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Descubrir entre notas de humor y cierto suspense que en Nájera hay enterrado un personaje al que se tiende a confundir con un célebre poeta del Siglo de Oro o conmoverse en un ambiente de tinieblas con la figura de la reina Doña Blanca de ... Navarra son algunas de las cosas con las que la gente que acuda a las rutas nocturnas teatralizadas del Monasterio de Santa María la Real, que comienzan hoy, podrán disfrutar en el interior del singular cenobio najerino, a juicio de muchos entendidos, un monumento un tanto minusvalorado en líneas generales.
Nájera es cuna de reyes y también lugar de reposo para los restos de algunos de ellos, que descansan, precisamente, en el monasterio que mandase construir el Rey Don García. Sobre su origen se cuenta que, un buen día del año 1044, el monarca salió de caza y tras levantar una perdiz envió hacia ella su halcón con el fin cinegético de capturarla. El vuelo de la gallinácea y la rapaz llevaron al rey, por entre la maleza, hasta una cueva donde halló un pequeño altar en el que se encontraba una imagen de una Virgen; a un lado una campana, al otro una lámpara y una jarra de azucenas, al tiempo que la perdiz y el halcón se habían posado olvidándose la una de que tenía que huir y el otro de que su misión era agarrar a la patirroja.
La visión de ese cuadro dejó estupefacto al monarca, que lo primero que interpretó es que se trataba de una señal del cielo que auguraba victorias en las batallas venideras. Pasado un año y tras reconquistar Calahorra, con los bienes conseguidos en aquella ciudad le promete a la Virgen que construirá una gran iglesia como prolongación de la cueva, que pudiera servir como último refugio, como panteón real, y que se convirtiera en el centro de sus devociones, poniendo al frente de la misma a unos clérigos seguidores de la regla de San Isidoro.
Relatos como este son desgranados por las guías del monasterio a cuantos visitantes así lo demandan, perfectas conocedoras de la historia del monumento y de la vida y milagros de cuantos han tenido algo que ver con el mismo de una u otra manera, muchos de ellos personajes que forman parte, por méritos propios, de la historia de España.
Pero para darle otro aire a la visita, con la posibilidad de «familiarizarnos más con los personajes, ya que los tenemos de carne y hueso», explica Joaquín García, secretario del Patronato del Monasterio deSanta María la Real de Nájera, nacieron hace ya dos años las visitas nocturnas teatralizadas que se llevan a cabo los viernes y sábados de los meses de agosto y septiembre, a excepción de los días 14 y 15 del segundo mes, al coincidir con las fiestas patronales.
Así las cosas, quienes se decidan por acudir a estas citas, a las 22 horas serán recibidos por una de las guías del monasterio, contrapunto serio de los actores que interpretan a nueve personajes distintos en ocho escenas. Nada más comenzar la visita se iniciará el ir y venir de esos personajes, sucediéndose a lo largo de la misma, en la que se recorrerán los principales puntos del cenobio. Como explica uno de esos dos actores, Martín Nalda -el otro es Rubén García Bañuelos-, «el relato por parte de los personajes se realiza en un tono familiar, ya que se trata de un tipo de espectáculo enfocado a la familia, lo cual no quiere decir que no puedan asistir personas solas o cuadrillas de amigos».
La organización de las visitas nocturnas teatralizadas son posibles gracias al Patronato del Monasterio de Santa María la Real, que lo forman los gobiernos de Navarra y La Rioja; las diputaciones forales de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya; el Ministerio de Cultura; el Ayuntamiento de Nájera, y hasta su marcha, hace casi un año, la comunidad de Franciscanos que permanecieron a su cuidado más de un siglo. Pero sobre todo se deben a la iniciativa de su secretario, Joaquín García, que fue quien se puso en contacto hace dos años –esta es la tercera edición–, con Sapo Producciones, con amplia experiencia en este tipo de representaciones y que no dudaron ni un momento en acometer el proyecto.
Para que la visita pueda ser disfrutada por todos los asistentes por igual, cada función tiene un aforo máximo de 55 personas, lo cual facilita que todos puedan seguir las intervenciones de los actores, intervenciones impregnadas en términos generales de mucho humor. «Lo que siempre hemos pretendido con estos espectáculos es contar la historia de una manera divertida, entretenida y participativa», señala Nalda, que considera que para niños y adolescentes «es la mejor manera».
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