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Es raro que en una serie juvenil al protagonista no se le olvide ponerse la camiseta durante al menos medio capítulo, o que las relaciones sexuales no formen parte de la mayoría de las tramas, o que no se incida en el uso de drogas. ... Son características que se repiten en las obras de este género que a nadie le extrañan. Lo que nadie había hecho hasta ahora es relacionar esta clase de ficciones con las películas que protagonizaban Ozores, Esteso, Pajares. Vamos a ello.
Este reportaje surge durante el visionado de 'Pajares & CIA', la serie documental que ha realizado Producciones del Barrio, la compañía de Jordi Évole y Ramón Lara, para Atresplayer y que se encarga de reivindicar la labor y el legado del cómico y del que fue su pareja artística durante años, Fernando Esteso. Se habla de las cifras que conseguían en las taquillas, de la capacidad de sus películas de conectar con la actualidad, del destape.
Es en este último punto donde surgen los lamentos -por el modo en que se convertía a las mujeres en objetos destinados a exhibir su cuerpo de manera burda-, las críticas -por la diferente vara de medir entre los papeles de actores y actrices y los físicos de unos y otros- y las contextualizaciones -España acababa de salir de una dictadura y tenía ganas de fiesta y de tetas-.
Es entonces cuando el escritor y cineasta David Trueba realiza una observación controvertida e interesante: «Las series ahora explotan a los jóvenes, que es el pseudodesnudo juvenil más la vida de drogas. Esas series, que ahora tienen mucho éxito, son iguales que el cine de Ozores, es explotar lo que pide la industria de una manera descarada. Son chicas en bragas, chicos en calzoncillos con sus drogas, sus éxtasis... Como en Ozores eran las chicas que enseñaban las tetas», afirma. Es un comentario dentro de la explicación a un fenómeno pasado, no una tesis sobre el audiovisual actual.
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Sin embargo no es la primera vez -ni será la última- que a las ficciones con adolescentes se les reprocha el abuso de desnudos injustificados, la idealización de los cuerpos perfectos y las fantasías alrededor del sexo. Uno de los detalles más comentados del arranque de la segunda temporada de 'Euphoria' fue la acumulación de penes que se dejaban ver en el primer episodio. 'Élite' ha hecho de esto su bandera. En cada tanda de capítulos parece empeñarse en superarse a la hora de mostrar más tipos de relaciones sexuales y afectivas y en exhibir a los intérpretes desnudos. «Yo reivindico la alegría del deseo», afirmaba su creador hace unos días en una entrevista en 'Fotogramas', cuestionada por el modo en que trataba de justificar que en sus elencos solo quepan cuerpos apolíneos: «¿Hay gordos sexys? Ya te digo yo que sí que tengo mi público. Pero, ¿para qué hacerle pasar a los espectadores por el mal trago de verme en la ducha?». Rechaza opinar, para este reportaje, sobre la comparación que hace Trueba entre las pelis de Ozores y la clase de obras que él firma.
¿Son las series juveniles el actual cine de destape?, pregunto. «Comparar las series actuales con las películas del destape de los 70-80 me parece simplista», comenta el escritor y guionista Manuel Ríos San Martín, que firmó la serie juvenil española por excelencia de los años 90, 'Compañeros'. «Estamos en otra época. Aquello era otro momento histórico», apunta Carlos García Miranda, guionista de, entre otras, 'Física y Química: el reencuentro' y 'Los protegidos'. «La ficción juvenil habla de tú a tú a los adolescentes de un tema tan importante como el sexo. Ellos tienen acceso a él a través del porno, donde todo es más explícito. Estas series explican y apuestan por el descubrimiento, son puntos de vista diferentes», matiza.
Manuel Ríos San Martín
Responsable de 'Compañeros'
«Creo que es una una generalización desafortunada, pues cae en el paternalismo y la condescendencia con que muchos abordan los relatos -literarios, televisivos y cinematográficos- destinados al público juvenil, sin distinguir entre ellos y mirándolos desde el prejuicio y como si fueran un todo indistinguible», argumenta Nando López, autor de 'La edad de la ira', cuya adaptación se estrena este domingo, 27 de febrero, en Atresplayer. «La ficción audiovisual juvenil actual intenta contar el sexo desde un lugar narrativo -como sucede con los desnudos en 'Euphoria', que no son solo «chicas en bragas y chicos en calzoncillos», sino que hablan de un tema tan importante como la relación compleja que mantenemos con nuestro cuerpo e identidad- y en el que, en el caso del mundo adolescente, resulta clave para entender a sus personajes», añade.
«El punto de vista ahora además es femenino, el objeto de deseo ha variado. Solo hay que recordar a Mario Casas en 'Tres metros sobre el cielo', el que está sexualizado es el chico», puntualiza García Miranda, que defiende estos relatos porque «tratan de resolver la gran pregunta, ¿quién soy? con los amigos, en el amor y el sexo». «En mi caso, desde luego, habría dado cualquier cosa por ver una escena como la que protagonizan Marcos, Sandra y Raúl en el piloto de 'La edad de la ira'. Seguro que ver algo así me habría ayudado a no callarme y a no demonizarme por mi forma de ser y de sentir. Si hay una edad donde la búsqueda, asimilación y visibilización de nuestra sexualidad es importante es la adolescencia. Y la ficción puede ayudar a ofrecer referentes para que quienes aún sienten miedo o temor porque viven violencias como la machista o la lgtbifóbica en sus entornos familiares y personales, puedan visibilizarse y alzar su voz. Tratar con naturalidad el cuerpo y el sexo forma parte de ese camino necesario hacia una sociedad diversa, inclusiva y respetuosa que aún no somos», aporta Nando López.
«Puede relacionarse con el cine del destape porque en aquel momento ser adulto en una España que venía de tratar con paternalismo a sus ciudadanos en más de un aspecto equivalía a ser un adolescente sexual, con poca práctica, muchas dudas y muchos tabúes», zanja Paloma Rando, guionista y crítica televisiva.
«Existe una mirada mojigata por parte de los adultos, que luego son los principales consumidores. 'Élite' la han visto todos», asume García Miranda. «Vivimos en una sociedad adultocéntrica que mira con desdén todo lo que tiene que ver con el mundo adolescente, incluida la propia adolescencia. Por eso se siguen sin tomar en serio sus problemas, o el grave estado en que se halla la salud mental de una generación que ha vivido dos crisis económicas consecutivas en su infancia y que ahora afronta una pandemia. Por desgracia, se trata a la adolescencia como una ciudadanía de segunda y eso deriva en que tampoco se aprecia la cultura que va dirigida a ellas y a ellos», protesta Nando López. «Quizá hay quien mira con prejuicios estas series porque si se acercara demasiado a ellas se le podrían abrir heridas que no hemos sabido gestionar».
Entendido el fondo de estas obras, vayamos con la forma. ¿Se excede con el número desnudos gratuitos en estas producciones? «Para mí el asunto no es si se abusa de los desnudos, sino si hay algo interesante que contar. El ejemplo más claro es 'Euphoria', una serie estéticamente maravillosa pero un tanto vacía. La he empezado ya tres veces y no consigo que me interese a pesar de lo bien rodada que está y algunas secuencias brillantes. Eso no quita para que haya una mirada mojigata en algunos sectores y también con lo de «en nuestra época lo hacíamos mejor», que no me resulta nada atractiva. «También ahora hay series juveniles interesantes como 'The End of the F***ing World', 'Sex education' o 'Hit'», enumera San Martín.
Nando López
Responsable de 'La edad de la ira'
«Hay series tanto adultas como juveniles que sí buscan en el desnudo un reclamo, pero también hay otras que buscan romper tabúes o incluso contribuir con un discurso favorable contra prácticas tan dolorosas para los adolescentes como el 'body shaming' (burlarse de alguien por la apariencia de su cuerpo). 'Sex Education' o 'Euphoria' son claros y estupendos ejemplos de ello. En el caso de 'La edad de la ira' se ha cuidado mucho cómo se contaba el autodescubrimiento de los personajes y sus diferentes experiencias personales, de modo que no se cayese en el morbo gratuito. Al revés, se ha perseguido una mirada poética y que juega más con la evocación que con lo explícito, pero tampoco en una mirada tramposa y que oculta la verdad», aclara López.
Sobre cómo se muestran las drogas son más discordantes las opiniones. «Se produce un efecto curioso; aunque existe una aparente denuncia en muchas de estas series (vemos a los personajes hechos polvo y con la vida rota), al ser estéticamente tan atractivas creo que generan lo contrario de lo que critican», opina San Martín. «La ficción no normaliza: solo narra. Resulta más fácil creer que una serie normaliza esas adicciones que asumir que vivimos inmersos en ellas, en una sociedad que ha convertido el alcohol o las drogas en algo no solo habitual sino casi deseable, por ejemplo, e intentar cambiarlo», apostilla López.
Lo que está claro es que existe un reclamo real de series con adolescentes y eso se demuestra si se repasa el catálogo de cadenas y plataformas. «Siempre ha ocurrido, sobre todo si se mezclan con tramas de misterio», apunta García Miranda. «Las series con misterio y con mucho ritmo, belleza, drogas resultan atractivas, es indudable. La belleza y el desnudo han estado presentes durante toda la historia del arte. No nos vamos a sorprender ahora de eso. Para mí, lo realmente importante es si detrás de esa estética hay algo que contar», según San Martín.
Sobre esto último habla, de nuevo, David Trueba: «Son productos que se hacen muy a la medida de lo que pide el mercado. Antes el que se dejaba el dinero era un señor carpetovetónico que quería ver a señoras sin ropa, ahora es un público más joven que quieren ver tramas de adolescentes con drogas y sexo transgresor», razona cuando le llamo para contarle lo que me ha inspirado su comentario en el documental de Pajares. «¿Se han enfadado los guionistas por lo que dije?», pregunta. A tanto no han llegado, le aclaro. «No se trata de culpabilizar a nadie, solo pretendía explicar lo que yo llamo «joven explotation». En cada momento el producto de consumo masivo responde a unos parámetros de explotación. El destape era abyecto, pero no podemos negar que hoy hay un pseudodestape», reincide.
David Trueba
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