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Se dice con frecuencia que el silencio es oro. Pero en los monasterios, sus habitantes tienen otra visión menos materialista de la ausencia de sonidos. Para ellos es un bien inmaterial que les ayuda en el recogimiento, la oración y la meditación.
En el monasterio ... de Yuso, en San Millán de la Cogolla, hace ya cinco años que idearon una nueva manera de conocer por dentro el cenobio para los visitantes, el recorrido nocturno y en silencio por su interior. Según señalan en su página web, con este tipo de visitas quieren «dar cabida a otra visión que nos ofrece la noche y acentuar otras cosas como la vida de los monjes o el silencio en que vivían».
Se trata, ni más ni menos, que intentar reproducir la ambientación de estos centros de recogimiento religioso en tiempos en los que la luz no llegaba por cables, sino que había que lograrla por medio de esos ingenios hechos con cera que son las velas. Se trata, como bien dicen los monjes, de «poder encontrarse consigo mismo y convertir ese silencio en comunicación con Dios, entrar en una dimensión hasta ahora desacostumbrada y que entendemos necesaria para crear un contexto totalmente distinto», por lo que añaden su esperanza en que, quienes hagan uso de este nuevo servicio, «salgan de la visita haciéndose alguna pregunta».
Así las cosas, una de las guías de Yuso, Alicia Somalo, explica que cada sábado de agosto hay dos visitas nocturnas, «siempre que haya gente suficiente para hacerlas» y teniendo en cuenta que para poder lograr el ambiente especial que se busca, «como máximo por cada grupo hay 40 personas, y procuramos que no haya niños, ya que uno de los ingredientes indispensables es el silencio».
La visita dura una hora y durante la misma se pueden conocer los mismos lugares que en una visita convencional durante el día, y «algunas otras zonas del monasterio que en la visita de día no se ven». Así, explica la guía, «comenzamos el recorrido por el claustro de los hermanos, que es una zona privada del cenobio donde habitan los monjes y que no se recorre en las otras visitas».
También se accede a otros lugares de forma excepcional como son el refectorio, que es, ni más ni menos, que el comedor común de los frailes y donde «hacemos una lectura, tal y como hace uno de los religiosos en ese lugar mientras el resto come», para lo cual en estas zonas suele haber un púlpito desde el que el religioso realiza la lectura.
Otra de las áreas a las que se accede sólo en estos recorridos nocturnos por Yuso, es al Salón de la Lengua, lugar al que las visitas habituales no llegan y que es una amplia estancia decorada con los escudos y las banderas de los países en los que la lengua castellana es la oficial, y en la que se suelen realizar los actos más solemnes relacionados con dicho idioma.
Luego están otros espacios comunes a los dos tipos de visitas, como son la iglesia, la sacristía y el claustro principal. No obstante, que nadie espere si ya ha visitado antes el monasterio, encontrarse en estos lugares lo que ya había visto con anterioridad, el ambiente en los mismos varía mucho de lo que se ve convencionalmente.
El monasterio de Yuso es, junto al de Suso, la cuna de la lengua castellana. En los textos que ilustran la web de San Millán de la Cogolla, se dice que «las Glosas Emilianenses no indican un momento ni el lugar exacto en que comienza a existir el castellano. Sin embargo, San Millán se ha convertido en el símbolo del nacimiento de la lengua castellana. En torno a su scriptorium, biblioteca y archivo un monje escribe por primera vez, de forma consciente, en el habla del pueblo».
Con ello surgió «el primer pasaje de prosa continua, una muestra de un sistema lingüístico, perfecto en sí mismo, en razón de su utilidad comunicativa, alejado ya de los esquemas latinos».
«Se trata de otra perspectiva completamente diferente, que se la da la iluminación con velas, la decoración y el silencio monacal en el que nos movemos», subraya Somalo, silencio que sólo se rompe en el caso de la visita a la iglesia «donde ponemos canto gregoriano para reproducir más fielmente el ambiente del templo».
La conductora de visitantes señala que, «el objetivo es que resulte una experiencia nueva para los visitantes, más que una visita de tipo histórico, aunque se explican las mismas cosas pero con el silencio y otra tranquilidad distinta para que la gente pueda llegar a sentir cómo eran los monasterios en la Edad Media».
En este sentido indica, que «se habla de las reliquias del santo, se muestran los cantorales... pero con otro ambiente», por lo que no es de extrañar que, como afirma la guía, «la gente sale muy contenta y con esa sensación de tranquilidad que se quiere transmitir con este tipo de experiencias diferentes.
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