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No corrían buenos tiempos. A una dura guerra le siguió el tiempo de la escasez y del aislamiento internacional. Los caudillos tienen mala prensa. Antes, durante y después. No eran buenos tiempos. Incluso para los que nacieron sin oír disparos. Pocas cosas en casa, el ... mayor entretenimiento era la imaginación y pocos elementos con los que adornar la capacidad creativa. Pero, y siempre hay un pero, cuando la necesidad apremia, los avances llegan, aunque sea del modo más cruel. Las guerras, sin ir más lejos, siempre han dejado tras de sí una huella fértil de avances técnicos. No eran tiempos para los excesos. Los años cincuenta del siglo pasado.
Pero hubo un espacio para la creatividad y el ingenio del 'hecho en España' con la creación del Biscúter, un automóvil que encajaría en la filosofía de los tiempos de crisis y poscrisis actuales.
Un concepto de coche marcado por la austeridad. Las filigranas y las prestaciones justas. Pequeño, barato y de mantenimiento mínimo. Y la fórmula funcionó. Es que si ya se le quita algo más al coche ya no sería un coche.
Pequeño. No, no, enano. Monocilíndrico. De aluminio para que no pese, sin puertas. No hablamos de ventanillas, claro. Una capota como lujo para guarecerse de las inclemencias y un tirador para arrancarlo. Petardea como una moto, por eso se llama así. Bi-scooter, vamos del tamaño de dos Vespas. Queda mejor que L-100, un modelo que arrancó gracias a que en España pudo hacerse con la licencia del fabricante francés de motores Gabriel Voisin, que había destacado en la construcción de propulsores para la aviación.
Así pues, el Biscúter empezó a desarrollarse en España con lo mínimo, hasta el punto de ser el minicoche más mini entre los minis del entorno. En Francia no tuvo mucho éxito, pero a este lado fue un bombazo. Un coche austero y fiable. Todo un avance en un parque motorizado donde las mujeres ya estaban cansadas de ir de lado en la moto. Se construyó en Barcelona gracias a la sociedad 'Autonacional' y el desarrollo del coche puede decirse que fue netamente español y la mayoría de los detalles técnicos y de evolución están en revistas especializadas en nuestro idioma a pesar de su origen galo.
Los primeros modelos llevaban tracción únicamente a una rueda y carecía de la marcha atrás, no en vano, con un poco de fuerza se podía levantar el coche a pulso y, de este modo, evitar maniobras.
Las bromas de la época con el coche, también llamado 'zapatilla' por su diáfano perfil, venían a propósito del nombre que llevaba en el anagrama delantero. Aquello de 'Voisin' sonaba a 'voy sin puertas', 'voy sin techo', 'voy sin coche'... cosas del momento como quien ahora presume de un Mercedes JODT o pone como ejemplo de austeridad el salpicadero de un Panda, si bien este último ejemplo no serviría para el Biscúter porque el Panda pasaría por una nave de la NASA.
No es que no hubiera más oferta en el mercado. Claro que se vendían en España coches de otras latitudes. Citroën, Renault o Fiat estaban en los concesionarios, pero el común de los mortales los veía como productos caros, exclusivos e inalcanzables. No está de más repetir que había muchos apuros en los hogares.
Pero los años de éxito y las variantes del modelo Biscúter, con versiones familares o la conversión en furgoneta de reparto, tuvieron un final abrupto tras diez años de vida donde el vehículo se popularizó gracias a una extensa red de representaciones oficiales que logaron unas ventas totales de 12.000 unides que fueron pasto del reciclaje habida cuenta de la enorme dependencia de materiales.
Si el vídeo mató a la estrella de la radio, el Seat 600 cavó la fosa de Biscúter y sólo el paso de los años, el amor por los coches y las miles de horas de dedicación de un ramillete de propietarios han salvado del olvido este trozo de metal con ruedas que petardea como la moto de un hippie y que representa una parte de nuestra historia, con lo bueno y lo malo que tienen todas las historias.
No se asusten cuando los vean pasar. Petardean un poco, pero no son macarrillas a bordo de motos que venden su estruendo como antídoto a su carencia de prestaciones, pero en este caso sí que levantan miradas de admiración. No, no son coches de broma. Verán, de paso, como los más veteranos reconocen a la primera y exclaman: ¡Un Biscúter! Verán, también, como los jóvenes observan atónitos la estampa de estos minicoches, acaso pensando que el circo ha llegado a la ciudad.
La Rioja acoge esta semana la concentración de Biscúteres y minicoches, así que será raro quien lo los vea transitar por las carreteras regionales, no en vano van a recorrer, casi casi, como dice la jota, desde Foncea hasta Alfaro modelos como el Cincuecento o el icreíble Isetta de tres ruedas. Y sí, se entra por una puerta delantera tras acomodar la barra de la dirección como si fuera la pata de un flamenco.
A José Ramón Nafarrate y su hija Sara se les acumula el trabajo esta semana. Les toca hacer de anfitriones de la concentración nacional. Es más cómodo viajar a otros lugares y encontrarte con la logística preparada, pero ahora les ha tocado a ellos hacer de organizadores y multiplicarse en atenciones hacia los amigos que vienen a visitarles como ya hicieran hace cuatro años exactamente.
La mayoría se conocen después de vivir mil historias a bordo de sus coches en otros rallies y concentraciones por lo que ya existe una amistad de muchos años; otros se van sumando porque el azar o la búsqueda les ha puesto en contacto con un vehículo único y el flechazo ha sido inmediato.
Nafarrate nos da un paseo por Logroño a bordo de un Biscúter. Reluce. Parece recién salido del concesionario de su padre y su tío (Javier y Ramón) que dirigieron en 1955 en Logroño. El coche se restauró hace 40 años después de miles de horas de trabajo manual para construir, muchas veces desde la nada, una pieza desde una mala foto de una enciclopedia.
Lo cierto es que el que disfruta del paseo es el fotógrafo quien reconoce que si hubiera ido en un Ferrari no hubiera generado tanta expectación, explica sin poderse quitar la sonrisa de la cara. Pero tanto goza el copiloto como el propietario, que en cada paseo evoca el afecto y admiración hacia su padre y que ha preparado un emotivo detalle para los visitantes de fuera a partir de un anuncio de Diario LA RIOJA.
Mientras Nafarrate cuenta detalles de la 'quedada' en la calle se agolpan mayores y peques alrededor de este cochecito. Unos, incrédulos al avivarles la memoria, y los otros, animándose para pedirlo a los Reyes Magos y claro, no falta quien pide permiso subirse al coche, hacerse una foto y mirarlo de cerca.
La reunión arranca, y nunca mejor dicho, este sábado en Logroño con la recepción a todos los participantes y una visita a la calle Laurel. El domingo, paseo por el Camero Nuevo, con visita a Ortigosa para pasar seguidamente a Laguardia y Miranda.
El lunes visitarán las Salinas de Añana antes de entrar de nuevo en La Rioja y visitar los Riscos de Bilibio en Haro y luego Ezcaray. El martes, si te toca estar por la villa serrana podrás contemplar estas piezas de museo que aún mantienen el músculo activo antes de llegar a Santo Domingo, con nuevo paso por Haro antes de descansar en San Millán.
El miércoles visitarán Baños de Río Tobía y Valvanera y al día siguiente emprenden viaje hacia La Rioja Baja con parada en Los Arcos de Tricio antes de llegar a Arnedo y descansar en Grávalos y cerrar la singladura el día siguiente, cómo no, tras las huellas de los dinosaurios y dejándose seducir por la belleza de Cornago antes de dar paso a la última escala en Contrebia y Aguilar del Río Alhama para cerrar un viaje redondo en el que el turismo pone a prueba las mecánicas de estos pequeños jabatos del motor.
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