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Virginia Carrasco
Domingo, 5 de abril 2015, 07:37
Bella González Oria tiene 30 primaveras y una licenciatura de Ciencias Políticas bajo el brazo. Cuando terminó la carrera, como muchos jóvenes hoy en día, hizo el petate y regresó a la casa familiar en Lepe (Huelva). Sin embargo, en su caso no fue por ... obligación sino por vocación. El campo cultivado por sus padres y antes de ellos por sus abuelos es ahora su lugar de trabajo.
Puso en marcha Campología, una empresa donde a la jefa se la encuentra trabajando entre sus jornaleros, ya sea recogiendo fresas o naranjas, según toque. Hace unos meses, su pasión campera necesitó expandirse y, sin entender de crisis, decidió dar a conocer a niños y mayores el trabajo y los valores que ella y los suyos cultivan con cariño y esfuerzo día sí día también. Presentó en Fitur "Ciudad del Campo", la iniciativa de un campo 2.0 que aúna tradición y futuro.
¿Se puede vivir del campo hoy en día?
El campo siempre ha permitido y permitirá vivir a la humanidad. Lo interesante de estos tiempos es que no tenemos que sufrir la fatiga del campo de antaño ni deberíamos aceptar la explotación agrícola de hoy en día.
¿Puede entenderse el campo tradicional con los avances del siglo XXI?
Debe entenderse. Retroceder es una estupidez, pero rechazar la historia y el pasado es de ignorantes. Encontrar el equilibrio entre lo tradicional y lo moderno es la gran virtud del campero del siglo XXI. En el campo, en un pequeño muro, tengo escrita una frase inspiradora para mi día a día: El camino por el que voy va hacia atrás para ver el futuro. Llevo en un bolsillo una navaja herencia de mi abuelo y en el otro un iPhone. No son incompatibles.
¿El perfil del trabajador del campo ha evolucionado?
El perfil es muy amplio, los clichés y estereotipos asociados a lo rural están desfasados. En la RAE como segunda acepción de los términos rural y urbano, describe lo rural como inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas, y lo urbano como cortés, atento, de buen modo. He tenido la suerte de conocer a gente de campo dotada de una elegancia natural que embelesa y sabios hombres rurales poseedores de una cultura en sangre deslumbrante.
¿Tienen los jóvenes de hoy la constancia y capacidad de sacrificio de sus abuelos?
El problema no es la constancia y la capacidad sino qué consigo con tanto sacrificio. ¿Hay otras formas más cómodas de vivir?, ¿Esa comodidad es sana? Antaño los premios del esfuerzo eran más plausibles que hoy en día. Los abuelos trabajaban de sol a sol para dar de comer a su familia, ése era el premio. Hoy en día la juventud desconoce el esfuerzo que supone tener un sano plato de comida encima de la mesa.
¿Entonces el campo está menospreciado?
El menosprecio que ha sufrido el campo tiene una explicación histórica, social, política y económica que ha llevado al desconocimiento de este espacio que nos alimenta. Estas últimas generaciones hemos sido enseñadas a consumir, no a vivir. El campo es la mejor escuela para la supervivencia, si eres autosuficiente eres más libre pero no formas parte de la dinámica de consumo.
Campología es la empresa y Ciudad del Campo vuestra marca. ¿En qué consisten y en qué se diferencian?
Estamos creando un pequeño mundo que tiene su ciencia, Campología, y su espacio, Ciudad del Campo. Campología es la ciencia del campo -espacio unificador entre pueblos y ciudades- que trata los aspectos biológicos y sociales acontecidos en el mismo. Los profesionales de la Campología tenemos como premisas en nuestra profesión, cultivar sabor, dignificar la labor, disfrutar de los avances, respetar el entorno. Los campólogos desarrollamos la cultura agrícola, dotada de dos tipos de culturas inalienables al ser humano: la cultura de sangre y la cultura de conocimiento.
¿Qué iniciativas tenéis para reconectar con la tierra sin que se quede sólo en una experiencia turística?
Abrimos las puertas de nuestra casa, mostramos nuestra rutina campera, hacemos partícipe al visitante de la vida de una familia de campo. Defino esta experiencia como la visita a un museo vivo. Conocerán los diferentes cultivos que se han ido trabajando en la zona. Podrán probar directamente de la mata sus frutos. Aprenderán la evolución de los aperos, las vestimentas, las labores, los oficios Trabajaremos según la temporada el vino, el aceite, la miel, la matanza o el huerto. Serán deleitados con comidas camperas de kilómetro cero, en la temporada natural que le corresponde, disfrutando de nuestro patrimonio cultural y artístico. Los críos se sorprenden de que trabajar sea tan gratificante y que interpretar la vida con sentimiento sea tan bello. Cuando contemplas la naturaleza y trabajas la tierra la reconexión es inmediata.
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