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Álvaro Romero
Jueves, 3 de enero 2019, 11:50
El Parque Natural de Arribes del Duero se sitúa en el oeste del país, ocupando parte de las provincias de Zamora y Salamanca. Se extiende por una superficie de 106.105 hectáreas, con unos 180 kilómetros de cañones fluviales, entre los que viven alrededor de ... 17.000 habitantes repartidos en 37 municipios, alguno de ellos de bella factura.
El río Duero es el claro protagonista en la comarca y sirve a su vez como frontera natural con Portugal, país que declaró como Parque Natural do Douro Internacional, el terreno contiguo, otras 85.150 hectáreas naturales que respetan el mismo tipo de paisaje. Ambos espacios conforman una de las áreas protegidas fronterizas más extensas de la Unión Europea.
La geografía de la zona vive continuamente condicionada por el río y sus arribes, donde la acción erosiva de la red fluvial ha ido trabajando los granitos y las rocas metamórficas hasta conseguir el espectacular paraje que luce a día de hoy. Profundos y escarpados cañones con desniveles de más de 200 metros de altitud.
El territorio que ocupa Arribes del Duero está catalogado como 'Zona de especial Protección para las Aves' (ZEPA) desde 1990, factor que pone en valor la importante fauna que allí convive. Más de 200 aves tienen allí su hogar, entre ellas destacan la cigüeña negra, el águila perdicera y el alimoche. También existe una importante variedad de especies acuáticas, más de 20 tipos de peces diferente pueblan sus ríos. En la tierra, nutrias, garduñas, tejones o jabalíes se pueden observar por todo el Parque Natural.
El contraste entre la penillanura y los cañones fluviales ha generado un microclima excepcional para el cultivo. Aparecen, repartidas en bancales, explotaciones de olivos, viñas, almendros y árboles frutales. Rebollares y encinares forman las masas boscosas más destacadas de la comarca, secundados por alcornoques y otras especies de carácter mediterráneo. Aparecen también dehesas con suelos ideales para el aprovechamiento ganadero.
La comarca ofrece multitud de actividades para que la diversión esté asegurada, desde una amplia oferta de rutas de senderismo donde encontrar caminos de diferentes longitudes y dificultades. Hasta espectaculares cruceros fluviales que enamoran al turista y ayudan a conocer desde dentro este peculiar paraje.
Los miradores, son también, parte indispensable para todo turista que hasta allí se acerque. Una de las mejores formas de conocer el paisaje y la arquitectura tradicional ribereña. Desde algunos de ellos es posible contemplar saltos de agua y por supuesto, el cauce del río, tanto en la parte española como en la portuguesa.
Merece la pena conocer sus núcleos urbanos y comprobar el rico patrimonio cultural y arquitectónico de la zona, fruto del paso de civilizaciones como celtíberos, romanos, visigodos o musulmanes que dejaron su legado en forma de castros, puentes o calzadas, entre otros.
También es posible descubrir elementos típicos como norias de agua, chozos, pajares, molinos harineros, fraguas, almazaras o fuentes, utilizadas antaño para llevar a cabo los diferentes trabajos y facilitar la vida cotidiana de sus vecinos, siempre con la piedra de granito como elemento fundamental.
Toda esa tradición, tanto arquitectónica como cultural, deriva en el comportamiento de sus gentes que han ido pasando de generación en generación las costumbres artesanas y gastronómicas típicas de la región. En estas tierras, aún se trabaja con mimo la piel, la cerámica, la forja o el mimbre, transformados en auténticas obras de arte. Degustar sus platos tradicionales es todo un placer para los sentidos, sin olvidar productos como quesos, vinos y dulces.
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