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San Millán en penumbra

Durante los sábados de agosto, a las 22 horas, las piedras emilianenses reviven en las noches de agosto en un juego de luces y silencios

Pablo José Pérez

Sábado, 1 de agosto 2015, 13:01

El Monasterio de Yuso, de San Millán de la Cogolla, vuelve a ofrecer desde este sábado la oportunidad de encontrar los silencios de sus muros a través de las visitas nocturnas programadas durante el mes de agosto. Solo cinco días, los cinco sábados del ... mes, se podrá disfrutar de «ese regustito del silencio», como lo define José Luis Untoria, fraile responsable de turismo en San Millán.

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La iniciativa no es nueva, se viene haciendo desde hace cuatro años, aunque «este año solo lo abriremos en agosto por la experiencia del año pasado, en julio, cuando el clima no acompañó. Por eso hemos vuelto al principio, cuando comenzamos este programa». Las visitas comenzarán a las diez de la noche y, si se completa un primer grupo, a partir de las diez y media se abrirá paso a otro paso a otro. Y si, como ocurrió el año pasado, hay un tercero porque a veces la gente se anima, a las once se daría paso al tercero para acabar a las doce de la noche. Todo dependerá de la demanda de la gente.

Grupos de cincuenta

Para facilitar la visita y el necesario recogimiento que se supone a esta experiencia se ha puesto la cifra de cincuenta personas como tope máximo para cada grupo. Pero a veces entran más porque, como explica Untoria, «siempre viene alguno de última hora y claro, venir de noche a San Millán...». «Si no son muchos, cuatro o cinco, los incluimos en el grupo porque los espacios son grandes y como el silencio permite hablar y entender mejor, no hay problema», indica.

Evidentemente visitar San Millán de noche tiene un sentido bien diferente, aunque es difícil «entrar en el pellejo» de la gente para saber que es lo que espera cada uno de estas visitas. En el monasterio no lo saben con seguridad, pero de lo que si son conscientes es que la gente sale muy contenta «porque igual les damos algo que no esperaban». Quien más quien menos ya conoce San Millán y acude con la curiosidad de ver cómo será de noche. Pero el aliciente no es solamente por el estilo que tiene el conjunto monacal, o por las piedras: «Nosotros procuramos ofrecerles algo más y por los comentarios que después aparecen por ahí, en los medios, hay gente que dice que ha respirado y ha encontrado la mística y más cosas», explica José Luis Untoria. «Yo no pretendo tanto porque sería presuntuoso por mi parte, pero lo que sí damos es un poco de vida a las piedras, tratando de meternos un poco en la piel de los monjes de la Edad Media, en la vida que llevaban y en el mundo en el que se vivía», añade.

Con esta iniciativa, la comunidad recoleta ha creado lo que Untoria llama «un 'menú degustación', porque ahora está la cocina de moda en todos los sitios: invitamos a la gente a que experimente el silencio». Reconoce que «es poco tiempo, no puede ser mucho, pero en este mundo de ruidos de vez en cuando necesitamos un poco de silencio, aunque no sea más que para mirar atrás o hacia adentro y poner la cámara al revés».

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Con un tono cálido, el fraile responsable del programa afirma que quieren «crear ese regustito del silencio». Por eso ofrecen a los visitantes un poquito de gregoriano para apreciar cómo oraban y cómo cantaban los monjes. También les llevan al refectorio para que rehagan en la mente esa escena del comedor, con todos los frailes en silencio y el lector arriba. De hecho, en lo que menos se pone el acento es en la historia, en el arte, que es lo que ofrecen en la visita normal diurna. Por la noche «queremos llegar al espíritu», agrega.

90.000 visitantes al año

  • Turismo y hostelería

  • En los últimos años se ha notado la crisis en el turismo, porque no todo el mundo se puede permitir viajar. En cifras redondas, el año pasado vinieron a San Millán unas 85.000 personas, pero lo normal son de 90.000 a 100.000, aunque hubo un pico cuando se declaró Patrimonio de la Humanidad.

  • Poco a poco, se va recuperando el tirón, aunque lo aprecian más los vecinos del monasterio, los hosteleros en ejercicios anteriores mucha gente llevaba su propia comida; ahora parece que la gente regresa a los restaurantes. Las visitas nocturnas apenas son significativas en estas estadísticas, pero «lo mantenemos como un sello de distinción», concluye Untoria.

Juego de luces

Para ayudar a encontrar esos espacios interiores se han creado juegos de luces que han sido preparadas especialmente para las visitas. Incluso rebajan la intensidad de la luz, no para crear un ambiente de miedo o terror, -«en absoluto», rechaza Untoria- sino porque la noche tiene su encanto y es más fácil crear ese clima que pretendemos. Desde ese silencio, desde al coro, casi a oscuras, sentados, la gente escucha un poco de gregoriano. «Nuestra idea es poner el acento en el silencio, pero no tanto en el sentido de privación de palabra, sino para sentir ese silencio como una forma de diálogo con Dios. Por eso, este silencio se convierte en lugar de encuentro», cuenta Untoria, que añade que «no es un lugar de cháchara, por eso les invitamos a que en ese momento hagan silencio y recogimiento para degustarlo».

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La visita comienza por la puerta por la que acceden los frailes, una entrada diferente a la habitual y de allí se pasa al claustro. Allí, ya con la iluminación especial, se visita la sacristía y la iglesia y de nuevo al claustro, «como lugar de paso». A continuación, la visita llega al refectorio (el comedor) y seguidamente al Aula de la Lengua, donde se realiza una proyección que resume lo que significa el monasterio. Con el vídeo finaliza la visita. Aunque, eso sí, «si hace buena noche la gente continúa luego en la plaza charlando o tomando algo en los bares de alrededor», comenta el fraile.

La iniciativa no partió de una casualidad, sino como una reflexión porque «queremos ser una alternativa para los sábados, para aquella gente que no tiene claro qué hacer. En agosto hay muchos lugares de fiesta o de juerga. Y como no todo es así, ofrecemos estas visitas nocturnas».

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