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'Somos la ola': la juventud contestataria low cost
Primera temporada ·
Se vende como la serie revolucionaria del momento, pero todo es un espejismo. 'Somos la ola' entretiene como producto de evasión pero como manual de lucha se pervierteSecciones
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Primera temporada ·
Se vende como la serie revolucionaria del momento, pero todo es un espejismo. 'Somos la ola' entretiene como producto de evasión pero como manual de lucha se pervierteLas miniseries permiten aliviar la ansiedad de querer verlo todo de manera inmediata. Las listas de seguimiento echan humo y siempre viene bien hacer una pausa centrándose como espectador en un producto con un número de capítulos coherente -lo saben bien las producciones británicas-, sin la necesidad de prometer mil y una temporadas más. 'Somos la ola' cuenta con seis episodios de duración, lo que es de agradecer, aunque no termina de dar lo que promete, sabiendo que parte de una película harto recomendable, la multipremiada 'La ola', escrita y dirigida por Dennis Gansel, basada en hechos reales, en un experimento devastador. Ambos títulos de nacionalidad alemana se preocupan por la necesidad de la juventud de combatir contra las injusticias, como David contra Goliath, partiendo de un grupo de estudiantes que deciden apostar por un futuro mejor, por una revolución de andar por casa que se apoya en la redes sociales para su difusión. Como cabe imaginar, los actos puntuales de boicot y protesta se les van de las manos, así aprendemos la lección mientras nos entretenemos un rato.
'Somos la ola' contiene trazas de la película de partida, pero queda lejos de la desasosegante fábula contraria al adoctrinamiento totalitario original. Se defiende como proyecto de entretenimiento, pero de arma contestataria tiene poco, bastante menos de lo que parece. La revolución se antoja impostada, como mandan los cánones actuales. Se lleva la literatura young adult -¡vaya etiqueta comercial!-, donde reinan las distopias, la lucha contra los poderosos y la alineación. Sin embargo, en el día a día, al pisar la realidad, parece que se nos olvida lo aprendido y nos conformamos con evadirnos de los problemas devorando la ficción, sin tomar apuntes sobre el mensaje, hasta el punto de sobrevalorar un producto diseñado para el gran público como 'Joker', donde los disturbios de la ciudadanía pueden entenderse como una payasada… o todo lo contrario según el gusto del consumidor. Una maniobra de marketing perfecta, cuyo logro no sabe replicar la propuesta que nos ocupa, ya disponible en el catálogo de Netflix. No reprueba la solidaridad de sofá, esa lucha en Instagram, necesitada de miles de likes, que retrataron bien, a modo de metáfora de nuestra sociedad actual, esos selfies pergeñados en las recientes manifestaciones en Barcelona, con el mobiliario urbano ardiendo de fondo. El show debe continuar.
La revolución se tuiteará o no será, o será igualmente un espejismo por obra y gracia de las redes sociales. 'Somos la ola' empieza con fuerza con música de Billie Eilish, pero no se decanta por ofrecer al espectador multipantalla una radiografía interesante de la juventud actual, como la excepcional 'Euphoria', donde casan fondo y forma. La serie alemana tira de clichés desde el primero minuto, presentando al grupo de inadaptados protagonistas: el gordito y la gótica que sufren bullying, el chico malote del que se enamora de la niña pija de turno y un hijo de inmigrantes al que quieren desahuciar, ya está el lote completo. Importa más el culebrón que disertar sobre el verdadero compromiso social. Los encuentros y desencuentros entre los personajes protagonistas y sus relaciones sentimentales y familiares marcan la historia. Pretende ser revolucionaria pero se queda en la estética. Éticamente aplaude el sistema retratando a unos chavales que buscan su identidad de manera superficial, sin profundizar en temas como la destrucción de la conciencia de clase, aunque los desahucios y el racismo están presentes, así como el poder de las grandes corporaciones y el resurgir del fascismo en Europa.
El protagonista, encarnado por Ludwig Simon ('Beat'), va vestido prácticamente igual toda la serie, con una camiseta del St. Pauli, un símbolo obvio. A la hora de repartir las máscaras con las cuales ocultan su rostro para liarla parda, subrayan los roles: la careta de gorila para el joven con sobrepeso y una de Jason, el psychokiller, para la gótica, así con todo… Menos mal que ningún miembro de la banda elige una de 'V de Vendetta' para que lleguen royalties a Warner. También hay escenas bochornosas de colegueo, propias de un anuncio de cerveza de verano, y las secuencias de acción lucen torpes. Afortunadamente, la serie rompe en los dos últimos capítulos, donde logra transmitir emoción, con una endeble trama policial que, a pesar de no sostenerse, aporta cierta dosis de intriga a un conjunto que cojea como cóctel mólotov y funciona mejor si se mira bajo un prisma no ideológico.
'Somos la ola' está disponible en Netflix.
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