Secciones
Servicios
Destacamos
Antonio Paniagua
Sábado, 24 de octubre 2015, 19:58
El nombre de José Salvany quizá no le diga nada, pero es todo un héroe que participó en una de las mayores proezas médicas de la humanidad. Salvany participó en la Expedición Balmis, una empresa desmesurada que se diría salida de una novela del realismo ... mágico. Entre 1803 y 1814 se desplegó toda una campaña en lo que era el imperio español para inmunizar a la mayor parte posible de población contra la viruela. Para ello embarcaron, junto a médicos y enfermeras, 22 niños huérfanos a los que se les inoculó una modalidad benigna del virus que anidaba en las vacas.
Por el hecho de portar in vivo los anticuerpos hasta los territorios de ultramar, el rey Carlos IV se comprometió a procurarles educación y sustento. La iniciativa, patrocinada por la Corona, es conocida por el nombre del médico español que la dirigió, Francisco Javier Balmis, artífice de toda una hazaña: dar la vuelta al mundo en la primera cruzada de medicina preventiva y de salud pública de la historia.
En la corbeta María Pita también viajaba como subdirector de la campaña el cirujano catalán José Salvany y Lleopart, un hombre idealista y poeta que, al contrario que Balmis, no aspiraba a la gloria. Doscientos años después de aquella gesta, la Asociación Española de Vacunología (AEV) rendirá un homenaje a este científico que perdió la vida por su aspiración de erradicar la viruela.
Al llegar a territorio americano, Salvany tomó el mando de la caravana en la ruta sur. Llegó a Bolivia cruzando los senderos de la cordillera andina desde Perú, de modo que pasó por el lago Titicaca y La Paz. A los 33 años murió víctima de una tuberculosis pulmonar, después de haber recorrido 18.000 kilómetros.
Los restos de Salvany reposan en la iglesia de San Francisco de Cochabamba (Bolivia). Cuando el escritor Javier Moró noveló aquella iniciativa en el libro A flor de piel, se puso en contacto con el obispo del lugar, quien le dijo que el cura de aquella iglesia se quejaba siempre de que en la tumba del médico catalán nadie depositase ni siquiera un mísero ramo de flores. Ahora la sociedad científica se propone acabar con el olvido y reparar un delito de desmemoria histórica. Colocará una placa donde yace el cadáver de Salvany para recordar su generosidad. «Tras la erradicación de la viruela, y gracias a la mejora de las campaña de vacunación, de vigilancia y control de focos epidémicos, así como a la mejora de la información, nos encontramos muy cerca de erradicar otras enfermedades infecciosas, como la poliomielitis», asegura el presidente de la entidad, Amós García Rojas.
Ya a principios del siglo XIX, cuando los ideales de la Ilustración se apoderaban de las mentes, hubo un dilema moral por el empleo de niños (de edades entre ocho y diez años) como conejillos de indias. Se estudiaron otras opciones, a cual más delirante. Trasladar al Nuevo Mundo vacas infectadas a bordo de un velero era una misión poco menos que imposible. También se pensó en soldados, pero éstos podrían desarrollar la enfermedad. Al final los científicos se decantaron por los chavales, dado que la inoculación de la viruela bovina inmunizaba a los menores contra la terrible variante humana.
La vacuna de la viruela, una infección que diezmó a la dinastía de los Habsburgo, llegó a China y fue adoptada incluso por las autoridades británicas en sus colonias. Pese a que fue un inglés, Edward Jenner, quien descubrió la vacuna antivariólica, el método de Balmis había demostrado con creces su eficacia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.