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MAYTE ÁLVAREZ
Martes, 16 de noviembre 2010, 18:24
Un 16 de noviembre de 1985 se apagó la mirada de Omaira Sánchez, una niña de trece años que tuvo al mundo en vilo durante tres días. El 13 de ese mismo mes, día negro, Colombia despertó con la tragedia natural más grande de su historia: la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que destruyó la ciudad de Armero y sepultó a 23.000 de sus 25.000 habitantes.
Casi un año antes de la tragedia, la cumbre del volcán había empezado a inquietar a los científicos, a las autoridades y a los habitantes de la zona de influencia. A las emanaciones de gases, vapores de agua y algunos flujos de magma siguieron trepidaciones más frecuentes de la montaña nevada que finalmente rugieron tras una fuerte emisión de cenizas y arenas. La tragedia dejó un símbolo: Omaira Sánchez, la niña que fue captada por las cámaras de TVE atrapada con el lodo al cuello y pidiendo ayuda a sus padres para que la sacaran de allí. 60 horas duró su lenta agonía ante la impotencia de los equipos de rescate.
Hoy hace 25 años que se apagó su mirada. Fue una de las miles de víctimas del volcán, pero no una más. Fue el rostro de la tragedia y el nombre que todavía muchos recuerdan cuando viene a la memoria la ira del Nevado del Ruiz. Un cuarto de siglo después, desde la distancia se puede ver en Armero una enorme cruz de cemento que recuerda que es un camposanto bajo el cual descansan muchos de los vecinos que jamás fueron hallados. Un cuarto de siglo después, sigue conmoviendo la voz de auxilio de Omaira.
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