Borrar
Imagen promocional de Killing Eve
'La Tigresa' vuelve a matar en la televisión

'La Tigresa' vuelve a matar en la televisión

El creador de la serie 'Killing Eve' confiesa que se inspiró en la exetarra Idoia López de Riaño para crear el personaje de su asesina psicópata

ÓSCAR BELTRÁN DE OTÁLORA

Viernes, 29 de mayo 2020

Idoia López de Riaño, conocida como 'La Tigresa', durante su época de militancia en ETA, no se sentirá cómoda por las recientes declaraciones del escritor británico Luke Jennings. Jennings es el autor de las novelas que han inspirado la serie de éxito 'Killing Eve', en la que una psicópata asesina a sueldo se enfrenta una agente de los servicios secretos británicos obsesionada en capturarla. En una entrevista reciente, el novelista confesó que a la hora de crear al personaje de Villanelle, la criminal amoral, se basó en historias que había leído sobre la terrorista vasca.

Esta afirmación ha provocado que un buen puñado de periodistas británicos se pongan tras la pista de esta antigua terrorista, que desde que salió de la cárcel hace tres años tiene una obsesión enfermiza por llevar una vida de discreción, desaparecer del radar e intentar iniciar una vida en la que no se le recuerde su pasado.

Pero las declaraciones de Jennings han puesto sobre la mesa otro tema, además del relativo a la vida actual de López de Riaño, y es del de la capacidad de la ficción para banalizar la maldad, al convertir la violencia en algo atractivo, hipnótico. El propio Jennings, crítico de danza en un periódico británico, escribió un artículo para 'The Guardian' en el que narraba como había asistido fascinado a un foro de internet de admiradores de su asesina que se sentían «salvados» por una psicópata de ficción. La artista que ha adaptado las novelas a la serie, Phoebe Waller-Brigde -la creadora de 'Fleabag'-, también declaraba sentirse atrapada por una criminal «oscura, cruel, sexy, glamurosa, sucia, épica, todo al mismo tiempo».

Idoia López de Riaño (izda.) y Jodie Comer, actriz que interpreta a Villanelle (dcha)

La ficción del siglo XXI se basa, más que en otras épocas, en la creación de monstruos para captar la atención del público, buscar una identificación con esos personajes y garantizar así que los televidentes se hagan adictos a la serie. La lista de ejemplos es interminable. Desde el mafioso Tony Soprano, hasta el fabricante de drogas Walter White, en 'Breaking Bad', o el Thomas Shelby de la banda de los 'Peaky Blinders'. La cultura popular creada en torno a las series de televisión se basa en personajes amorales, violentos y en los que el crimen es un aspecto normal de la vida, como ir a la oficina para un contable. Y ese lado oscuro fascina. Mikel Labastida ha contado en esta sección como el público de 'Breaking Bad' estaba tan enganchado a la maldad asesina del protagonista de la serie que inició una campaña contra la actriz que en la ficción encarnaba a la esposa que trataba de salvar al malvado. Los mecanismos de la ficción y la ética parecen estar reñidos. Se mitifica a estas criaturas de tal forma que hay quien lleva con orgullo su imagen en la camiseta pese a que son personajes que pueden disparar en la nuca a un rival sin inmutarse. El problema se plantea cuando están inspirados en una persona real que sí disparó a sus víctimas sin pestañear.

La historia de 'La Tigresa' no tiene nada que ver con la glamurosa asesina de 'Killing Eve'. Jennings ha confesado ahora que decidió crear el personaje de su asesina cuando leyó la historia de una terrorista -López de Riaño- que llegó tarde a un atentado por pararse a contemplar el escaparate de una tienda de moda.

Es difícil encontrar una terrorista de ETA que haya tenido una exposición pública como López de Riaño. El narcisismo de la exetarra unido al morbo que generaba su imagen han creado a su alrededor una imagen de 'viuda negra', en la que los detalles sexuales han tapado el fracaso vital y la estupidez del personaje, reconocido por ella misma en una carta que hizo pública antes de salir de la cárcel. Fue su compañero en el 'comando Madrid', Juan Manuel Soares Gamboa, quien vertió en un libro todo tipo de historias contra López de Riaño, con la que cometió decenas de asesinatos. Así se conoció la anécdota de la tienda de ropa que encandiló a Luke Jennings, pero también que se paseaba con pantalones ceñidos y chupa de cuero por las calles de Argel -donde estuvieron ocultos- con lo que conseguía que le persiguieran por la calle decenas de musulmanes. Una patada a la vida clandestina. Soares Gamboa describió a una asesina obsesionada por su pelo y por su aspecto. En algunos medios, se había narrado antes que 'La Tigresa' se acostaba con agentes de la Guardia Civil para sacarles información -algo que ella siempre ha negado- y se le había descrito como una ninfómana con compulsión por matar.

De los cartas de López de Riaño se desprende una historia distintas. «Me metí en ETA muy joven, llena de ideas románticas e idealistas y los que me captaron supieron enseguida cómo hacerme elegir: 'con nosotros puedes salvar a un pueblo'. Así de estúpidamente me dejé llevar», escribió en 2017. En sus textos se intuyen los complejos de una hija de inmigrantes -su familia procede de Palencia- que crece en el ambiente de nacionalismo radical de Rentería. Asimismo, su condición de mujer le obligaba a buscar el respeto de los asesinos machos alfa comportándose con mayor crueldad y arrojo que sus compañeros. Soares Gamboa, de nuevo, cuenta que cuando ella llegó al 'comando Madrid' y le dijeron que había que asesinar a guardias civiles se negó. «Yo he venido aquí a matar generales», replicó. No era más que una mente débil y una personalidad infantil que creyó que la violencia compensaría sus traumas.

'La Tigresa' es responsable de 23 asesinatos. Como la mayoría de los etarras que decidieron dejar la violencia, no fue hasta haber pasado varios años en la cárcel que inició el camino para dejar su militancia en ETA. Fue detenida en 1994 y hasta 2010 no comenzó a mostrar su arrepentimiento, cuando era ya evidente que la organización terrorista no podía hacer nada por sacar a sus presos de la cárcel. Cuando en 2017 salió finalmente de prisión solo tenía una obsesión: desaparecer. En las puertas del centro penitenciario de Zaballla montó un show ridículo al pasar de una furgoneta a la moto de su novio para que los fotógrafos no la pudieran inmortalizar en imágenes.

Salida de la cárcel de Zaballa de Idoia López Riaño

Y luego se sumergió en la niebla. A su entorno le había hecho llegar la intención de cambiarse de nombre para iniciar una nueva vida y les había comentado sus intenciones fantasiosas de abrir distintos negocios con presas con las que había compartido celda. Ella era consciente de que su pasado le cerraba muchas puertas. Con 55 años -más de treinta de ellos pasado en la clandestinidad- lo único que había conseguido en la vida era una leyenda criminal.

La ficción lo tiene muy difícil para construir una épica adictiva con estos mimbres. La verdad histórica siempre es más lamentable y patética, en especial, en las tramas relacionadas con el terrorismo. Otra cosa son las anécdotas, el gramo de realidad como el que sirvió a Luke Jennings para inventarse un personaje. Pero lo más interesante es que en la vida del escritor británico si se había cruzado con anterioridad esa nauseabunda realidad del horror organizado. El autor escribió un libro 'Blood Knots: on fathers, friendships and fishing' (Nudos de sangre: de padres, amistad y pesca) sobre su relación con Robert Nairac. Nairac, el gran misterio de los crímenes del IRA.

El creador de 'Killing Eve' tuvo como mentor en sus años de escolar -le enseñó a pescar y el arte de la cetrería- a Robert Nairac, un profesor de historia que acabaría en el Ejército y más tarde como agente de inteligencia en Belfast, en los años de terror del IRA. Este militar fue secuestrado, torturado y asesinado por el IRA. Su cuerpo jamás ha aparecido y algunas historias afirman que sus captores lo hicieron desaparecer en una máquina de triturar carne para perros. Así son los psicópatas. El IRA jamás ha revelado el paradero del cadáver y décadas después de los acuerdos de paz la reclamación sobre el destino del cuerpo sigue en pie. En 1990 los Gobiernos de Gran Bretaña e Irlanda crearon una comisión independiente para localizar a las víctimas del IRA cuyos restos jamás han aparecido. Son 16 personas asesinadas por ser agentes infiltrados, terroristas acusados de traición o de robar armas a sus jefes o simples civiles a los que se mató por error al confundirlos con alguien.

Robert Nairac

En ETA hay un caso similar al de Nairac. El de los tres jóvenes gallegos a los que la banda secuestró, torturó y asesinó en el País Vasco francés en 1973. Humberto Fouz, Jorge García y Fernando Quiroga habían acudido a ver en un cine de Bayona 'El último tango en París', prohibida en España, y los asesinos les confundieron con policías. ETA jamás ha querido reconocer su relación con el crimen y mucho menos revelar el paradero de los cuerpos. Pero con esta realidad sí se ha podido construir una ficción ejemplar. En 2019, el escritor español Adolfo García Ortega escribió 'Una tumba en el aire', la estremecedora recreación de las últimas horas de vida de los tres chavales y sus asesinos. Es un libro indispensable por la humanidad con la que se recrea ese momento tan oscuro. Aquí pueden acceder a las notas personales del autor, su interesante trabajo de investigación para preparar la novela, editadas por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. La lección del trabajo de García Ortega, frente a la maldad hipnótica de las series de televisión, es que la ética es necesaria para que la ficción no se convierta en una redención maligna de los criminales. Para evitar la fascinación por la maldad hay que pensar en el ser humano que está en el punto de mira la pistola y no en quien aprieta el gatillo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja 'La Tigresa' vuelve a matar en la televisión