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Un fotograma de la segunda temporada de 'Snowpiercer'.
'Snowpiercer': tan irregular como adictiva

'Snowpiercer': tan irregular como adictiva

Segunda temporada ·

La segunda temporada de la serie de ciencia ficción distópica basada en un cómic, que también cuenta con una adaptación cinematográfica, ha concluido con algunos giros de infarto

Lunes, 5 de abril 2021

El pasado martes finalizó la segunda temporada de 'Snowpiercer', a capítulo por semana, excepto los dos últimos. El colofón definitivo pudo disfrutarse de golpe. Los episodios 9 y 10 vieron la luz al unísono, tras siete días de espera. Los cliffhangers al final de cada entrega han sido notables en una sesión tan irregular como su predecesora que ha sabido mantener la tensión gracias a un villano tremebundo, maquiavélico, egomaniaco y sin escrúpulos, interpretado con maestría por Sean Bean -que esta vez no muere pronto, rompiendo el difundido común denominador de su carrera-. Boromir en 'El señor de los anillos' y Ned Stark de 'Juego de Tronos', encarna en esta ocasión, con un carisma sibilino sin igual, al siniestro Wilford, un claro sosias de Trump -ligando esta distopía a la actualidad-, obsesionado con tomar el control absoluto del tren donde sobreviven los últimos humanos sobre la Tierra a base de dar vueltas sobre la misma sin descanso en un viaje infinito. Recordemos que esta historia futurista, quizás a la vuelta de la esquina, tal y como va el globo terráqueo últimamente, parte del cómic 'Le Transperceneige', obra de Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb, publicado en formato integral bajo el título 'Rompenieves' por Norma Editorial por estos pagos. Antes de convertirse en una serie, ofertada en el menú de Netflix, se estrenó en salas una poderosa adaptación con dirección de Bong Joon-ho, encumbrado tras el éxito internacional de 'Parásitos'. Ahí ya figuraba Park Chan-wook, responsable de la genial 'Old Boy', en la producción ejecutiva, labor -inapreciable- que repite en el relato serializado junto al propio Joon-ho, atractivo principal para degustar una producción fragmentada que se aleja del largometraje, que lucía más cuidado visualmente, con un humor negro latente y escenas verdaderamente icónicas (ese vagón que abre sus puertas con incontables sujetos enmascarados armados con hachas dispuestos a mutilar a todo bicho viviente).

Sean Bean, en la segunda temporada de 'Snowpiercer'.

'Snowpiercer (Rompenieves)' (2013), el filme, un buen thriller de acción con toques fantásticos, pudo verse en España en su versión extendida, sin cortes ni censuras. En su momento fue el título más caro de la historia del cine surcoreano, con coproducción estadounidense: cuarenta millones de dólares de presupuesto, recuperados en tan solo diez días de taquilla. En un mundo post-apocalíptico, con ecos de '1984', de George Orwell, y 'Un mundo feliz', de Aldous Huxley, el planeta ha sufrido una terrible helada que ha acabado prácticamente con todo ser vivo sobre la Tierra. Únicamente sobreviven unos pocos elegidos, y algunos polizones, en un largo tren que no puede parar jamás, o el hielo destruirá lo último que queda. El calentamiento global acabó con casi todo. El Rompenieves se mueve en círculos por el mundo, con un motor en perpetuo movimiento, a través de un desierto blanco. Los vagones están divididos en clases sociales, con los poderosos al mando en los primeros puestos, disfrutando de placeres mundanos, y los pobres en la cola, hundidos en la miseria, una metáfora evidente. De esta idea parte también la serie, que estiraba el chicle en su primera temporada, protagonizada por Jennifer Connelly y Daveed Diggs, de por sí con menos pegada que el reparto principal de la versión dirigida por Joon-ho, con Chris Evans, Tilda Swinton, Jamie Bell, Song Kang-ho, John Hurt y Ed Harris.

¿Dónde está Connelly?

Uno de los principales problemas de la primera temporada de 'Snowpiercer' era la falta de carisma del rol interpretado por Diggs, el cabecilla de la revuelta de los colistas. Un revolucionario de corta y pega, al que hacía sombra sin inmutarse su némesis, la líder de la locomotora, papel defendido por Connelly con la exquisitez que caracteriza a la conocida actriz, cuya presencia es casi inexistente en esta segunda sesión (probablemente tenía que cumplir con otros proyectos audiovisuales en paralelo). El personaje de la chica de 'Dentro del laberinto', símbolo generacional, sale del tren para refugiarse en un laboratorio polar en busca de respuestas. Parece que la climatología del planeta puede estar cambiando, regenerándose en algunas zonas. Mientras tanto, en el interior del Rompenieves, en constante movimiento, continúan las traiciones e intrigas palaciegas, las alianzas inesperadas y los golpes de mando tras la llegada de Wilford al frente del Gran Alice. Se acoplaba tan campante en el clímax de la primera temporada, que terminaba muy alto tras un baño de sangre y una heladora escena postcréditos. La ilógica campa a sus anchas con más brío en esta continuación, por momentos delirante, que engancha irremediablemente siempre y cuando nos olvidemos de datos esenciales sobre el funcionamiento de la máquina, retorcidos en pos del espectáculo sin orden ni concierto. Nada de lo que va ocurriendo en el tren tiene sentido desde un punto de vista técnico. Cualquier excusa es válida para que siga la fiesta sobre la nieve. Una vez aceptado el deus ex machina, solo queda disfrutar con los giros de guión, encabezados por la cabezonería de un villano desatado -magnífico Bean, expresivo a rabiar-, que no para de hurgar en las heridas, ideando planes sanguinolentos y rocambolescos para no soltar el volante.

Un fotograma de la serie.

Las referencias políticas, de trazo grueso, están más presentes que nunca en la segunda tanda de 'Snowpiercer', cuya crítica social de manual se mantiene, al igual que el mensaje ecológico. La obsesión de Wilford por tomar el control deviene mesiánica y cruel, erigiéndose como el malvado perfecto para que avance la narración a golpe de efectismos. Los personajes femeninos se muestran más trabajados que en el origen de la serie, ganando fuerza en una trama donde ejercer el poder, ser alguien en la cadena de mando, es el objetivo de casi todo el elenco principal. La motivación perfecta para que fluya el lado oscuro del ser humano: nadie es bueno ni malo a secas, existen zonas grises. Los lazos afectivos intermitentes alimentan un culebrón con violentas escenas de acción, rodadas sin decoro, en un resultado donde conviven el solaz televisivo y el absurdo involuntario. Se replican los errores de la temporada predecesora, pero los guionistas se decantan, sin tapujos, por la sorpresa, el histrionismo de los personajes, algo más complejos, y una montaña rusa de circunstancias sin una lógica interna que muestran un claro énfasis en ofrecer entretenimiento al espectador adicto al formato serializado. Una tercera temporada ya está en marcha, después de una alocada conclusión que deja muchas incógnitas en el aire, entre ellas el paradero de la figura de Connelly. ¿Está viva?

La primera y segunda temporada de 'Snowpiercer' están disponibles en Netflix.

Vídeo. El tráiler de la serie.

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