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LA RIOJA
Logroño
Miércoles, 21 de noviembre 2018, 10:43
El artista Carlos Traspaderne presenta este miércoles a las 18.00 horas en la Casa de la Imagen la presentación del libro de fotografía 'Riberia'. La publicación, editada por Aloha! y premiada en la XXXI Muestra de Arte Joven de La Rioja, habla sobre un ... país alternativo a orillas del río Ebro.
Se trata de un proyecto de fotografía documental que retrata la particular relación del ser humano con su entorno, en este caso alrededor de la ribera del Ebro. Una relación intensa con el paisaje, que el habitante de Riberia altera a su gusto con una arquitectura vernácula y efímera que se adapta a sus necesidades.
Una exploración de cuatro años por una tierra que existe pero no es, una búsqueda de construcciones casuales a las orillas de las huertas en busca de un arte popular y paradójico. Las fotografías se realizaron con la calma que exige el uso de trípode y cámara analógica de medio formato, en este caso unaHasselblad 500 C/M de 1974. Y entre las referencias, los maestros del documentalismo como Atget, Walker Evans o los New Topographics: serie, frontalidad y neutralidad. Como resultado, un libro con sesenta imágenes prologadas por la referencia del género en nuestro país, Carlos Cánovas.
Se han realizado 200 ejemplares numerados y firmados por el autor en esta primera edición de la que se puede extraer más información a través de la página de la editorial: https://www.alohaeditorial.com/
Carlos Traspaderne (Logroño, 1983) cursó las licenciaturas de Historia del Arte y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Salamanca. Tras realizar diversos proyectos audiovisuales, tanto de ficción como documentales, actualmente es responsable del archivo histórico de la Casa de la Imagen. Entre sus publicaciones, centradas en la fotografía antigua, destaca El archivo de Tánger, crónica de la Gran Guerra (2014).
A modo de sinopsis, 'Un río entre tierras' aborda los procesos de construcción de identidades son «largos, complicados y, mayormente, absurdos».
«Las comunidades humanas no se forman por afinidades selectivas, sino a empellones por (sin)razones históricas, políticas, antropológicas, sociológicas y demás escasamente lógicas», agrega el autor.
Traspaderne explica que «cuando un grupo de gente comparte un sitio más o menos común, tiende a buscar parecidos para liar regiones, naciones, estados, etc, casi siempre delimitados por imposiciones geográficas: mares, cordilleras, ríos. Ríos como el Ebro, un caudal de agua que suele ser complicado de vadear, que para cambiar de lado exige puentes; una obvia metáfora del encuentro voluntarioso de pueblos vecinos».
«Con el término Riberia queremos simbolizar no a entidades separadas por una vía fluvial, sino a los parecidos entre los pobladores de las orillas, que nos permiten el atrevimiento de bautizar así a su país. Si en otros sitios el río ha aglutinado a los habitantes de ambas costas, entre La Rioja, Navarra y Aragón siempre ha sido una trinchera civil que ha separado a aquellos que se parecen más de lo que creen», explica.
«Riberia podría ser el trozo de tierra que baja, ya pasado Logroño, hasta bien entrado Aragón, pasando por lo que podría ser su bicéfala capitalidad: Calahorra y Tudela. Los límites Norte y Sur vienen marcados por el comienzo de La Montaña, como susurran azorados los riberos para referirse a cualquier población sobre el más leve promontorio con césped. Porque Riberia es una tierra llana y roja, moldeada por su gran río en milenios de erosiones. Una cuenca sedimentada con la más rica de las tierras, que de no estar regada por el caudaloso río sería un auténtico solar, un erial como, pongamos, las Bardenas o el Gobi. Esa paradoja nuclear de Riberia se contagia a sus habitantes, formados como su tierra por estratos acumulados de la Historia: íberos, vascones, celtas, romanos, godos, musulmanes y cristianos. Estos últimos acastillaron sus reinos para tejer las fronteras actuales, a pesar de todo lo que unió a los pobladores durante siglos: las tribus prerromanas comunes, la lengua romance navarro-aragonesa o las intensas relaciones comerciales», agrega el autor.
«El ribero somete su terruño con la misma entereza que el Ebro arrastra la zaborra. Sin contemplaciones, transforma su hábitat para adaptarlo a sus necesidades. Toma y readapta materiales sin concesiones a futilidades como la belleza o el buen gusto, practicando la sinceridad que otorga el pragmatismo. Esta forma de moldear el entorno es la seña más directa y contundente de la independencia estética de Riberia, y es la que se ha intentado plasmar en estas imágenes», concluye Traspaderne
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