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Ricky Gervais dirige y protagoniza la segunda temporada de 'After Life'.
Ricky Gervais nos hace llorar (y no de risa) en la segunda temporada de 'After Life'

Ricky Gervais nos hace llorar (y no de risa)

En la segunda temporada de 'After Life', una serie sobre el duelo y la devastación tras la muerte de un ser querido, el registro dramático se impone al humor bestia marca de la casa

Domingo, 26 de abril 2020

El año pasado descubrimos que Ricky Gervais tenía su corazoncito gracias a 'After Life', cuya segunda temporada acaba de estrenar Netflix. El cómico que en sus series, películas, monólogos y presentaciones de galas siempre ha jugado a incomodar al personal atreviéndose a reírse de tabúes mucho más allá de lo políticamente correcto se atrevió a dirigir y protagonizar una serie sobre el duelo tras la muerte de un ser querido.

Gervais encarnaba en un nuevo registro a un periodista de un villorrio inglés devastado tras el fallecimiento de su mujer a causa del cáncer. Un viudo amargado y misántropo, que odia tanto a sus semejantes como su trabajo en un periódico local gratuito que nutre sus páginas de anécdotas chorras de los vecinos. Si en la primera temporada su estrategia de supervivencia pasaba por decir todo el tiempo lo que pensaba y estar de vuelta de todo ya que no tenía nada que perder, en los seis nuevos episodios de media hora se propone hacer un poco más agradable la vida de quienes tiene alrededor.

'After Life' avanza a un ritmo sosegado a semejanza del pueblecito británico donde transcurre la acción, una idílica comunidad donde, en apariencia, no pasa nada. El protagonista continúa con su vida anodina, levantándose cada mañana sin saber muy bien para qué, dando de comer a su pastor alemán y yendo a una redacción donde nadie parece hacer gran cosa. Sigue castigándose viendo los vídeos de su mujer en el portátil, recordando lo feliz y plena que era la vida juntos. Bebe más de lo deseable y sigue teniendo presente la idea del suicidio.

Esta segunda temporada desarrolla personajes secundarios como su cuñado, director del diario, que atraviesa la separación de su mujer y que acude a sesiones de un psicoanalista cafre y machista que se reserva los diálogos más bestias de la función: «Hoy me he despertado cubierto de kebab y fluido vaginal» y perlas así. Un divertido impresentable que le anima a tener sexo con otras mujeres e invita a acompañarle al pub con sus amigotes.

También conoceremos un poco más a sus compañeros en el periódico, la chica india que sigue viviendo con sus padres con más de 30 años, la publicista que busca un hombre desesperadamente o el lacónico fotógrafo que le acompaña en su periplo a la búsqueda de 'exclusivas', como una anciana centenaria a la que ha felicitado la reina Isabel y que no encuentra ningún motivo para seguir viviendo o un padre de familia cincuentón que se viste como una niña de ocho años.

Ricky Gervais y la mujer en el banco del cementerio que le sirve de confidente (Penelope Wilton).

Gervais sigue teniendo como confidente-psicoanalista a la mujer que acude en el cementerio a estar junto a la tumba de su difunto marido. Y continúa la tensión sexual no resuelta con la enfermera que cuida de su padre enfermo de alzhéimer en la residencia a la que acude a diario. Ella le gustó desde que la vio por primera vez, pero el idiota de él piensa que iniciar una nueva relación sería serle infiel a su mujer. Que el dueño del deficitario periódico quiera venderlo añade más zozobra al conjunto.

Ricky Gervais tenía el temor cuando estrenó 'After Life' que parte de su público no entendiera que, por primera vez en su humor, se atreviera a explorar la melancolía. «Pensarán que la serie es morbosa, mezquina o negativa. Pero espero que vean lo positiva y alegre que es. En definitiva, como la vida misma», reflexionaba. El Gervais de siempre sigue estando presente, el gran cínico que se ríe del personaje del psicoanalista o del terapeuta sorbemocos que imparte clases de yoga.

Sin embargo, ese eterno sarcasmo no le impide ver al protagonista que intentar aliviar las miserias ajenas puede resultar terapéutico, que ser un eterno gruñón no conduce a ningún lado. Porque su certeza y a la vez mayor miedo es que era su mujer en vida la que le impedía ser un amargado, una vez muerta ya no tiene que disimular.

La segunda temporada de 'After Life' no se corta en jugar el registro sentimental, e incluso directamente dramático con Gervais arriesgándose a llorar frente a la cámara desarmando al espectador. Actúan como bálsamo los destellos de humor destroyer, como las inconveniencias que suelta ese compañero friqui que presume de autosodomizarse. No funciona por demasiado excéntrica la relación entre la prostituta y el cartero y el personaje de la chica india pide a gritos más desarrollo.

 Tiene mucho mérito concebir una serie para hablar de la ausencia y la devastación con un personaje de luto por el que es fácil sentir empatía, aunque sea un grosero nihilista que no encuentra ninguna razón para vivir, consciente de la mediocridad del mundo que le rodea. La bondad de los otros resulta conmovedora, nos enseña Gervais, que apuesta por la empatía por unos 'losers' que, como todos nosotros, solo quieren querer y ser queridos.

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