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Aunque últimamente no lo parezca, hay vida inteligente ahí fuera. Y al alcance del mando. Por ejemplo 'Hacks', un lujo disponible en Max, la plataforma antes conocida como HBO. La serie regresa en una tercera temporada para que podamos recuperar la fe en el ser ... humano. O, al menos, en los buenos guionistas.
El hilo argumental es tan viejo como el mundo: la lucha entre opuestos que acaba convirtiéndose en una amistad cómplice. Deborah Vance (Jean Smart) es una cómica veterana que pasa por horas bajas, y Ava Daniels (Hannah Eibinder) es una joven escritora de comedia que ayuda a Vance a reinventarse. Cada una tiene una mirada tan distinta sobre el trabajo (y sobre la vida) que el conflicto es inevitable.
Pero lo talentoso de la serie es que, lejos de estirar el desencuentro inicial hasta convertirlo en un chicle insípido, lo aprovecha para abordar temas complejos (los límites de humor, la cancelación, el machismo dentro del mundo del espectáculo, la soledad o el precio del éxito) y, sobre todo, para dibujar milimétricamente a las protagonistas a través de sus inseguridades, sus miedos y las dificultades que sufren en sus carreras, de tal forma que se van reconociendo la una en la otra para acabar comprendiendo que son más cosas las que las unen que las que las separan: ambas son talentosas, mordaces y ambiciosas, y si Deborah tiene una vida personal rota por la traición de su marido, que la abandonó por su hermana, y una hija con la que mantiene una tirante relación, Ava se autosabotea constantemente y se regodea en sus fracasos.
Si la primera temporada sienta las bases de la relación entre las humoristas, al final de la segunda nos encontramos con que cada una ha tomado un rumbo: Deborah triunfa con un especial de comedia y vuelve a estar en el candelabro, que diría otra comediante involuntaria, mientras que Ava trabaja como guionista en un 'late show'. Pero, cuando Deborah y Ava se reencuentran al comienzo de esta tercera entrega, se rinden ante la evidencia: no solo son más brillantes cuando escriben mano a mano, sino que, además, se añoran. Y vuelven a trabajar juntas, esta vez con un clarísimo objetivo: que Deborah Vance consiga su ansiado 'late night', aquel para el que hizo un piloto que no llegó a cuajar porque su vida se fue al garete. Y fue el descubrimiento de ese piloto el que llevó a Ava a cambiar su opinión sobre Deborah tras ver su entradilla: «No, no se les ha roto el televisor. Esto es un 'late night' y sí, soy una mujer. Sé que es muy confuso. Mi gestor no sabía cómo facturarlo, y ha puesto 'loca del coño'».
La relación entre Deborah y Ava es complicada, pero el espectador ya la conoce y disfruta de esa dinámica, de esa tensión que ha ido evolucionando desde el enfrentamiento y la desigualdad inicial entre las cómicas hasta la complicidad y el respeto. Ello permite profundizar en las personalidades de las protagonistas y en sus conflictos personales (Ava con su novia, consigo misma y con su madre; Deborah con su hermana y con su hija), y también que adquieran más relevancia personajes secundarios perfectamente imbricados en la serie, en especial otra extrañísima pareja, la formada por Jimmy, el representante de Deborah, y su asistente Kayla (Megan Stalter), un dúo cómico de primera categoría.
Así, esta tercera temporada de 'Hacks' avanza, entre el humor vitriólico y la ternura, que no la ñoñería, hacia el ansiado 'late night' para conseguir algo que parecía imposible: ser aún mejor que las anteriores. Y un remanso de inteligencia en estos tiempos estúpidos.
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