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O B D C. En el aula, una maestra travestida enseña la lección a sus alumnos. Una niña lee por su cuenta: abecede. ¡No!, le corrige la profesora señalando la pizarra: O B D C. O B D C. O B D C...
El ... Roto es como esa niña de su propia viñeta, que intenta leer por sí misma cuando quien manda apunta intencionadamente en otra dirección para inculcar todo cuanto el poder necesita que aprendamos: obediencia. Sus lectores, a punto de sucumbir dócilmente al adoctrinamiento masivo -si no hemos sucumbido ya definitivamente-, encontramos a través de ese roto, ese agujero en la pared o en el periódico, una rendija por la que mirar y alcanzar a ver que aún existe detrás un horizonte por el que vale la pena seguir adelante. Y pensar -pensar, sí- si no estaremos contribuyendo nosotros mismos con nuestro marasmo a sostener ese muro. Incluso preguntarnos quién somos en realidad: la niña o la maestra barbuda. ¿Ambas acaso?
Como parecen insinuar su nombre y su heterónimo, Andrés Rábago 'El Roto' (Madrid, 1947) también tiene al menos dos personalidades, profesional y artísticamente hablando, pero entre todas componen un hombre de una sola pieza: una persona con la aspiración de ser libre desde el pensamiento hasta la mano que ejecuta sus actos; un ser humano ayudando a otros como él a intentarlo. O al menos a seguir creyendo que todavía es posible.
Esa esperanza, a pesar de la negrura de su obra gráfica, la más conocida, aflora en la extraordinaria exposición 'El Roto/Rábago. De lado a lado/El lado alado', que Cultural Rioja ha montado en la Sala Amós Salvador con Julio Hontana como comisario. Inaugurada el pasado día 9 por el propio artista, permanecerá en Logroño hasta el 12 de noviembre y ofrece además visitas guiadas y (los sábados 7 de octubre y 4 de noviembre) actividades complementarias. Son contadas las ocasiones en que han podido verse como aquí, confrontadas en un mismo espacio, la obra gráfica de El Roto y la pintura del artista plástico que también es Rábago.
En las paredes conviven una selección de dibujos originales de las viñetas satíricas que a diario publica en El País y una serie de óleos que le muestran como pintor de caballete, más íntimo e inquietante, pero igual de fascinante. Además, varios libros que recogen buena parte de su obra gráfica ('El libro de los desórdenes', 'Camarón que se duerme (se lo lleva la corriente de opinión)', 'Viñetas para una crisis', 'Desescombro', 'Oh, la l'art', 'Vocabulario figurado', 'El libro verde'...).
Y en vídeo, una muy recomendable entrevista grabada para una exposición anterior, 'Un viaje de mil demonios (y un par de ángeles)'. «Todos adoptamos el lenguaje del poder -afirma en ella el artista-. Se han apropiado de nuestras mentes. Tenemos que liberarnos de ese lenguaje y adoptar uno nuevo. (...) Pensar es muy difícil; requiere silencio y olvido para poder pensar cosas nuevas».
«Atravesar la hipnosis»
Brevemente, con las palabras justas, como es su estilo, el propio autor explica en el catálogo de la presente muestra el humanista fin único de la doble militancia creativa materializada en 'El Roto/Rábago. De lado a lado/El lado alado': «Atravesar la hipnosis, un fin común de pintura y dibujo. Dibujar lo que sabes (o crees que sabes), pintar lo que no sabes (pero intuyes)».
Hontana nos ayuda a entenderlo en su ensayo 'Cartografiando la infamia/Armonizando el espíritu': Por un lado -escribe el comisario-, «El Roto cartografía, de lado a lado, el territorio de la infamia que nos asola y, para no desfallecer en su empeño, afina esa herramienta tan efectiva: la sátira. Rastrear palmo a palmo este mundo rebosante de vilezas como consecuencias de los actos que los hombres y mujeres producen en él solo puede tener un objetivo siempre inconcluso: recuperar la dignidad y librar de la podredumbre el espíritu humano».
Y por el otro lado -añade-, «a tenor de las magníficas incoherencias que atenazan nuestras vidas, Andrés Rábago propone otro camino paralelamente a él que incorpora el equilibrio necesario para soportar la zozobra de la existencia. (...) A esta segunda vía de exploración pictórica, ascética e intuitiva -la más trascendente, sin duda-, le ha donado su propio apellido». Es ese lado alado de Rábago el que armoniza el espíritu.
Mirar a través de ese roto para ver otro mundo ahí fuera y también para sentir que quizás seamos nosotros quienes estemos rotos por dentro. Nadie como él para hundirnos en la miseria y levantarnos la moral: Tranquilos, muchachos, los derrotados somos invencibles.
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