'Ragnarok' naufraga entre dioses nórdicos
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La incursión de Netflix en la mitología nórdica termina siendo una mezcolanza extraña que cae, sin pretenderlo, en la parodiaAsier Manrique
Lunes, 17 de febrero 2020
Netflix ha unido la mitología nórdica y el drama adolescente en una serie titulada 'Ragnarok'. ¿Podía salir algo mal? Sí. La mezcla de temas tan dispares y géneros tan opuestos no casan demasiado bien. Una mezcolanza tan bizarra como poco efectiva en ... una historia que en ningún momento consigue capturar la atención del espectador.
Se podrían establecer muchos paralelismos entre 'Ragnarok' y otras series sobre temas sobrenaturales como 'Shadowhunters', 'Crónicas vampíricas' o, la referencia más evidente, 'Teen Wolf'. La diferencia principal entre aquella serie de MTV y esta es que 'Teen Wolf' no tenía reparos en resultar ridícula a momento, o incluso en autoparodiarse. La 'Ragnarok' de Adam Price ('Borgen'), se toma demasiado en serio a sí misma. Una seriedad con la que el espectador no conecta al caer la serie, sin pretenderlo y casi desde el inicio, en la parodia.
Las actuaciones, más bien son sobreactuaciones, tampoco ayudan en el conjunto. Los adultos son caricaturescos, todos, personajes arquetípicos que poco o nada original aportan. Los villanos terminan por ser malos de pacotilla, para una serie que en ningún momento busca ese tono. En el caso de los adolescentes podemos diferenciar tres grupos de personajes: los indiferentes, los exagerados y los carismáticos. En los indiferentes tenemos a personajes que no molestan, están, pasan por ahí, como la chica que trae de cabeza a los dos protagonistas masculinos. Los exagerados son el protagonista y el hijo y la hija de los villanos, nada creíbles, aunque lo intentan. David Stakston y Herman Tømmeraas, los dos chicos de este último grupo, han salido de la brillante 'Skam' y, de momento, solo justifican su presencia en esta como mero gancho para atraer al público de aquella.
Pero no todo en 'Ragnarok' es malo. Hay un tercer grupo de personajes, los carismáticos. Se trata de dos personajes que roban todo el show, sin ser ninguno de ellos protagonistas. Laurits, interpretado por Jonas Strand Gravli ('Home Ground', '22 de julio'...), e Isolde, interpretada por Ylva Bjørkaas Thedin, dan vida a los dos personajes más llamativos. Ambos se salen del estereotipo de personajes típicos del género. Logran dotar de dignidad a dos personajes que podrían haber caído en la parodia en cualquier momento. Posiblemente sean los únicos de todo el equipo en ser conscientes de que la serie deriva inexorablemente hacia la caricatura. Se mantienen a flote y son conscientes del rumbo que lleva el barco.
'Ragnarok' brilla especialmente cuando se sale del plano sobrenatural. Todo el discurso que maneja sobre la contaminación medioambiental, el papel de las grandes corporaciones en el avance del cambio climático o, incluso, la lucha de clases, que se toca de refilón, funcionan realmente bien. Si Adam Price hubiera decidido contar una historia de un remoto pueblito noruego a orillas de un fiordo, donde una empresa, que es dueña de todo el pueblo, está contaminando indiscriminadamente el fiordo causando un desastre medioambiental incalculable, 'Ragnarok' habría tenido sentido. De haberlo hecho así se habría convertido, casi con toda seguridad, en una de las series a tener en cuenta en la actualidad. Pero no, el aspecto sobrenatural y mitológico se lleva por delante las pocas buenas ideas que ha habido detrás de ella.
'Ragnarok' está disponible en Netflix.
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