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Borja Robert
Lunes, 29 de febrero 2016, 10:45
La biotecnología vive estos días una revolución tan grande y sorprendente que, aunque tras ella puede estar la solución a muchas enfermedades congénitas, todavía son pocos los afectados que saben lo que se cuece en los laboratorios. Una nueva técnica de edición genética denominada Crispr- ... Cas9, identificada hace tres años, ha hecho que corregir el ADN defectuoso de las células en un animal vivo ya no sea una utopía. Y aunque apenas se están dando los primeros pasos con ella, los avances son cada vez más rápidos y los resultados cada vez más sólidos.
"En dos años y medio hemos pasado de tener una técnica prometedora a tener la certeza de que funciona", asegura Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB - CSIC) y miembro de la red española de investigación en enfermedades raras. "Además, los avances son tan rápidos que se nos van acabando las excusas para no usarlos". Hasta la llegada de Crispr-Cas9, modificar el ADN era un proceso caro, difícil y lleno de fallos. Demasiado arriesgado para casi cualquier uso médico. Todavía, salvo una vez, solo se ha usado en animales.
Aunque Crispr-Cas9, una revolucionaria técnica de edición genética, nunca se ha usado con éxito en células humanas, ya hay varias empresas trabajando en convertirla en una estrategia médica más. La 'start-up' estadounidense Editas anunció recientemente que espera poder lanzar su primer ensayo clínico en 2017 con el objetivo de probarla para tratar la atrofia del nervio óptico de Leber, una enfermedad rara. Esta dolencia, originada por una mutación en el ADN mitocondrial, provoca una pérdida de la capacidad visual que acaba desembocando en ceguera total. Su incidencia es muy baja -apenas dos decenas de afectados en España-, pero Editas la considera especialmente adecuada para usar Crispr-Cas9 en humanos por primera vez. Está causada por una única mutación bien identificada, y además afecta a unas células muy concretas -a los fotorreceptores de la retina-. Según la compañía, fundada al calor del descubrimiento de las capacidades de Crispr-Cas9, ya han empezado a hacer pruebas con animales. Y están teniendo éxito. Sin embargo, ni está claro que los ensayos puedan empezar en 2017 ni, menos aún, cuándo podría llegar una cura para los pacientes que padecen esta dolencia. En la actualidad, el uso comercial de Crispr-Cas9 está en el aire a causa de un conflicto sobre quién se quedará con la patente -varios investigadores y sus universidades se la disputan-. Además, todavía no se ha autorizado el uso de la técnica en humanos en ningún país del mundo.
En 2015, la revista Science calificó a Crispr-Cas9 como el avance científico más importante del año. Por esas mismas fechas, los principales organismos científicos de EE UU, China y Reino Unido pactaron no usarla para modificar células germinales, las que transmiten la información genética a los descendientes, por miedo a consecuencias inesperadas. "Y quedó superado en dos meses", sostiene Montoliu.
A finales de este enero, tres equipos científicos independientes hicieron público que habían logrado tratar la distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad degenerativa de origen genético que provoca la desaparición de las fibras que forman los músculos, en ratones adultos. Ninguno de los trabajos la había curado por completo, pero todos habían conseguido recuperar capacidad y tono muscular. Uno de ellos, además, logró evitar que la mutación que provoca la enfermedad se transmitiese a su descendencia en cuatro de cada cinco casos.
Estos resultados son los que más entusiasman a Montoliu, que asegura que la llegada de Crispr-Cas9 le ha traído una segunda juventud investigadora. "Nos quedamos ensimismados con las posibilidades a nivel embrionario, pero tenemos una herramienta terapéutica que puede ayudarnos a tratar a los pacientes que tenemos hoy", afirma. "Tal vez no consigamos una curación completa, pero en muchas enfermedades una mejora de un 10% o un 20% es suficiente para elevar la calidad de vida de los pacientes y de reducir su riesgo de muerte".
Inés Alves, veterinaria, madre de una niña de tres años con acondroplasia -una enfermedad rara que provoca enanismo- y asesora científica de la Fundación ALPE para afectados por esta dolencia, también mira a Crispr-Cas9 con esperanza. "Probablemente no llegue a tiempo para mi hija, pero sé que no estamos muy lejos de conseguir una cura", asegura. "Y esta servirá para los niños que están naciendo ahora, o que lleguen en los próximos años".
Como la acondroplasia ralentiza el desarrollo de los huesos durante el crecimiento, cualquier intervención tiene que hacerse antes de que los afectados dejen de crecer. "Antes de los 15 años", recalca Alves. "Y cuanto antes, mejor". Hace unos meses, explica, habló con una de las empresas que están empezando a desarrollar herramientas terapéuticas con esta tecnología y le dijeron que esta dolencia, que se debe a una mutación en un único gen, es una de las candidatas a tener una cura pronto. "Al parecer, cambiar el ADN no es lo difícil; lo complicado es hacer que Crispr-Cas9 llegue a donde tiene que llegar".
Conseguir que Crispr-Cas9 llegue a los órganos afectados no es trivial, aunque ya hay propuestas. Cada tratamiento necesitará su propia estrategia. Según a qué enfermedad afecte, habrá que corregir el ADN de las células de la retina, los músculos, el cerebro o de cualquier órgano. No todas serán igual de fáciles.
La primera enfermedad candidata a recibir un tratamiento con Crispr-Cas9 es la atrofia de nervio óptico de Leber. El primer ensayo clínico está previsto para 2017. Y, sin embargo, en la asociación española de afectados por esta patología (Asanol) aún no habían oído hablar de esta técnica, demasiado reciente y que avanza a un ritmo de vértigo.
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