MARCELINO IZQUIERDO
Sábado, 5 de mayo 2007, 03:30
Este avance cualitativo -y, por qué no, cuantitativo- sólo ha sido posible merced al prestigio, al trabajo y a la seriedad de muchas personas, que han conseguido desterrar la dicotomía entre burda melopea y frasca de tintorro.
Publicidad
Flaco favor, pues, le ha hecho José María Aznar a la cultura del vino con sus palabras, más si cabe en el marco un foro enológico, cuando ironizó sobre el lema de la Dirección General de Tráfico, No podemos conducir por ti. El ex presidente se descolgó con tan extemporánea perla: «Yo siempre pienso, ¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí?». Y no contento con ello, añadió: «Déjeme que beba tranquilo, mientras no ponga en riesgo a nadie ni haga daño a los demás».
Como bien recomienda el sabio refranero, «una boca y dos orejas tenemos para que oigamos más que hablemos».
Recién elegido presidente del Gobierno, paseaba Aznar con los periodistas por las dependencias de La Moncloa cuando, al llegar a La Bodeguilla, co-mentó de manera inopinada: «Aquí hay demasiado Rioja y muy poco Ribera del Duero». Entonces, la desafortunada frase fue tomada como un desliz por el generoso pueblo riojano.
Pero, semanas más tarde, con motivo de uno de sus primeros viajes oficiales al extranjero, la prensa interrogó a Aznar sobre una curiosidad en el catering del avión: habían sustituido el vino de Rioja por un Ribera del Duero. El actual asesor del magnate Murdoch remató, así, la faena: «Muchas cosas están cambiando para bien y ésta es una de ellas».
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.