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'Wu Assassins' acaba de estrenarse en Netflix, una de esas series para ver mientras haces otras cosas, como el 80 % de la oferta disponible en las plataformas online. Virtud o defecto, según como se mire, invita a desconectar cuando los personajes interactúan hablando de ... un rosario de banalidades -por ejemplo, sus traumas de manual- que permiten que avance una trama mínima. Lo que importa de verdad son los golpes, todo lo demás es relleno. Los que ven las series a doble velocidad, o más, están de enhorabuena. Es difícil dar la razón a un comportamiento tan irracional, ver una pieza audiovisual a cámara rápida no focalizando tu atención, pero convencer de lo contrario con producciones como la que nos ocupa, especialmente anhelada por los aficionados al cine de acción, se antoja complicado.
El consumo rápido e inmediato de piezas audiovisuales, propia de sujetos que se autodefinen como seriéfilos, es un síntoma más de una sociedad incapaz de concentrarse que lo quiere devorar todo esforzándose cuanto menos mejor. Como si una de las metas en la vida fuese estar al día sin estarlo, superficialmente, apreciando más la cantidad frente a la calidad, fomentando el consumo multipantalla a discreción, sin criterio de selección. «Es mala pero entretiene», «es una tontería pero me ha enganchado» o «no me mata pero me la he visto entera para saber el final» son justificaciones verbales al orden del día.
El protagonista de 'Wu Assassins', el actor indonesio Iko Uwais, es lo mejor del conjunto, aunque el reparto femenino se lo come en más de una secuencia sin necesidad de enseñar los puños, a base de carisma (ahí está Katheryn Winnick, vista en 'Vikingos' o 'Polar', aquí una policía encubierta en Chinatown). 'Warrior', directa competidora, con el mismo público potencial, le queda lejos. La serie de HBO es más consistente y tanto los personajes como el argumento dan bastante más de sí, a pesar de jugar igualmente con los lugares comunes del género de acción. La novedad de Netflix recuerda a ratos a 'Iron Fist', cuya segunda temporada acababa muy alto al ceder el protagonismo definitivamente a los roles secundarios, mucho más interesantes y mejor interpretados que el popular superhéroe. Una pena que la incomprendida adaptación a imagen real de las hazañas de Puño de Hierro se cancelase tan rápido, con la excusa de la llegada de Disney al negocio del 'streaming' y la complicidad del grueso de los fans fatales de Marvel.
Más blanda, con la intención de llegar a un mayor público, 'Wu Assassins' también puede recordar en algunas agitadas escenas a la película 'The Night Comes for Us', con cierto toque fantástico y una dosis de violencia sanguinolenta notablemente rebajada. Aquellos espectadores que la descubrieron en Netflix, y no están acostumbrados a este tipo de cine, pueden introducir ambas producciones en el mismo saco. El filme se anunció como la propuesta más salvaje del festival de Sitges y cumplió con las expectativas. Dos horas de ultraviolencia sin descanso, insoportable si no se degusta teniendo claro que estamos ante una ficción con golpes a porrillo. La sangre salpica prácticamente cada secuencia de un filme de acción desbocado que se mira en 'The Raid' (estrenada en su momento directamente en formato doméstico bajo el fallido título en castellano de 'Redada asesina'), ya un clásico de las artes marciales. Tres títulos citados en un mismo párrafo que comparten un nombre en el casting, Iko Uwais, actor fetiche del género en la actualidad -hasta tuvo un cameo en 'Star Wars: El despertar de la fuerza'- con obras de culto al mamporro como 'Milla 22', 'Triple amenaza', 'Headshot' o la secuela de 'The Raid'.
Wais encarna a un chef que trabaja con una food truck en las calles de San Francisco. Su vida cambia por completo cuando le anuncian que es el último elegido de una tradición de luchadores de excepción. Con sus poderes místicos tiene que acabar con una amenaza prácticamente sobrenatural. Mil monjes se sacrificaron para ceder sus conocimientos y energía al protagonista del enredo, un cocinero en apuros. 'Wu Assassins' puede entenderse como una serie de superhéroes, aunque el envoltorio no sea exactamente el mismo. Los efectos visuales son resultones, por los pelos, a diferencia de un guión con escasa fuerza. Las peleas son lo más destacable, rodadas con afán explicativo, sin montajes acelerados. Stephen Fung, director de algunos episodios de 'Into the Badlands', está detrás.
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