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FERNANDO BELZUNCE
Domingo, 11 de marzo 2012, 09:29
Tras la muerte de Antoni Tàpies, hace ya un mes, Manuel Borja-Villel se dio cuenta de que el artista catalán había sido como un padre para él. «Estas cosas las percibes con la ausencia», afirma, frente a una de las obras que tiene el museo. Formado en la Universidad de Yale, el director del Reina Sofía intimó con el genio durante las largas entrevistas que le hizo con motivo de una tesis doctoral sobre su obra. "Me alojaba en un hotel de Barcelona y me invitó a quedarme en su casa. Era de una generosidad tremenda", recuerda.
El pintor leyó la tesis y le pareció tan acertada que le ofreció a aquel joven tomar las riendas de su fundación, que entonces aún era un proyecto. La dirigió durante diez intensos años en los que el centro alcanzó renombre internacional. Ambos mantuvieron durante aquella década una relación muy familiar: «Me trataba con un cariño tremendo y era una grandísima persona». Acostumbrado al trato con los creadores, Borja-Villel opina que muchos grandes artistas se nutren de grandes inquietudes, tienen grandes inseguridades y necesitan una confirmación constante. "En alguna ocasión Tàpies se molestó bastante conmigo", recuerda con cariño el responsable del Reina Sofía, que considera que con su muerte se fue el gran artista de la segunda mitad del siglo XX. "Se trata del último gran artista moderno".
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