'Veneno', entre la ternura, la nostalgia y lo descarnado
Miniserie ·
Basada en la biografía escrita por Valeria Vegas, '¡Digo! Ni puta ni santa: las memorias de la Veneno', la serie de los Javis recorre el periplo vital de Cristina Ortiz desde que fue descubierta en los años noventa en televisión hasta su muerte
A mediados de los noventa la irrupción de Cristina Ortiz (Almería, 1964 - Madrid, 2016), en los televisores de los hogares españoles fue todo un fenómeno. La Veneno no solo rompía estereotipos y diluía las ideas preconcebidas en el espectador medio, sino que a ... través de su desparpajo y naturalidad ponía sobre la mesa asuntos aún tabú para la sociedad en aquel momento -hay quien diría que todavía lo son- como la transexualidad y la prostitución. De la noche a la mañana, la almeriense se convirtió en una de las estrellas catódicas del momento. Tras su paso por varios programas de televisión y hacer sus pinitos como actriz, tanto en series como en cine para adultos, en 2003 acabó en una prisión masculina por tratar de estafar al seguro de un piso. Salió en libertad en 2006, con notable deterioro físico y 122 kilos de peso. Poco a poco fue encauzando su vida, retomando su actividad en las televisiones. El 9 de noviembre de 2016, casi un mes después de presentar sus memorias, '¡Digo! Ni puta ni santa: las memorias de la Veneno', escrito por Valeria Vegas, la mujer fallecía de forma accidental a causa de una caída en el baño provocada por la ingesta masiva de pastillas (Trankimazin) y alcohol.
Precisamente, de entre las páginas de esa biografía surge 'Veneno', la nueva serie escrita y dirigida por los Javis (Javier Calvo y Javier Ambrossi), cuyo primer capítulo, 'La noche que cruzamos el Mississipi', ya está disponible en el apartado premium de la plataforma Atresmedia Player. A diferencia de 'Paquita Salas', en el que la comedia es el motor de la acción, 'Veneno' se podría etiquetar como una mezcla de drama y comedia que aborda la figura de una de las personas más queridas de la comunidad LGTBI desde que fue descubierta en un programa de televisión hasta su ocaso. El episodio es una hora brillante, que se mueve entre la ternura, la nostalgia y lo descarnado de los bajos fondos.
La genialidad estriba en que el tándem de creadores se ha escapado de la estructura clásica del 'biopic' y ha configurado la narración bajo dos líneas temporales. La primera navega por las procelosas aguas de los noventa, y pone el foco en Faola (Lola Dueñas), una periodista de raza que se ha incorporado a 'Esta noche cruzamos el Mississippi' antes de que acabara su baja por maternidad, temerosa por la llegada a la redacción de una nueva periodista, Machús (Ester Expósito), más joven y, al parecer, algo trepa. La segunda arranca justo diez años después, en 2006, cuando al salir de la cárcel, Cristina decide rehacer su vida en Valencia. La ficción sigue entonces a un joven estudiante de periodismo, fan absoluto e incondicional de La Veneno, que sale, junto a su amiga Amparo (Mariona Terés) a la búsqueda de su mito de la infancia, cuando descubre que está por Valencia. Un joven que al final resulta llamarse Valeria (Lola Rodríguez), la escritora de las memorias.
Es una estructura muy efectiva para mostrar, a través de los saltos temporales, esos dos momentos de una vida llena de luces y sombras. Visualmente imponente, la narración en los noventa está marcada por esas reuniones, en la espesa niebla del humo de los cigarrillos, en los cuarteles de Telecinco, en las que Pepe Navarro (Israel Elejalde esta sublime, sin caer en la imitación) organizaba y decidía los contenidos de aquel cajón desastre, que escandalizó y entretuvo a la población a partes iguales. Es un paseo entrebambalinas por el programa que lo revolucionó todo y que puso en marcha los 'late nights' en la televisión española. Asustada por el empuje de la juventud, necesitada de un tema que vuelva a ponerla en el candelero, Faola, en compañía de su cámara Pablo (Jordi Vilches) acaba desplazándose hasta la zona en la que se prostituyen las transexuales. Y ahí, despampanante, aparece La Veneno (Daniela Santiago), una estrella y una luz entre los bajos fondos de una Madrid irrespirable.
Más tierna y nostálgica, en cambio, se presenta la segunda línea temporal, donde el espectador asiste a las dudas un chaval que no se atreve a dar el paso que su cuerpo y su cabeza le piden ya y que siente en la nuca el desprecio de quienes son incapaces de comprender que la naturaleza, a veces, juega malas pasadas. El dúo conformado por Valeria y Amparo es, simplemente, una delicia y deja reflexiones para la posteridad, como esa que dice que la vida es como el 'Snake', el videojuego de la serpiente, que no hace más que comer y engordar, mientras la dificultad sigue aumentando. Que Paca La Piraña, amiga de La Veneno, se interprete a sí misma no hace sino acercar el tono de la historia al documental, dejando un poso de realismo y emoción certeros y cercanos, sin apenas caer en el sentimentalismo.
Dicho esto, 'Veneno' no evita la comedia. Tiene pasajes realmente espléndidos, guiños como ese cameo de La Zowi, interpretando a Sonia Monroy, cuando la joven se dedicaba a bailar tras las cortinas del programa de Pepe Navarro, o ese primer encuentro de La Veneno con la periodista -«Soy como la Pocahontas, pero con tiburón»- y homenajes a la cultura bakala de la Valencia de los dosmiles, como cuando la pareja de amigas va a la búsqueda de La Veneno por la zona de la prostitución con un coche 'to tuneao', que dirían Los Ganglios.
Pero más allá del chiste, la serie toca, y muy seriamente, temas que preocupan a un colectivo que aún hoy en día debe luchar para verse integrado plenamente en la sociedad, como es la manía de asociarlo a la prostitución -es realmente angustiosa la visita de Faola a la zona y su resolución-, las inseguridades de quienes afrontan el cambio de sexo, el drama y el estigma que supone para muchas familias. Y se hace preguntas de difícil contestación: «¿Abusaban de la vulnerabilidad de estos personajes o la salvaron dándole la oportunidad de su vida?», narra Valeria apuntando a la responsabilidad de los medios de comunicación para marcar la línea entre lo socialmente aceptado y lo que no lo es.
Apuntalada por la banda sonora de Julio de la Rosa -el tío nunca falla-, los Javis tienen aquí otra joya entre manos que solo puede crecer y crecer.
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