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Teri Sáenz
Periodista
Jueves, 26 de diciembre 2024
La oficina central de Correos se ubica en un vetusto palacete que sigue guardando un pegajoso rastro de vejez aunque se rehabilitó al completo. El funcionario que me atiende, arrugado como un sarmiento y las gafas a punto de despeñarse de la punta de su nariz, parece una prolongación de ese inmueble con retrogusto a celulosa y sellos pegados a lengüetazos. Me mira. No habla. Dudo si respira. Rompo el silencio informándole de que quiero enviar una carta certificada. Dejo el DNI frente a él y se lo lleva bajo el mostrador, en un ángulo muerto lejos de mi radar. Escucho que escribe algo en el ordenador. A continuación, pesa el sobre en una balanza electrónica. Lo retorna a su trinchera y, sin dejar de aporrear el teclado, lanza la pregunta más perturbadora y metafísica que jamás me han formulado.
— ¿Es usted?
Obviamente, soy yo.
— Quedamos muy pocos—, susurra.
— Perdón, ¿cómo dice?—, me atrevo a apostillar.
— Eleuterio. Yo también me llamo Eleuterio.
La tensión escala.
— Cuando entré a trabajar aquí era más común, pero usted es la primera persona que conozco desde hace años con ese nombre. Nos llamamos igual.
¿Pero qué cisco es este? ¿Hay alguna cámara grabando? Recojo de un zarpazo el carné que ha delatado mi nombre al tiempo que huyo de aquella encerrona. «Adiós… Eleuterio», escucho a mis espaldas.
De regreso a casa, hiperventilando aún, cavilo si debería haber sido más amable con mi homónimo de Correos, empatizar con todo lo que habrá padecido por llamarse así. No es tan mayor para que sus compañeros de clase también se hubieran burlado de él por tener un nombre de viejo siendo un niño. Ni para que cuando haya debido hacer alguna gestión le hayan instado mil veces a deletrear Eleuterio.
— Evelio, no. Emeterio, tampoco. Así, sí. Sin hache.
Él y yo podríamos inaugurar un club cuyos estatutos sólo admitan a tocayos. Una sociedad secreta donde todos podamos intercambiar anécdotas incomprensibles fuera de ese círculo en el que, por motivos obvios, nos distinguiríamos entre nosotros por el apellido. Y como esas reuniones de adictos donde los participantes se levantan ante sus iguales para exorcizar tanto sindiós, cada cual confesaría ese momento vital en el que cayó en lo más bajo: repudiar de tu propia identidad al presentarte ante extraños para evitar enciscarse con las farragosas explicaciones de siempre. Cuando uno tuvo un nombre más breve, democrático y familiar. El día que dijo ser, qué se yo, Terito.
Teri Sáenz ( Logroño, 1971) es licenciado en Ciencias de la Información y diploma en Guion y Producción Audiovisual por la Universidad de Navarra. Redactor en Diario LA RIOJA desde 1998, antes trabajó como profesor de español en el Morningside College (Sioux City, Iowa). Cuenta con el premio en el V Concurso 'Marco Fabio Quintiliano' y sendos acéssit en las ediciones XIII y XIV del certamen 'De Buena Fuente'. También logró el premio de periodismo 'José Lumbreras Pino' en su primera convocatoria.
Narración Luigi Gómez
Diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia, Carlos G. Fernández y Luigi Gómez
Ilustración Manuel Romero
Coordinación José Ángel Esteban
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