Asier Callejo, durante una de sus jornadas de trabajo en Alcampo
Discapacidad

El trabajo de la integración

Riojanos con alguna clase de discapacidad intelectual relatan su experiencia dentro del mercado laboral

Teri Sáenz

Lunes, 14 de abril 2014, 12:08

Dani tiene 25 años y este verano se irá por primera vez de vacaciones solo con sus amigos. Habían programado pasar unos días en Canarias, pero también está sacándose el permiso de moto para no pedir a sus padres que le lleven aquí y allá, ... así que al final ha echado cuentas y marcharán a Santander. Tiene que mirarse el bolsillo, porque será también la primera ocasión que se pagará sin ayuda de nadie un viaje que intuye inolvidable.

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La sonrisa de Alcampo

  • En Alcampo apenas han necesitado el asesoramiento desde que Asier Callejo entró en diciembre del 2010 por la puerta de un gigante con más de 220 trabajadores, miles de referencias en sus estanterías y un ingente volumen de compra que cada festivo o fines de semana, las jornadas que Asier se cala el uniforme verde del hipermercado, ronda los 6.500 tíquets. Su puesto surgió de una necesidad muy concreta. «Antes, los productos que se dejaban en la batería de cajas se llevaban al almacén para luego reubicarlos, pero surgían problemas de demora, exceso de estocaje, roturas», explica Lourdes Cortés, responsable de Recursos Humanos de la firma en La Rioja. Se optó entonces por cambiar el circuito y que alguien repusiera directamente toda aquella mercancía fuera de su ubicación. La pieza que faltaba en ese colosal engranaje tenía 26 años y una sonrisa perenne.

  • -¿Sabes exactamente dónde están todos los productos?

  • -Sí. Bueno... Un par de ellos se me pueden escapar al principio, pero los tengo todos en la cabeza.

  • Asier responde sin perder nunca el buen humor. El mismo que regala a cualquiera que le pregunta por los pasillos dónde encontrar este bote de pimientos o unas lentejas de aquella marca. El trato con la clientela es precisamente lo que más aprecia de su tarea, que también incluye labores de reposición o recogida de cestas y otros materiales. «Alguna vez alguien te pone mala cara, aunque la mayoría te da siempre las gracias», dice exultante por formar parte de un amplio grupo de compañeros -«trabajé una temporada en la embotelladora de una bodega; esto es más divertido»- a los que agasaja con las torrijas que él mismo cocina como entretenimiento en la casa que comparte con sus padres y su hermano.

  • Cortés ensalza el carácter de Asier. Pero sobre todo, su capacidad. «El pasado verano, cuando se hizo un cambio integral de toda la estructura del centro, él fue el primero en situar cada una de las referencias», apunta para destacar la mediación de Inter Europa para facilitar su contratación indefinida. «Generalmente te faltan las claves para saber cómo integrar laboralmente a gente como él y, además, en una estructura tan grande y urgente como la nuestra es complejo invertir tiempo en una persona; Asier no sólo se ha adaptado perfectamente, sino que desempaña una labor que a muchos nos costaría hacer».

Serán, efectivamente, unas vacaciones especiales; tanto como el propio Daniel Castro, uno de los 15 riojanos con discapacidad intelectual leve que en los últimos cinco años han encontrado un puesto de trabajo gracias a la labor de la asociación Inter Europa. Y con ello, una vía de integración para que todos ellos puedan permitirse en su día a día cosas habituales en otros jóvenes de su edad como mantener un horario, disponer de un sueldo, sufragarse un viaje, depender prácticamente sólo de sí mismos. Un hito personal que en la comunidad autónoma han logrado en los últimos tres años a través de diferentes contratos 3.517 personas con discapacidad, en 533 casos intelectual.

«Claro que también me echan alguna bronca si se me acumula la tarea», confiesa Dani en las cocinas de La Tavina donde trabaja desde mayo del 2013 después de haber pasado también por Decathlon y el hotel Las Gaunas. Como en cualquier nueva etapa, los comienzos no fueron sencillos para el novato en este restaurante-bar de la calle Laurel donde limpia la vajilla, mantiene impoluto cada rincón y echa una mano donde toque cuando la clientela se agolpa. «Los sábados por la noche, cuando hay más jaleo, me estresaba mucho», recuerda. «Ahora son los momentos que más disfruto».

Sonia Molero asiente a su lado. La gerente de La Tavina da fe de la eficacia de Daniel los mediodías y las noches de los fines de semana donde los once empleados trabajan en bloque. Por sus dimensiones, el negocio no tiene obligación de cubrir su plantilla con un 2% de personas con discapacidad que la Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI) marca para empresas de más de 50 empleados. Y sin embargo, dieron el paso. «Nos decidimos porque queríamos colaborar con iniciativas integradoras como ésta, pero también porque encaja con la filosofía colectiva y abierta de La Tavina», comenta ante la mirada de Enrique Visairas, otra de las piezas clave en el proceso.

El responsable del área de Empleo de Inter Europa es el puente que conecta a este colectivo con las empresas. Orillas a veces muy distantes que la asociación acerca a través de 'Empleo con apoyo', una fórmula que contempla un acompañamiento y una orientación continuos para que el interesado se acople a su función y el negocio lo encaje en su mecánica. «El objetivo es limar las trabas que puedan surgir por ambas partes que, muchas veces, provienen sólo del desconocimiento sobre cómo actuar», dice Visairas, a quien los empresarios recurren no sólo en las fases iniciales de cada proyecto, sino cuando se opera un cambio de funciones o cualquier otra circunstancia precisa acotar nuevas pautas.

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El esfuerzo de las empresas

Asumir en la plantilla a una persona con discapacidad intelectual no es ningún acto de caridad. Las empresas son empresas y el mercado, un damero de exigencias que no sabe de sentimentalismos ni privilegios, más allá de los beneficios que marca la normativa para las compañías que por convicción u obligación legal se decantan por ello: deducciones en las cuotas de la Seguridad Social en contratos de mínimo seis meses y en otros, como los de carácter indefinido, además de la posibilidad de recibir una cantidad de dinero a fondo perdido.

Por eso, cuando se incluye a un perfil con necesidades especiales en una compañía, se hace con el mismo salario y con exigencias, igual que sus otros compañeros. Y por supuesto, se intenta sacar el máximo rendimiento a sus habilidades y capacidades para que el puesto sea lo más rentable posible.

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Son las virtudes que Tuc Tuc aprovecha de Elena Visa en la línea de etiquetado, embolsado y devolución de una compañía con más de 800.000 referencias en sus almacenes de El Sequero y Lardero -además de una factoría en Mataró focalizada en el diseño- que experimentan una pequeña revolución en cada cambio de temporada.

Ella es una de las encargadas cada día en el turno de 6 a 14 horas de varias tareas precisas para que cada pedido llegue a su destino, además de ocuparse del reciclaje del cartón que genera la firma especializada en moda y complementos de bebé.

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«Mis compañeras son encantadoras y un gran apoyo para hacer mi labor», dice esta mujer de 33 años que después de pasar por Electrolux y Asprodema también sufrió la incertidumbre del paro hasta encontrar la puerta abierta de Tuc Tuc donde, como confirma su directora de Marketing, Salomé Caballero, «Elena es una más y sus niveles de productividad prácticamente iguales a los del resto».

Horarios y recursos. Autonomía personal y sueños propios. Como el del primer viaje de Dani a Santander con sus amigos. Como los de Asier y Elena. Como el de una sociedad capacitada para la inclusión.

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