábado, 14 de mayo 2016, 07:20
El mes pasado, y en apenas una semana, tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil asestaron un duro golpe contra el tráfico de drogas sintéticas no fiscalizadas. En el primer caso, desmantelaban un laboratorio que producía este tipo de sustancias en un municipio de ... Benidorm y detenían a seis personas. En el segundo, la Benemérita desarticulaba dos organizaciones que traficaban con producto importado de China y acababa arrestando a otras 52 personas.
MDMA o cristal, cocaína, speed, ketamina Son sustancias que el común de los mortales conoce pero existe otro tipo de estupefacientes que hace equilibrios en el limbo de la legalidad. Son las drogas no fiscalizadas, nuevas sustancias psicoactivas de reciente aparición -aunque algunas de ellas fueron patentadas hace ya décadas- que «se han empezado a utilizar ahora como alternativa a las sustancias fiscalizadas», explica Ana Muñoz, coordinadora de la delegación de Energy Control en Madrid, un programa preventivo de la Asociación Bienestar y Desarrollo, enfocado a la reducción de los riesgos asociados al consumo de sustancias que, entre otras cosas, permite a los consumidores analizar lo que están tomando.
Alfa-PVP o 5-MeO-MiPT son los crípticos nombres de algunas de ellas. Sólo en 2015, se detectaron cien nuevas sustancias, según el informe que ha publicado este año el Centro Europeo de Monitorización de Drogas y Drogadicción, en el que se afirma que al menos se descubren dos nuevas cada semana. Técnicamente no son legales pero tampoco ilegales. «Tienen unos efectos análogos a los de las sustancias que ya están fiscalizadas pero la trampa es que llevan una estructura química algo distinta para que puedan quedar al margen de la prohibición», explica Javier Noriega, jefe de sección de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Comisaría General de la Policía Judicial. De esta forma, fabricantes y distribuidores consiguen burlar la ley y la responsabilidad penal se diluye. «De cara a imputar a personas, no conseguimos prácticamente nada», reconoce el inspector jefe.
Los agentes del orden deben recurrir en estos casos al concepto de delito contra la salud pública y justificar que el consumo de esas sustancias causa un grave daño a la salud, pero en la práctica es «muy difícil» que la persona imputada «acabe con sus huesos en el hotel rejas», afirma Noriega, que no recuerda ningún caso en el que eso haya ocurrido. En los sobres en los que se vende este tipo de producto pueden leerse, incluso, frases como 'sustancia no apta para el consumo humano', con las que el fabricante intenta protegerse de cara a cualquier acción legal. De hecho este tipo de estupefacientes acaba vendiéndose en 'grow shops' -establecimientos dedicados a la venta de productos para el cultivo de cannabis- y en internet con eslóganes muy llamativos en los que se hace hincapié en esa alegalidad: 'La alternativa legal', 'No te la juegues', 'Esto no da positivo en los controles de drogas' son algunos de ellos.
«Son técnicas de márketing -apunta Muñoz- que generan una percepción de seguridad falsa». Lo cierto es que el riesgo es mayor. Al ser sustancias que ha consumido tan poca gente -en 2014, solo un 9% de lo que analizó Energy Control pertenecía a este último grupo, mientras que el MDMA, la cocaína y el speed representaron el 73% de los análisis realizados- y que no pasan por el ciclo que pueden cubrir los medicamentos antes de llegar al mercado, van directamente del laboratorio al consumidor, que en realidad está ejerciendo de conejillo de indias. «A lo mejor una sustancia nueva no tiene nada de perjudicial y te sienta fenomenal pero igual la siguiente es muy tóxica», comenta Muñoz. Tampoco hay información fiable sobre los efectos positivos y negativos ni sobre la dosificación adecuada, por lo que asumir pautas seguras de consumo y reducir los riesgos «es mucho más difícil» que en sustancias ampliamente consumidas como la cocaína o la marihuana. Finalmente, los efectos secundarios a medio y largo plazo «son imposibles de adivinar hasta que no pasen 30 años».
De la India y China
Procedentes fundamentalmente de la India y China, a menudo estas drogas se introducen en nuestro país camufladas en otros productos. Lo hacen, por ejemplo, en sales de baño y como tal se declaran en las aduanas. Pese a que un análisis exhaustivo puede indicar que la estructura es muy similar a la de un cannabinoide sintético, «si la sustancia no está en la lista de sustancias prohibidas, el producto sigue su curso», se lamenta Noriega.
Pese al auge de este tipo de drogas, parece improbable que acaben suplantando a las sustancias tradicionales. «La gente busca los efectos que ya conoce y una gran mayoría no está dispuesta a asumir riesgos», afirma Ana Muñoz, coordinadora de la delegación de Energy Control en Madrid.
Los datos
del Centro Europeo de Monitorización de Drogas y Drogadicción le dan la razón. Una encuesta realizada entre 13.000 jóvenes de entre 15 y 24 años señala que solo el 8% ha consumido legal highs o chemical research alguna vez y solo un 3% lo han hecho en el último año. En España,en 2015 sólo un 8% de los jóvenes las consumió.
Las drogas no fiscalizadas se venden bajo dos tipos de presentación. Por un lado están las 'legal-highs', que se distribuyen con un embalaje y logo llamativos y con nombres comerciales que tratan de evocar la sustancia a la que pretenden imitar. Dice la coordinadora de la delegación madrileña de Energy Control que «son las más peligrosas» porque no suelen indicar la composición de la sustancia y por tanto es difícil saber la dosificación, las vías de administración y los efectos. Además, en los análisis que han ido realizando a lo largo de estos años han ido viendo cómo una misma marca o nombre comercial iba cambiando de composición. Por el otro, están las llamadas 'chemical research'. Suelen venderse en el mercado en bolsas transparentes y, a veces incluso, van acompañadas con un dibujo de la fórmula. «Cuando compras una 'chemical research', estás comprando la sustancia que te venden, salvo error en la etiquetación», matiza Muñoz. De esta forma, el usuario puede «ajustar sus precauciones».
Bajo esta suerte de juego del gato y el ratón, parece obvio que el fabricante va por delante. El responsable de la Udyco admite que el mecanismo de fiscalización es «muy lento» y lo achaca a su dependencia de Naciones Unidas y a un sistema que conlleva varios mecanismos como una alerta temprana, informes de expertos, comisiones «Pasan bastantes meses hasta que una sustancia entra en listas», sostiene.
Y no sirve de mucho porque «a la semana siguiente hay otras cinco sustancias nuevas con alguna ligera modificación, pero aún más desconocida, lo que onlleva más riesgos», advierte Muñoz. Pese a todo, asegura que «el mercado se autorregula» y que cuando surge alguna sustancia tóxica o peligrosa «los propios consumidores avisan a sus conocidos y los fabricantes acaban retirándolo del mercado a las pocas semanas», concluye.
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