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Iker Cortés
Sábado, 27 de febrero 2016, 07:46
La de los sevillanos Víctor Ortega y Jaime Guardiola es una de esas historias que surge gracias a la crisis que golpeó a España hace ya diez años. Empresario el primero, chef el segundo -es el propietario, junto a sus hermanos, del exitoso Tribeca, en ... Sevilla-, ambos se liaron la manta a la cabeza y decidieron montar un negocio en Nueva York. Hoy, tres años después, varias publicaciones reconocen que las hamburguesas que sirven en los Black Iron Burger, sus tres establecimientos en la Gran Manzana, son de las mejores y más sabrosas de la ciudad. Y lo cierto es que hincar el diente en una de ellas es toda una experiencia. Pero, ¿cómo dos sevillanos osaron disputar los fogones a los estadounidenses en su propio terreno?
Ortega, propietario de una empresa de eventos que echó el cierre cuando vinieron mal dadas, lo tenía relativamente claro. Con familia en las américas -dos de sus hermanos viven en EE UU- y con un pasado que le ligaba a este estado, decidió embarcarse en la aventura de buscar posibles negocios en la ciudad y, tras hablarlo con Guardiola, emprendió el viaje como avanzadilla. Dos o tres meses después encontraron los socios para levantar un local. "Iba a ser un restaurante de comida española -recuerda-, pero ya se sabe cómo es esta ciudad: todo cambia muy rápido".
El dúo se metió de lleno en el concepto de la hamburguesa gourmet y las cervezas artesanales, muy de moda en Estados Unidos, pero apostando por el "toque mediterráneo". No era una empresa fácil, al fin y al cabo la hamburguesa en Estados Unidos es como la tapa en España. "Son los números uno y están comiéndola desde pequeñitos", afirma Ortega. En este punto fue clave la propia Nueva York: "Es una ciudad muy abierta, que lo absorbe todo, perfecta para presentar nuevas ideas y conceptos e introducir distintos sabores y texturas".
Tanto Ortega como Guardiola se han lanzado también a la aventura de montar un servicio de cátering mediterráneo. De hecho Ortega reconoce que es casi más gratificante "Un restaurante es mucho trabajo y muchas preocupaciones durante todo los días del año. Te absorbe muchísimo". En cambio la labor en el cátering es "algo más relajada" y "conlleva mucha menos presión
En pie desde este verano, en esta ocasión también han tenido que adaptar la alimentación mediterránea al paladar americano. Cuenta Ortega que hay cosas que no funcionan nunca y da ejemplos el gazpacho, una sopa de ajo blanco, un pescado al horno sin especias o salsa. "Son cosas que no aprecian porque no tienen el paladar acostumbrado. Les gustan los sabores fuertes y especiados y aunque les puedes enseñar cosas nuevas no te puedes pasar de la raya".
Así las cosas, es lógico que cuenten con oferta laboral casi permanente. "Queremos seguir abriendo hamburgueserías y nos gustaría traer a una persona de España por cada tienda y también nos va a hacer falta gente para el cátering". En este sentido, quieren personas de España por varios motivos. En primer lugar, porque "la comunicación es mucho más fluida". En segundo lugaar, porque el núcleo duro de los dueños "somos españoles y en España en hostelería la gente está mucho más preparada", debido a que en Estados Unidos gran parte del personal no tiene una formación específica. Finalmente, "se trata de aportar nuestro granito de arena a la crisis que azota España".
Tras realizar un amplio estudio de mercado, encontraron el hueco: servirían hamburguesas naturales, sin hormonas, sin antibióticos y sin esteroides. Ortega reconoce que hubo mucho de ensayo y error en la propuesta y también de echar un vistazo a lo que se cocía en otros establecimientos. "Probamos mil cosas y se las ofrecíamos a los clientes para recibir 'feedback'. El menú lo hemos cambiado de arriba a abajo", admite. Al final optaron por dejar la esencia de la hamburguesa americana, esa pieza de carne picada que los propios americanos aliñan en casa y disfrutan con sus amigos, es decir aportar un toque casero. "Las salsas, los aros de cebolla... Todo se hace aquí. La idea es destacar, hacer cosas que nadie hace y asombrar porque si el cliente se va a gastar el dinero tiene que acabar diciendo 'Esto no lo como todos los días'", afirma Ortega orgulloso.
Entre las hamburguesas del chef más exitosas del local se encuentran la Black Iron, con cerveza de malta y cebolla caramelizada; la Masterpiece, coronada por un huevo frito, "algo bastante inusual en EE UU"; la Hashbrown, que lleva una fina y crujiente crepe de patata, queso suizo, cebolla caramelizada y tomate seco, y la little italy, con queso corgonzola, bacon crujiente y mahonesa casera. Ortega también hace hincapié en las raciones de patatas fritas. "Son de muy alta calidad", explica. Las Herb Garlic Fries van con ajo picado y perejil y las Ali-Oli Fries llevan ali-oli casero y bacon. Así las cosas, "que los americanos vengan y te digan que es la mejor hamburguesa que han tomado en su vida, es un placer y una medalla a todo el trabajo".
Vida en EE UU
Al primer local en el East Village de Manhattan, le siguieron otro en el Midtown y otro en la séptima avenida. "Nueva York, para lo bueno y lo malo, es una ciudad dura. Hay una cultura del trabajo muy fuerte pero es cierto que te recompensa y te valora. En España cuesta mucho más que te valoren ese esfuerzo. Así que sí, el sueño americano es posible", afirma Ortega.
Cabe preguntarse si no temen perder las señas de identidad que han hecho del Black Iron Burguer un establecimiento ideal para los amantes de las hamburgesas. "Queremos abrir más tiendas corporativas en Nueva York y estados colindantes. Evidentemente esto no es un restaurante de cocina de autor, en el que tienes que dedicar tu alma y tu vida al local. Tenemos 50 empleados y tres locales así que aún podemos con ello, pero evidentemente todo tiene que empezar a ser más automático y sistemático en concordancia con la mentalidad de un país que suma más de 300 millones de habitantes", concluye.
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