Marta Borruel
Escritora y periodista
Martes, 24 de diciembre 2024
Todo comenzó con un saco de arpillera que alguien dejó arrinconado junto a los cubos de la basura. Sus dedos, delgados, enjutos, casi acerados, agarraron aquel saco y lo aferraron, intentando que aquellos recuerdos tan queridos no se diluyeran en ese laberinto que estaba destruyendo su pensamiento.
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Nadie entendió su afán por aquel desecho raído. Y él, sencillamente, tampoco supo dar una explicación. No sabía qué poderosa fuerza le obligaba a sujetar aquel saco cerca de su corazón, pero, en las horas de duermevela, se evadía en el aroma a tierra mojada que desprendía, mientras su cabeza se llenaba de imágenes pasadas y sus ojos de lágrimas.
«Déjalo estar», oyó que decían. «No hace ningún mal», aseguró otra voz. «Pero es perturbador —sentenció un tercero—, parece que esté perdiendo la cabeza».
No sabía de quién hablaban y no quiso preguntar. Se encontraba tranquilo porque su mente estaba cada vez más poblada, las imágenes, aquellas que se habían quedado desvaídas, casi desdibujadas, volvían cada vez más vívidas. Día a día se sentía más feliz.
Semanas después descubrió un mechero. Alguien lo dejó olvidado cerca de su sillón. La llama titilaba ante sus límpidos ojos azules y él miraba más allá de los reflejos cobrizos. Allí, al otro lado de esa luz, la veía a ella, afanada con el rastrillo, una hoja de roble enredada en su melena, su rostro encendido por el esfuerzo y el humo.
«Déjale que haga lo que quiera —dijo la voz de aquella mujer—, no hace ningún mal a nadie». Extrañado, dio la espalda a la imagen y se volvió. La voz sonaba desde otro punto distinto del que se encontraba y él, asustado, dijo: «Fuego». «¿Qué está diciendo?», preguntó otra voz desconocida. «Nada. Algo inconexo», respondió otra.
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«Fuego», volvió a decir él. Y en esa palabra condensaba todo lo que quería recordar. El día a día de los días felices: «El fuego está encendido y todavía hay mucha tarea por hacer. Pero la carbonera no puede apagarse. He recogido una gran cantidad de ramas de encina, ¡verás qué bien arden! No te preocupes ¡Claro que no me quemaré! Me echaré un saco sobre los hombros. Cada cisco que consigamos, lo venderemos y nos permitirá ganar algo de dinero, marcharnos de esta tierra, tener más hijos, y, quién sabe, quizá vivir en la ciudad y tener una tienda de ultramarinos. ¿No fue ese siempre nuestro sueño?».
Pero nada de eso dijo. Lo único que salió de su boca fue una palabra: «Fuego». Y después otra: «Cisco». Se hizo el silencio en la estancia, y él sintió que sus ojos volvían a deshacerse en lágrimas hasta que una mano, pequeña y delgada, incluso algo huesuda, aferró entonces sus dedos y logró tranquilizarlo. Respiró hondo y se quedó dormido de nuevo.
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«Tendremos que cerrar la tienda», alcanzó a escuchar antes de sumergirse en las tinieblas. «No me parece que debamos hablar de esto ahora», le respondieron. «Ya nadie va a las tiendas de ultramarinos. Es una tontería empecinarse», afirmó alguien más, de manera más ruda y áspera. «Él todavía está aquí, por el amor de Dios», exclamó un tercero.
«¡Callaos! ¡Callaos ya y dejadle descansar!», zanjó aquella voz que tanto le tranquilizaba. «Duerme tranquilo». le susurró mientras apretaba con insólita energía sus manos áridas. «Duerme tranquilo, que yo mientras tanto vigilaré la carbonera. No dejaré que se apague. Nunca dejaré que se apague».
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Marta Borruel (Pamplona, 1968) es periodista y escritora. Comenzó su trayectoria profesional en Navarra Hoy y se forjó como periodista en ABC, pero pronto pasó a dirigir la comunicación corporativa de empresas e instituciones. Ha sido responsable de comunicación del Instituto de Calidad Agroalimentaria de Navarra; jefa de Gabinete del Departamento de Salud del Gobierno de Navarra y directora de Comunicación del Instituto de Tecnologías e Infraestructuras de Navarra. Desde 2019 trabaja en CaixaBank como responsable de Comunicación de la Dirección Territorial Ebro. Ha colaborado con revistas y publicaciones especializadas. Es miembro de Dircom y de la Asociación Navarra de Escritores. Es, además, autora de cuatro libros y está trabajando en su cuarta novela.
Narración Carlos G. Fernández
Diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia, Carlos G. Fernández y Luigi Gómez
Ilustración Manuel Romero
Coordinación José Ángel Esteban
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