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FERNANDO BELZUNCE
Sábado, 25 de junio 2011, 03:16
El que para muchos es el mayor artista vivo español, gran exponente de la figuración contemporánea, se presenta en el Thyssen-Bornemisza, donde protagoniza la exposición del año, haciendo justicia a Miguel Delibes, quien ensalzaba «la modestia machadiana de su aliño indumentario, su humildad creadora, su absorbente profesionalidad». Iba a ser una muestra de su obra cercana, pero la relación tan especial que mantiene con el tiempo la ha dejado en una antológica con cuadros aún por terminar, como la célebre serie de la Gran Vía, y donde no hay rastro de su esperado retrato de la familia real. El rey inaugura hoy la cita, que abre al público el lunes, y es probable que pregunte por él.
¿Le gusta ver su obra reunida?
Mucho. Es un aprendizaje extraordinario. Una oportunidad magnífica para ver qué es lo que marca el conjunto del trabajo. Aquí hay obras que no veía desde que las hice hace 40 o 50 años. Hay cuadros que te gustan y otros que no pero sacas una conclusión. Es muy interesante.
¿Querría volver a trabajar algunas piezas?
-Hay como 15 que, francamente, no están bien resueltas. A veces conozco los motivos y otras veces no. No siempre coincide ese pequeño milagro del acierto. Rectificaría algunas y otras, sencillamente, las apartaría, como apartas personas con las que te has relacionado y no te han terminado de gustar.
¿Y por qué no las ha apartado?
Pues porque algunas ya se habían pedido y no se puede hacer eso, supongo. Tampoco debo decir cuáles son. Así es la personalidad humana. No siempre estás afinado como para acertar. Ningún artista acierta siempre, salvo los antiguos. Se nota que los motivos no son siempre muy puros, muy limpios, y se crean unos pactos con el trabajo que malogran el resultado. Siempre es por eso.
También tiene cuadros que antes no le gustaban y hoy sí. Hace 50 años tapó el autorretrato en el que aparece con María Moreno, su mujer, y ahora lo muestra sin esa capa.
Es verdad. No me salía ese cuadro. Quizás, si hubiera tenido más sabiduría lo hubiera dejado, en vez de pintar encima y hacer todas esas cosas equivocadas. Porque había un acierto de fondo lo suficientemente válido como para respetarlo tal y como estaba. Es que no nos aceptamos. Habría que aceptarse más, ¿no? Cuando lo básico es verdad hay que aceptarse tal y como se es y eso a veces no lo conseguimos.
Últimamente parece que usted se acepta mejor.
Yo cada vez estoy mejor. Y con los demás también, sí. Porque me crea conflictos estar con los demás. Los años te enseñan a relacionarte con las cosas, con la vida, con las personas, y a aceptarme más, mejor. Estoy más tranquilo.
Iba a ser una muestra de su obra reciente, pero no hay tanta.
Hace dos o tres años pensaba que iba a acabar más cosas y que fundamentalmente la exposición iba a tratar de lo último, pero no ha sido posible. Hemos ido recurriendo a la obra anterior. Queda una exposición como todas las demás, desde el principio hasta el final. Tan hasta el final que algunas de las obras las tendré que seguir cuando termine. Están inacabadas. Se muestran así.
¿Le atrae mostrar obra inacabada?
Es bonito. Hay un culto a la obra acabada, cuando la obra inacabada puede tener un brío y una intensidad emocional que puede palidecer cuando se intenta rematar la parte técnica del cuadro.
Usted inicia muchas obras, pero no termina tantas.
Es cierto. A temporadas, sobre todo en estos últimos años, no he hecho otra cosa que empezar. Tengo la sensación de que voy con tal retraso, de que estoy tan secuestrado, que me surge la necesidad imperiosa de abordar temas que ya han madurado en mi cabeza. Por ejemplo, el cuadro de la Puerta del Sol que inicié el año pasado. Llevaba años deseando hacerlo. Esas diez tardes que estuve allí fueron suficientes como para tranquilizarme. Es una obra que ya ha nacido. Ha salido de mi cabeza hacia el exterior y necesito hacer eso a veces sin pensarlo más.
¿Volverá este verano a la Puerta del Sol?
Me gustaría volver y retomar el cuadro, sí. En julio o en agosto.
La obra de su vida
¿Y el retrato de la familia real?
En cuanto termine esto, pasen unos días y descanse un poco me pondré con un gran placer a seguirlo.
Después de 15 años será la obra que tendrá más ganas de entregar.
Si hay una obra importante en mi vida es esa. A través de esa pintura he recuperado el placer y la necesidad de volver a la figura humana en mi pintura. Estos días tengo que hablar tanto que me hace pensar.Me he dado cuenta de lo que supone ese cuadro en mi vida. Le tengo tanto respeto que lo quiero hacer como hay que hacerlo, y es cuando yo desee hacerlo. Mientras me lo permitan lo seguiré haciendo así y ahora lo voy a continuar y si hay suerte lo termino este año.
¿Tiene pensado qué le dirá al rey en la inauguración?
No sé qué me va a preguntar. No imagino que sea algo que no pueda contestar. No tengo impresión de haber hecho nada malo.
¿A qué se refiere?
Es que eso es muy importante. Hay veces que has hecho trampas, que has hecho algo que te tiene incómodo. Me hubiera gustado que todo hubiera sido más fluido, pero cuando lo pienso Hacer un retrato aúlico, una forma de representar a los reyes, a una familia, en un momento tan alejado y sin una forma definida... No es fácil, no es fácil. Podría haberlo sido, pero me ha resultado muy difícil y en esas estoy. El esquema que podría valerme no existe en la pintura, yo creo. Es de nuestra época. Puede existir en la fotografía, incluso. O en el cine.
¿Le han influido mucho en su pintura?
La fotografía y el cine, lo creas o no, nos ha influido a todos de una forma enorme. Cómo no te va a influir La fotografía ha influido en la pintura desde que nació. A veces mal, pero al final bien. Yo pienso que somos de la misma familia.
Prefiere no pintar desde fotografía.
Si tengo el tema a mi disposición no lo dudo. La elección es ir allí. Lo que te da el natural, el nivel de precisión de la luz, de sutileza del color; el estar allí, con las incomodidades y los placeres; el oler las cosas, estar junto a ellas, para mí es básico. Para otros no. Richard Estes trabaja de la fotografía y hace una pintura magnífica, pero quizás él se ha formado de otra manera.
Parte de la exposición parece un homenaje a Madrid, con las tomas de la Gran Vía, la vista desde Torres Blancas, la Maliciosa, Vallecas...
Involuntario. Yo diría, si no quedara pretencioso, que es un homenaje al mundo. A los árboles, a los niños, al cuerpo desnudo. ¡A qué no lo es! Es inevitable que un artista trabaje sobre las cosas que le rodean. Incluso uno que no sea figurativo. Yo pienso que una pintura de Mondrian o de Rothko al final no deja de ser un homenaje al mundo porque es lo que les ha nutrido. Y en esas manchas y en esas formas está incluida toda su experiencia en la vida.
¿Ha cambiado la luz de Madrid?
Sí. Desde hace mucho. Y ha cambiado la escala. Y la vida de las gentes. Lo de Madrid, lo de la ciudad grande, a mí me parece que es algo que no se ha resuelto de una forma adecuada en nuestra época. Nos va a traer problemas a todos.
¿Lleva 60 años viviendo en Madrid y sigue sin gustarle?
No me gustan las ciudades de más de medio millón de habitantes. Ni Madrid ni Nueva York ni Hong Kong. Me producen pavor. Yo creo que la gente no vive bien en ellas.
El Thyssen va a exhibir El sol del membrillo, el documental que Víctor Erice rodó sobre su proceso de creación. No soporta verlo.
No. Y no lo voy a volver a ver. Me produce tanta incomodidad que prefiero no hacerlo. Dos o tres personas de la película ya han muerto. Es un documento magnífico y cada vez lo será más. Me parece que fue un esfuerzo de todos que mereció la pena. Ahora, yo no puedo ver eso.
¿En qué estado está el proyecto de rodar un documental sobre su admirado Velázquez?
Miguel Zugaza, el director del Prado me habló de ello y queríamos animar a Víctor. En un tiempo le gustó la idea, pero él tampoco se deja convencer tan fácilmente. Tiene que verlo claro.
Le gusta mucho el cine, ¿verdad?
Mucho. A toda mi generación. Fue una aportación a nuestra vida extraordinaria. Imagínese en Tomelloso, en la época, lo que era ver aquellas películas de Hitchcock. Recuerdo Sabotaje, con aquella persecución por la Estatua de la Libertad. ¡Bueno, bueno! El mundo lo conocimos así. Fue un fenómeno de toda nuestra generación. Coincidió con un momento en el que la escultura y la pintura se alejaban cada vez más de la figuración. El arte era en principio un documento y luego perdió ese sentido. La generación del 27, la de Alberti y Lorca, se sintió fascinada por el cine. Para los jóvenes de ahora ya han surgido otras cosas.
¿Se imagina su vida si no hubiera sido pintor?
Hombre, me gusta mi vida tal y como ha sido. Si no hubiera sido pintor estaría allí, en Tomelloso, en algún trabajo... No lo sé... He tenido muchísima suerte con la vida que me ha tocado. No solo con el trabajo. También con la gente extraordinaria con la que a partir del trabajo de la pintura me he ido relacionando. He estado con lo mejor... de la vida.
¿Qué cree que opinaría su tío Antonio, su primer maestro, sobre esta exposición?
Él no pudo ver nada parecido. Mi primera exposición la hice en el 85 en Albacete y él ya estaba enfermo. Murió poco después. Teníamos una educación muy distinta. Su trabajo lo confiaba mucho a su amor y a su instinto. A un movimiento interior primordial que le llevaba a hacer las cosas porque las sentía de esa manera. En mí ha entrado, quizás por la diferencia de generación, una necesidad de conocimiento. Quizás por eso esta exposición empieza con un homenaje al mundo antiguo, con esas cuatro cabezas griegas. A mí me ha hecho el conocimiento de los demás. Veo la obra de mi tío y es la medida de un hombre verdaderamente excepcional. Y en mi caso es el resumen de una persona muy esforzada que elige cómo ir dando respuesta a esa necesidad de conocimiento.
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