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Piedad Valverde
Columnista
Jueves, 26 de diciembre 2024
Mi abuela Piedad me puso un mote.
—Ven acá para acá, inventora—, me decía. Entonces me alargaba una escoba o un trapo para que quitara el polvo. Yo simulaba que barría o limpiaba y, a la menor ocasión, me escaqueaba con un tebeo entre las manos. En los años 70 las mujeres del barrio siempre andaban atareadas: asando pimientos, remendando calcetines, mullendo un colchón o echando trigo a las gallinas. Mi madre no tenía demasiada paciencia porque mis cuatro hermanos y yo le dábamos mucha briega. Así que los quehaceres que precisaban más maña correspondían a mi abuela. Una de las misiones más laboriosas era la de encender el brasero de cisco de picón. En cuanto empezaba a refrescar, en la acera de la casa, se iniciaba el ritual del fuego. Primero colocaba cuidadosamente una montañita de leña, luego la prendía con cerillas (que ella llamaba mixtos) y a continuación agitaba un aventador de esparto para mantener la llama.
Y por último el toque especial que consistía en cubrir las ascuas con una gruesa capa de cisco de picón. Así que para la cena ya estaba el brasero debajo de la mesa camilla y gracias al cisco de picón el calor duraba toda la velada. Normalmente a la hora de retirar los platos mi abuela me insinuaba, con la mirada, que la acompañara y yo solía excusarme con los deberes del colegio. Abría la cartera y en cuanto ponía el libro de Lengua y Literatura encima de la mesa mis hermanos se arremolinaban alrededor para que les leyera el poema 'El lagarto y la lagarta con sus delantalitos blancos', de Federico García Lorca. Tanto éxito tenía que uno de aquellos días improvisé mi propio poema 'El gato y la gata con sus chalequitos verdes'. Pero mi hermano Esteban, que era más grande, se dio cuenta y me acusó de que aquello no lo ponía el libro y que era inventado. Entonces mi abuela, que no perdía detalle, con el estropajo de estopa en la mano se volvió hacia nosotros exclamando:
—Vuestra hermana es una inventora, más mérito tiene, que se lo saca de la cabeza.
Desde entonces cada vez que relato alguna anécdota familiar mis hermanos me reprochan, con cariño, que no se ajusta a la realidad.
Y me apuesto el bolígrafo a que si se tropiezan con estas líneas dirán que es un invento.
Después de tantos años juntos ya deberían saber que la fantasía es como el cisco de picón del brasero de mi niñez.
Que aviva y conserva las ascuas de mi memoria.
Piedad Valverde (Baza, Granada, 1962), es diplomada en Trabajo Social. Desde 1997 se dedica a promocionar a jóvenes artistas en el Ayuntamiento de Logroño. Su técnica favorita para expresarse es el 'storytelling' y su, inspiración,«la familia». Es, además, columnista de Diario LA RIOJA.
Narración Raquel Peláez
Diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia, Carlos G. Fernández y Luigi Gómez
Ilustración Manuel Romero
Coordinación José Ángel Esteban
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