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Cuadernos Rubio: la familia que enseñó a escribir a un país

Desde 1959 millones de cuadernos Rubio han pasado por las manos de los españoles (y no solo). Pero su novedoso método no lo tuvo fácil en su época para resultar atractivo

Transcripción

LA EMPRESA DE MI VIDA: CUADERNOS RUBIO

AMPARO ESTRADA: Ramón Rubio sabía hacer trucos de magia

ENRIQUE RUBIO: Con las dos manos, pues cogía un cuchillo y hacía como si se lo había comido. Claro, imagínate eso. Qué barbaridad, pero, pero, pero vamos, la verdad que el niño se quedaba atónito viendo que mi padre se había comido un cuchillo entero.

AE: Y la magia le acompañó. Este empresario y profesor creó otro gran truco, muy popular en España desde los años 70.

ER: Lo que hizo mi padre, lo que aportó a la enseñanza, es hacer fácil lo difícil.

AE: Seis generaciones han aprendido a escribir y a hacer cuentas con los Cuadernos Rubio. Un método que se inventó Ramón, un empleado de banca a quien lo que más le gustaba era enseñar.

AE: Ramón Rubio revolucionó el método de aquella época, ese de «la letra con sangre entra», pasando a otro en el que se aprendía poco a poco, pensando más que memorizando. Muchos se acordarán de esos cuadernos.

ER: Nacieron en el año 59 los primeros cuadernillos de problemas amarillos, la portada de aquel color amarillo que tenía un olor especial, y en el 61 los primeros de caligrafías, verdes.

AE: Los niños se enfrentaban a problemas como: ¿Cuántos litros de aceite podremos comprar con 108 duros al precio de 12 pesetas el litro? Eran otros tiempos, claro, aún no había llegado el euro. Pero los comienzos no fueron fáciles.

ER: Mi padre lo pasó muy mal, muy mal a la hora de de introducir y de dar a conocer esos cuadernos.

AE: Recorrió toda España visitando colegios intentando desesperadamente vender esos cuadernos que enseñaban de una manera nueva.

ER: Yo recuerdo que íbamos con un Renault Gordini, incluso recuerdo que mi padre me hizo una especie de colchoneta azul para que yo pudiese tumbarme y dormir en los viajes…

AE: Viajaban en verano, aprovechando las vacaciones para intentar sacar adelante su nueva empresa de cuadernos.

ER: Por toda España visitando colegios, él se iba a los colegios, nosotros nos quedamos en algún hostal o en alguna zona de playa…

AE: Pero no tuvo mucho éxito en esos viajes. El método era demasiado distinto al que se usaba entonces.

ER: Los colegios le cerraban mucho las puertas, tuvo muchísimos problemas.

AE: Lo que proponía Ramón Rubio era tan descabellado como empezar con ejercicios fáciles y progresar poco a poco en dificultad.

ER: Fue un gran incomprendido en su época, pero él fue muy cabezota y al final pues consiguió que en los años ochenta, que fue la edad de oro, vendiésemos, pues eso, unos diez millones de cuadernillos al año.

[CABECERA]

AE: Hola, bienvenidos a 'La empresa de mi vida'. Un podcast donde queremos conocer la vida real que hay detrás de las empresas. Sus protagonistas nos la cuentas. Sus sueños, sus fracasos… los momentos más difíciles y los más preciosos. Porque de todo ello hay en la vida, y en la empresa. En este capítulo visitamos Cuadernos Rubio, esos míticos cuadernillos donde aprendimos a sumar y a escribir con buena letra.

AE: Ramón Rubio estaba acostumbrado a los obstáculos. Era un niño cuando estalló la Guerra Civil.

ER: Su infancia fue una infancia muy dura porque estuvo prácticamente viviendo todo lo que fue la guerra, todo lo que fue la Guerra Civil española. Y bueno, pues él tuvo unas raíces muy humildes…

AE: Tuvo que buscarse la vida para poder comer en la guerra y en la posguerra.

ER: Pasó mucha hambre, sí. Cogía algunas granadas de mano que encontraba, tú fíjate, de niño, y las tiraba en el río pues para poder pescar…

AE: Era ingenioso. Por ejemplo, se hizo un tirachinas con el caucho de un avión derribado.

ER: Y gracias al tirachinas pues mataba algún pájaro que también le servía un poco para comer.

AE: La guerra forjó su carácter como a toda su generación.

ER: Era una persona que era muy, muy trabajadora. Tenía las cosas muy claras. Sacó la carrera de cinco años en tres.

AE: Y se hizo profesor mercantil, lo que ahora sería la carrera de económicas. Al tiempo que trabajaba en el Banco Aragón en Valencia, su afán por la enseñanza le llevó a montar una academia en su propia casa donde explicaba cálculo y contabilidad.

ER: Primero recuerdo que las clases estaban llenas, hasta incluso había gente que estaba en los pasillos y todo.

AE: Quien habla, que ya es hora de presentarle, es Enrique Rubio, el hijo de Ramón, y segunda generación en la empresa, aunque su primera intención era estudiar Medicina y especializarse en Psiquiatría.

ER: Mi padre dijo «Tú tienes que estudiar económicas, porque la empresa es fácil de llevar, tú lo vas a poder llevar» en aquel momento, y yo entré. Lo que pasa es que realmente, un empresario de aquella época lo hacía todo, o sea, era su forma de ser.

AE: Así que Enrique estudió Económicas.

ER: Una de las asignaturas muy complicadas para mí era la contabilidad y yo no la entendía en la facultad. Entonces bajé…

AE: Donde bajó era a la entreplanta de su casa: donde su padre tenía la academia.

ER: Mi padre tenía todo muy cerquita, decía que si para ir a trabajar, si realmente no perdías tiempo, pues tenía más tiempo para trabajar y más tiempo para disfrutar de la vida. Y al final tenía razón. O sea, que lo teníamos todo muy a mano.

AE: En esa academia, Ramón Rubio enseñaba con unas fichas que él mismo había ideado. Fueron, por supuesto, el germen de los cuadernillos. Y funcionaban.

ER: Y recuerdo que empecé a entender la contabilidad. Entonces un poco, el lema de los cuadernos del Método Rubio, lo que hizo mi padre, lo que aportó a la enseñanza, es hacer fácil lo difícil, pues a base de esos ejercicios repetitivos muy, muy, muy progresivos para que el niño empezara a hacer ejercicios muy fáciles y luego conseguir hacer operaciones o problemas más complicados, pero sin que ese proceso le produjera esa sensación de dificultad, ¿no?

AE: Y todo con buena letra. En la academia no solo importaban las cuentas.

ER: La caligrafía era muy, muy, muy importante. La contabilidad se hacía a mano, se hacía con una plumilla donde no había que apretar mucho.

AE: Para conseguir buen carácter de letra es preciso coger bien la pluma, sin apretarla. Y escribir siempre despacio, como decía Ramón Rubio, que se inventó el símbolo de las manos para coger bien la plumilla. Sin saberlo, estaba creando los primeros ejercicios de psicomotricidad fina que prepara para la escritura.

ER: Por eso el dedo tiene que estar recto, para no presionar y romper la plumilla, Entonces él ideó unas fichas donde se hacían ejercicios de grafomotricidad…

AE: Ramón Rubio inventó un dibujo para enseñar a coger bien la plumilla. Inventó las frases para practicar la buena letra. Y se inventó un sistema para ir aprendiendo a hacer cuentas: sumar sin llevar, sumar llevando, restas, problemas…. Todo eso lo volcó en los cuadernos verdes y amarillos que almacenaba en su casa.

ER: Hasta incluso el almacén lo teníamos abajo de casa y recuerdo cómo con los paquetes, y aquellos cartones que tenían un olor especial que aún me acuerdo, pues hacíamos casas, a modo de Lego…

AE: No solo tenía el almacén en casa, también tuvo la primera imprenta.

ER: Eran unos cuadernos que se caracterizaban por el color y por el olor. De hecho recuerdo que cuando imprimimos el amarillo, la máquina de imprimir se ponía amarilla del color, o sea, eran estaban tintados. Y eran colores que no eran… muy lúdicos…

AE: Ahora sí, volvemos a esos viajes visitando colegios donde iban Ramón Rubio, su mujer, y su hijo Enrique, que entonces tenía cuatro o cinco años. El resto de hermanos, más mayores, se quedaban en casa. Unos viajes por toda España pero poco fructíferos: no conseguía encargos de las escuelas.

ER: Por lo que me contó mi padre, seguramente por el método de aprendizaje que era demasiado avanzado…

AE: Le cerraban tanto las puertas que casi tiró la toalla

ER: Lo pasó muy mal, estuvo a punto de vender la empresa porque les hacían pedidos y le decían: ¿usted no se da cuenta de que esto no va a funcionar nunca?

AE: Y entonces pasó algo: conoció a una persona.

ER: Bueno, contrató un… comercial.

AE: Y este comercial buscó y encontró otra vía para venderlos.

ER: Entonces, en vez de ir a colegios, este hombre lo que hizo fue visitar librerías. Y bueno, pues empezaron a venderse cuadernos, empezaron a venderse a través de otro, de otra vía. Papelerías, papelerías, más que librerías eran papelerías.

AE: Pero ese comercial no resultó trigo limpio, y Ramón Rubio fue estafado.

ER: Y este hombre, que había vendido una cantidad grande… desapareció. Desapareció y a mi padre le dejó a deber una cantidad de 150.000 pesetas de la época que fuera mucho dinero. Aquello pues le volvió a hacer polvo…

AE: Sin embargo, esa estafa fue también el inicio del éxito.

ER: En los cuadernos, en la parte de atrás pues ponía la dirección. Había ya un recorrido de los cuadernos y empezaron a haber pedidos. Con el tiempo, aquello que fue una desgracia, pues se convirtió en algo positivo, porque realmente ese canal ayudó mucho a que el cuaderno empezase a vender...

AE: Ramón Rubio estuvo buscando durante un tiempo al hombre que le había birlado 150.000 pesetas, ya no para exigirle la deuda, sino para agradecerle que abriera la puerta al éxito y la venta de los cuadernos en todo el país. El empeño de Rubio por enseñar y enseñar de otra manera al final tuvo sus frutos.

ER: Y al final pues consiguió que los años 80, que fue la edad de oro, pues vendiésemos pues eso, unos 10 millones de cuadernillos al año, cuadernillos que que imagínate la cantidad de niños que han hecho cuadernillos, generalmente en deberes, y se acuerdan de nosotros.

AE: Más de 330 millones de cuadernos Rubio se han vendido a lo largo de estos 65 años. Cuenta con 25 trabajadores y factura alrededor de tres millones de euros al año.

AE: Para los que han pasado horas con los Cuadernos Rubio hay un dato que les va a sorprender y, quizás, a decepcionar.

ER: Hay una frase muy mítica que dice «Mi mamá me mima», pero es curioso, esa frase nunca ha estado en los cuadernos. Yo nunca la he encontrado.

AE: «Mi mamá me mima» no estaba, pero muchas otras acordes con la época de los años sesenta o setenta sí aparecían y planteaban problemas con lo que era la sociedad más moderna cuando Enrique asume la dirección de la empresa en los años noventa.

ER: Es verdad que los cuadernos nunca han estado vinculados a la dictadura, pero sí el ambiente y la forma de pensar, pues pensábamos todos de una manera diferente y esto ha evolucionado. Entonces, claro, me encontré unas frases que en aquel momento se decía normalmente…

AE: Es natural. Los tiempos cambian.

ER: Por ejemplo, en una frase que ponía: «África está habitada por negros». Eso lo oyes ahora y dices ¡Ostras! Te pones las manos en la cabeza. Pero en aquel momento no se decía con ningún tinte racista ni nada, sino una realidad que se decía normalmente. En aquel momento, pues, todas las niñas jugaban con muñecas y todos los niños jugaban con armas.

AE: Frases como «¿Cumples los diez mandamientos?» O «Llevaremos una vida ejemplar».

ER: Yo tuve que cambiar muchísimas…

AE: La mayoría de las frases han sido actualizadas, acordes con los nuevos tiempos.

ER: Ha sido una labor, la verdad, muy, muy bonita para mí, porque no se trata de criticar ni nada, sino de ver una situación y de decir hay que cambiar todo esto. Y bueno, en lo que un poco lo que a mí se me ocurrió en aquella época...

AE: Esas frases tan repetitivas tenían que cambiar.

ER: ¿Por qué no le damos la vuelta? ¿Por qué no enseñamos valores a los niños? Entonces, como ejes transversales de educación, vamos a intentar cambiar las frases. Pues hablar de buena alimentación, hablar de ahorro, hablar de respeto, hablar de reciclaje, hablar de «Fui feliz al dejar de fumar», ese tipo de cosas.

AE: Se trataba de educar en cosas más allá de una buena letra.

ER: Transmitir valores a los niños, que al fin y al cabo luego son los que van a estar ahí gobernándonos, así y al fin y al cabo si haces buenos niños, luego pues harás muchos mejores profesionales.

AE: Una de las frases que incluyó su padre en los cuadernos de caligrafía estaba dedicada a su hijo. Decía así: «Enrique sabe vivir muy bien».

ER: en aquel momento, él llevaba las riendas, y esas grandes decisiones, pues yo no podía estar quieto, entonces yo estaba con él, pero al mismo tiempo pues hacía mis propias cosas. Digamos que llenaba mi tiempo y mis aficiones.

AE: Muchas, muchas aficiones.

ER: Yo era muy activo, me gustaba mucho el windsurf. Entonces yo tenía mi furgoneta donde tenía mi cama. Yo me iba a Tarifa, me iba al mediodía si veía que había viento y olas a la playa a navegar. Luego empecé a fabricarme mis propias tablas de windsurf. Luego empecé a pintar…

AE: Y ganó premios con sus cuadros. Pero algo le hizo parar. De la noche a la mañana tuvo que hacerse con la dirección de la empresa.

ER: Fue por una desgracia, por una enfermedad que tuvo mi padre, un derrame cerebral en el 96, que se quedó incapacitado y de repente pues me hice cargo de la empresa de golpe.

AE: En ese momento, además, la empresa no iba bien. Un cambio que había introducido el fundador para modernizar los cuadernos no había cuajado.

ER: Y lo que hizo fue hacer unos cuadernos a color mucho más bonitos para los niños. Sin embargo, esto se nos vino en contra nuestra porque la identidad la teníamos en ese verde, en ese color, en esa imagen, en esa identidad. La marca era, eh, era la imagen del cuadernillo que mucha gente, eh, seguramente a partir de 50 o 60 años, pues lo tiene grabado porque ha hecho muchos deberes…

AE: Los cuadernos habían empezado a caer en el olvido. Y la competencia ganaba mucho terreno.

ER: Cuando yo me hice cargo de la empresa, uno de los grandes problemas, una de las cosas que me dijeron es «¿Rubio todavía existe?»

AE: Una frase peor que una cuchillada.

ER: Eso pues fue algo muy duro para mí. Fue como un puñalazo en el estómago. Me hizo mucho daño, pero a su vez me hizo un gran favor, me hizo un gran daño, un gran baño de humildad, de autocrítica.

AE: Y cuando te sientes tan vapuleado ¿qué haces?

ER: Y digo bueno, pues hay que volver un poco a volver a esa imagen que la mayoría de de las madres, que son las que nos van a comprar cuadernos, tienen de Rubio. Entonces hicimos una transformación muy bonita en la que desde un punto de vista actual, vintage, recuperamos ese color y esa imagen…

AE: Fue todo un acierto.

ER: Pero desde el punto de vista actual, y la verdad que eso fue en el principio del año 2000, fue una de las mejores decisiones junto con la transmisión de valores, que luego está muy bien aceptado por parte de los padres y los maestros.

AE: Entre los cambios introducidos, uno de los más importantes ha sido la diversificación de productos. Ya no hacen solo cuadernos para niños.

ER: Vimos que las personas mayores en los centros de día utilizaban los cuadernillos de niños en las personas mayores porque eran... Pero, primero: no trabajabas todas las áreas cognitivas y luego también, a la propia persona mayor se sentía un poco como ofendido de estar trabajando con cuadernos de niños, como volver al pasado. Entonces generamos unos cuadernos para personas mayores de estimulación cognitiva…

AE: Y la oferta ahora abarca muchas más áreas.

ER: Yo empecé con 60 referencias, ahora tenemos más de 500 referencias. Trabajamos todas las competencias.

AE: Incluida la digitalización.

ER: El 99,9% de lo que vendemos es papel, pero es verdad que hace muchísimos años fuimos los pioneros en hacer los cuadernos Rubio en una tablet, ¿no? Yo tengo anécdotas de que el niño ha aprendido a sumar antes de lo que le tocaba, porque el niño se maneja muy bien en la tableta y bueno, tuvimos la obligación de de estar ahí y seguimos estando.

AE: Otro cambio ha sido la internacionalización. Estuvieron un tiempo en Alemania, y ahora en México llevan tres años. No es fácil, aunque el idioma sea el mismo.

ER: La educación es diferente, el vocabulario, totalmente diferente.

AE: Los niños mexicanos solo tienen un mes de vacaciones y no hacen deberes en verano, así que la expansión de Rubio va despacio.

ER: Cada vez un poquito más, pero aún no son cifras importantes.

AE: Hay, eso sí, otro país en el radar.

ER: Pienso que tenemos mucho potencial en China. Cuando un chino viene a España hace tres veces más cuadernillos Rubio. Porque la tipografía y la forma de escribir es completamente diferente. Necesita más tiempo.

AE: La internacionalización de la empresa será impulsada por la tercera generación. Luis, hijo de Enrique, ya se ha incorporado a la compañía.

LUIS RUBIO: desde pequeño siempre hemos estado muy, muy vinculados. Primero porque lo hacías, luego porque lo veías en casa, veías cuadernos en casa, o sea, por poner un ejemplo así un poco anecdótico, de pequeño me gustaba dormir con la cama un poco inclinada. Y para subir la cama teníamos Cuadernos Rubio para levantar la cama.

AE: Luis estudió dirección de empresas y se bregó en otras compañías distintas a las de Cuadernos Rubio. Hasta que llegó el día.

LR: Mi padre tuvo un accidente de bici y estuvo peleando ahí mucho tiempo con operaciones, con recuperación y eso, y faltó un poquito más al trabajo.

AE: De nuevo la llamada de la responsabilidad. Había que echar una mano.

LR: Y coincidió justamente en ese momento que me acuerdo que yo le llamé, le dije «oye, me estoy planteando un cambio en el trabajo porque quiero seguir creciendo y a lo mejor puedo ver otras posibilidades y quiero ir a un sitio con más responsabilidad y tal»… Y justamente él me dijo «No, no, yo te necesito y si tú quieres vente y me echas una mano».

AE: Y en ello está, ayudando en la internacionalización.

LR: No es tan fácil como coger un cuaderno que tengas aquí y llevarlo, porque aunque sea el mismo, el mismo lenguaje, pues hay palabras que suenan mal, no se pueden utilizar y más con el mundo infantil, y hay que hacer adaptaciones, hay que estudiar el método educativo de cada país y adaptar el producto ahí.

AE: Además, la educación en sí no para de cambiar. Hay que adaptar continuamente los cuadernillos y buscar los mejores métodos.

LR: Hace unos años empezamos con Matemáticas Singapur, que es un método muy novedoso de Singapur y facilita mucho al alumno. Nos hemos dado cuenta de que el niño entiende mucho mejor, y a diferencia de España, que nos han enseñado a memorizar las matemáticas…

AE: Imagina unos dados o unos cubos. Y con eso, haz matemáticas.

LR: Digamos que es muy manipulativo y muy visual y el niño consigue entender las matemáticas superrápido.

AE: El padre tiene consejos que transmitir al hijo, ahora es la voz de la experiencia.

ENRIQUE RUBIO: Al final, cuando creas estás haciendo algo que difiere un poco de lo normal, ¿no? Entonces al final arriesgas. Y si arriesgas, te equivocas. Entonces, si yo tengo que dar un consejo a cualquier persona. Hay que equivocarse mucho. Hay que equivocarse y hay que enorgullecerse de equivocarse. Siempre y cuando no pongas en riesgo a tu empresa. Yo creo que si hemos crecido es porque nos hemos equivocado.

AE: Equivocaciones en proyectos emprendidos…

ER: Hemos creado una mascota que no ha servido para nada. Hemos creado un día hice un textil porque pensaba que como Rubio era tan conocido, si hacía una marca de rubio de textil, iba a vender la leche, perdón por la palabra, luego no se vendía nada porque realmente lo que vendemos son cuadernos. Hemos hecho camisetas de Rubio y no se han vendido lo que yo pensaba que se iba a vender.

AE: Y es que en una empresa familiar siempre hay muchos consejos que dar.

ER: Cuando tienes éxito, enseguida tu propio éxito se te sube a la cabeza, porque somos humanos y eso es un gran error. Hay que vivir siempre desde la humildad, pensando que si has conseguido una cosa, la has conseguido por ahora, pero luego tienes que ponerte una meta para mañana.

AE: Y por último, no olvidarse de desconectar.

LUIS RUBIO: Mi abuelo, que era una persona que no paraba, que tenía el despacho en casa porque se levantaba a mitad de la noche y se ponía a trabajar. Y bueno, al final pues mira, cuando tenía que estar disfrutando de su jubilación, pues tuvo una enfermedad y no pudo disfrutar de su tiempo libre. Y entiendo que mi padre no quiere que le pase eso ni a él ni a sus hijos.

AE: Ahora, Enrique, ya con 65 años, delega más, y ha retomado su primera ilusión académica, estudiar Medicina. Mientras, los cuadernos Rubio siguen formando parte de la vida cotidiana escolar y de los veranos de miles y miles de niños y mayores.

Este ha sido otro capítulo de 'La empresa de mi vida', el podcast que habla de las vidas y las historias que hay detrás de los negocios y las empresas.

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Jueves, 23 de enero 2025, 00:09

Ramón Rubio persiguió su visión para mejorar la educación, creando un novedoso sistema para aprender a escribir, y a hacer ejercicios matemáticos en un formato cómodo y pensando en la dificultad progresiva, algo no tan evidente en aquellos tiempos. Y con el coche recorrió España para tratar de venderlos, y sufrió todo tipo de incidentes empresariales, y todo nos lo cuenta su hijo Enrique, y hasta su nieto Luis, dando fe de todo lo que ha tenido que atravesar la empresa para navegar el mercado y los cambios en todas estas décadas.

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Créditos

  • Una historia de Amparo Estrada

  • Edición de guion Luigi Gómez y Carlos G. Fernández

  • Producción técnica, diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia

  • Producción ejecutiva José Ángel Esteban