Crítica de 'El cuerpo en llamas': el frío que quema

Según Jorge Torregrossa, director junto a Laura Mañá de 'El cuerpo en llamas', el título de la nueva serie no solo hace referencia al macabro hallazgo, sino también a la pulsión sexual que rodeó al crimen. Además, aquello sucedió dentro de la Guardia Urbana de Barcelona, y aquí, según afirma Torregrossa, hay una tercera referencia a otro cuerpo, el policial, que arde porque pasan «cosas chungas». Un mundo cerrado donde hay machismo, acoso y violencia, aspectos que se retratan con apenas unas pinceladas, pero que son suficientes para contextualizar el ambiente al que pertenecen los protagonistas del triángulo: los asesinos Rosa Peral y Albert López, y la víctima, Pedro Rodríguez.

En uno de los vértices está Rosa Peral, una agente joven y atractiva que fue presentada por los medios como una mujer fatal, una viuda negra que mantenía relaciones con varios hombres a la vez y que se deshacía de ellos en cuanto dejaban de interesarle. Pero la escritura de Laura Sarmiento no es de trazo grueso, no presenta a Peral como a una villana de culebrón, que sería lo más fácil, sino que da a una magnífica Úrsula Corberó la posibilidad de manejarse en terrenos más ambiguos y contradictorios, creando un perfil a partir de sus actos y sus palabras, pero también a través de quiénes la rodean, las víctimas colaterales del crimen: una hija que observa lo que sucede alrededor con una mirada intensísima y unos padres que lo han dado todo por Rosa y que no entienden qué le ha podido pasar.

A la altura de Úrsula Corberó está Quim Gutiérrez, componiendo ese papel de 'tontoelbote' (el mote con el que le llamaba Rosa) y expresando la complejidad de un personaje simpático, un buen tío, pero que es capaz de matar. Ellos dos son los principales protagonistas, junto a José Manuel Poga (Pedro Rodríguez), Isak Férriz, que interpreta al ex marido de Rosa, y Eva Llorach, que realiza un ejercicio de contención en el papel de la comisaria que desentraña el caso.

'El cuerpo en llamas' no solo huye del tono efectista, sino también de las escenas más truculentas: el desarrollo de los hechos es tan escalofriante que no necesita recurrir al morbo. A cambio, la atmósfera inquietante y un tanto triste se consigue a través de una acertada dirección que hace que la serie suba enteros (desde que los mensajes de texto sean dichos a cámara por los personajes hasta planos que nos convierten en mirones), y una desasosegante banda sonora a cargo de Aitor Etxebarria construida a partir de violines y sintetizadores que asfixian, incomodan, angustian. Sumémosle que, al final de cada capítulo, hay una selección de temas melódicos ('Yo no soy esa' de Mari Trini', 'Se nos rompió el amor' de la Jurado o 'El amor' de Massiel) que subrayan el estado emocional de los personajes y conducen hacia una especie de clímax final.

'El cuerpo en llamas' es, en estos momentos, la serie más vista de Netflix en España. Y ha sido la propia Rosa Peral la que ha contribuido a ello al hacer una involuntaria promoción: desde la cárcel en la que habrá de pasar 25 años (20 años le cayeron a Albert López) presentó un recurso para que no se emitiera la serie por vulnerar su derecho al honor. Tras ser desestimado, Peral pide ahora derechos de imagen. Visto lo visto, no nos extraña.