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Catalogan 'Amor sin wifi' como comedia dramática. Pero, aunque la ñoñez del título resulte un tanto risible (el original, 'Dates in the real life', no es mucho mejor), en esta miniserie noruega la comedia no asoma por ningún lado.
Estrenada en Movistar Plus+, creada por ... Jakob Rørvik y galardonada con el Premio a la Mejor Serie en la sección internacional del festival Séries Mania, la historia gira en torno a Ida (Gina Bernhoft Gorvell), una chica de 25 años que vive en Oslo. O en la realidad virtual, para ser exactos: en ese lugar es donde, desde hace tres años, comparte su vida con su novio Marvin (Jacques Colimon), al que no conoce en persona y del que le separan miles de kilómetros. Todo es perfecto en ese mundo perfecto, hasta que Marvin decide salir de él y se enamora de otra chica en la vida real. Desolada, Ida se lanza a vivir ese 'amor sin wifi' del título y comienza a tener citas.
Ida, aparentemente fría, introvertida y con escasas habilidades sociales, no se quiere, no acepta su cuerpo. Pero, en el universo digital, Ida es quien quiere ser, y se construye una identidad que compensa en el mundo virtual lo que no tiene en el real. El conflicto surge cuando fuera, en las calles de Oslo y desprovista de su avatar, comprueba que el amor en los bares de una ciudad no es tan confortable como el que vive conectada a un ordenador.
En ese intento de venganza y de demostrarle a Marvin que lo que había entre ellos era una relación auténtica, Ida sufre los reveses de la realidad, y vuelve de vez en cuando a lo virtual para hallar consuelo en sus amigos, los que la apoyan y la animan. Y es ahí donde reside la principal virtud de la serie porque, si bien formalmente no aporta nada nuevo (la dirección y la forma de confrontar en imágenes el mundo virtual y el real carecen de originalidad), no cae en la moralina de manifestar que las relaciones digitales no son verdaderas relaciones. De esta forma, 'Amor sin wifi' nos ahorra el maniqueísmo de considerar lo virtual como falso y lo real como deseable al mostrar que se pueden cimentar vínculos sinceros dentro del ámbito digital. Pero, en el fondo, y a pesar de su final, la serie deja un extraño sabor de tristeza al preguntarte qué tipo de sociedad es esta en la que, por miedo al rechazo y al fracaso, buena parte de una generación opta por experimentar la vida dentro de un entorno controlado. Y eso no tiene nada de comedia.
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