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El ganado pasta en la orilla del lago de La Cueva, en Saliencia, al amparo de las cumbres.
El refugio del oso
VVIAJES

El refugio del oso

GAIZKA OLEA

Jueves, 8 de enero 2015, 23:52

Somiedo es el oso. Las señales no sólo indican que en sus carreteras te puede aparecer una vaca, sino que te advierten del riesgo de toparte con un plantígrado despistado. Pero este valle asturiano colindante con León es mucho más que eso. La despoblación, la dureza del clima y una orografía más apta para escaladores que para urbanitas ha conservado el entorno hasta nuestros días. Si te gusta pasear por lugares poco transitados, este es tu destino, así que GPS te propone tres senderos tan asequibles como espectaculares, aunque hay muchos más.

Lagos de Saliencia

¿Cansado de que la visita a los Lagos de Enol sea como pasear por la Gran Vía en día de rebajas? Tu alternativa son los Lagos de Saliencia; castiga un poco más las piernas, cierto, pero te bastará con unas buenas deportivas y un poco de coraje (15 minutos, 20, a lo más, de castigo) para plantarte en un lugar de ensueño. Los lagos de Saliencia, sobre la muga misma de Asturias con la comarca leonesa de Babia son tres, espectaculares, perfectos, rodeados de picachos, aunque en la primavera, cuando el deshielo, surge alguno más, que desaparece durante el estío.

El paso arranca en el alto de La Farrapona, meta en una etapa de la última Vuelta a España, donde hay un amplio parking. Una pista en descenso te conduce hacia el primer lago, el de La Cueva, de postal. Ahí arranca la subida que te conduce hacia la antigua explotación minera Santa Rita, que estuvo activa hasta el último tercio del siglo XX. Si hace calor (lleva agua, no hay fuentes), sudarás y tu calzado se teñirá del óxido de hierro, pero en pocos minutos alcanzarás las praderas de Saliencia, donde te esperan los otros lagos.

El primero, el de La Mina, probablemente estará seco, aunque se puede apreciar su extensión (es el más pequeño) gracias a que la humedad imprime verdor a la hierba. Descubrirás más tarde el de Cerveriz, donde pasta el ganado, cerrado por una cadena colosal de montañas. Lo mejor, sin embargo, está por llegar. Si caminas entre las rocas hacia el este unos pocos cientos de metros descubrirás el imponente Calabazosa, hundido en un circo caótico de rocas, la postal definitiva.

Y un secreto: si eran pocos los que tentaron la subida, serán menos los que te acompañen. Este último lago está tan escondido que no lo verás salvo que te empeñes en buscarlo. Y, entre las peñas, encontrarás algún lugar perfecto para el bocadillo y una buena siesta. Porque luego merece la pena seguir caminando, esta vez hacia el oeste, hacia las praderas, siguiendo una pista casi llana o pisando la suave hierba alpina.

Por ese camino, acompañado por las esquilas del ganado, en una hora llegarás a un mirador sobre otro valle, el de Lago, y desde las alturas podrás encontrar ese lago que da nombre al valle (Valle de Lago), el más grande de Asturias. La vista es extraordinaria. Si te desplazas en grupo y puedes contar con dos coches, es aconsejable dejar uno en La Farrapona y otro en la aldea de Valle de Lago, para ir de un punto a otro, aunque la caminata es ya más exigente (alrededor de cinco horas). Si no te dan las piernas o no puedes contar con ese segundo coche, sigue leyendo.

El lago de Valle

Al lago del Valle se llega saliendo de Valle del Lago, como te decíamos... en un alarde de economía toponímica. La aldea es atravesada por una carretera que se transforma en una pista abierta únicamente para maquinaria agrícola. Es un grato paseo de unos ocho kilómetros (más otros tantos de vuelta) en ligero ascenso entre campas bien cuidadas que abastecen de pasto al ganado de los campesinos. El recorrido es completamente diferente al que nos ha llevado a Saliencia, ya que te hallas en un territorio sometido por la mano del hombre, 250 metros por debajo de las praderas, donde la nieve invernal y la insolación veraniega frenan el crecimiento de la hierba.

La caminata, de un par de horas, sólo tiene tres puntos exigentes y los distinguirás desde lejos: la tierra apisonada ha sido sustituida por el hormigón, más fiable para ascender con el tractor. No te apures, porque estos tres trechos situados casi al final te exigirán 10 minutos de esfuerzo cada uno, y el premio merece la pena. Al finalizar la última pendiente te toparás con el muro construido para aumentar la capacidad del lago.

Es un sitio de ensueño si hace sol, y si se extiende la neblina esperarás ver la mano de la ninfa que ofrece la espada Excálibur a Arturo. O quizá es que has visto demasiadas películas, aunque es un lugar en el que la imaginación se desata. Un islote rocoso, una borda de pastores y el muro de montañas que rodean el lago hacen el resto.

Un aviso: durante el paseo te puede asaltar la tentación de cruzar alguno de los cerrados que guardan el ganado. Por lo visto no serías el primero, ya que uno de los pastores ha colgado bien a la vista un cartel en el que avisa que su toro Brinco recorre la finca de punta a punta en unos pocos minutos. Y tú, no.

A las brañas

Hasta ahora hemos disfrutado de los paisajes, con lagos, picos, praderas... Es un buen momento para introducirnos en las duras condiciones de vida de los somedanos y conocer las brañas, las praderas de altura a las que los campesinos llevaban al ganado en verano y donde se quedaban en sus modestas chozas. De la aldea de Villar de Vildas parte una pista encajada en el valle y en permanente ascenso entre densos bosques de hayas.

La caminata hasta La Pornacal, unos cinco kilómetros, te ayuda a conocer un poblado formado por 32 cabañas (teitos), con sus paredes de piedra y sus tejados de escoba. Allí vivían los pastores con su ganado en unas condiciones tan duras que apenas somos capaces de imaginar, nosotros, paseantes de fin de semana. Pero merece la pena seguir, pues poco después de localizar una fuente con su abrevadero se abre ante nuestros ojos un espectacular valle que invita a reanudar la marcha.

El camino es ahora más suave y nos conduce hacia los picos, hasta que la pista gira hacia la derecha, a la altura de una cascada, y nos lleva a la Braña Vieja (siete kilómetros), donde encontraremos otra aldea de teitos. El camino sigue y parece tentarnos para cruzar a León, pero el caminante debe ser, ante todo, consciente de sus debilidades.

El valle no dispone de una gran oferta de alojamiento, que se limita a algunas casas rurales esparcidas por sus aldeas. Lo más aconsejable es alojarse en Pola de Somiedo, el centro de la comarca, desde donde se accede fácilmente a los principales destinos. Es un pueblo con los servicios necesarios (incluida una gasolinera) y algo de animación. Casa Miño cuenta con un hotel y apartamentos emplazados en el centro de Pola. 985763730

www.hotelcasamino.com.

La comida es cosa seria en Somiedo: sencilla, casera y contundente, con predominio absoluto de las carnes y, en temporada, de la caza. El restaurante del hotel Valle de Lago, en la aldea del mismo nombre, a 10 kilómetros de Pola de Somiedo, es un buen ejemplo. Y una cosa más: sigue la pista de la furgoneta del panadero que recorre la comarca con sus delicias: empanadas rellenas, bollos preñados y pan de verdad, del de antes. Fantástico.

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