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Lo de hacer alguna trampa jugando al cinquillo, tiene un pase. Está feo, pero cuela. Al parchís, si uno tiene mucha hambre, pues se puede dejar llevar por el arrebato, y comer fichas que no le corresponden. Pero claro, lo de montar todo un dispositivo - ... casero, pero meditado- para estafar a un concurso de televisión, ya demuestra que se nos ha ido un poco de las manos. El caso que nos ocupa es el de 'Quién quiere ser millonario'. Podría haber sido otro pero en este hay hechos reales, y judicializados, sobre los que sustentarlo. Y, principalmente, porque esto es una sección de series y el caso ha dado el salto a la pequeña pantalla en formato de miniserie de tres capítulos. Tranquilos, no haremos spoiler. Solo una advertencia, no se lo reserven para hacer maratón de fin de semana, su visionado completo equivale al metraje de una película.
'Quiz' no es difícil de seguir. No hace falta ser seguidor del concurso ni tan siquiera haberlo visto más allá de unos cuantos zapping. Quizá no les suceda a las nuevas generaciones, pero en algún momento de las vidas de los treintañeros en adelante, nos hemos visto diciendo (o escuchando) algo del tipo «pido el comodín de la llamada».
La miniserie se mueve en torno a tres ejes. El grupo de frikis del concurso, adictos al Trivial y a los concursos, que ven en el concurso una oportunidad de mejorar sus vidas. Eso que responde a la típica pregunta de «qué harías con el premio?. -Tapar agujeros. Por otro lado, están los directivos de ITV, emisora del programa, a través de los cuales podemos ver algunos de los intríngulis sobre cómo funciona el negocio. Y, por último, el juicio. El de los primeros, los frikis, intentando estafar a los segundos, la cadena. Y, por extensión, al público.
Los hechos se remontan a la edición de '¿Quién quiere ser millonario?' grabado entre el 9 y el 10 de septiembre de 2001. Concursaba Charles Ingram (Matthew Macfadyen), tras haberlo hecho su mujer Diana Ingram (Sian Clifford) y el hermano de esta. La experiencia de estos dos últimos sirvió para perfeccionar la técnica supuestamente estafadora, aunque un tanto rudimentaria. Recordemos, año 2001. Ni relojes inteligentes ni desarrolladas herramientas de inteligencia artificial. Toses. Sí, toses. Tal cual.
Sin contar mucho más del argumento, que quienes hayan seguido el caso ya conocerán, la virtud de 'Quiz' es la solvente dirección, guión e interpretaciones. En el primer caso, Stephen Frears, quien encadena otro gran trabajo tras la reciente 'La voz más alta'; el texto es una adaptación de la obra teatral de James Graham, y la cara sosaina de Matthew Macfayden que aquí funciona estupendamente a diferencia de su papel en Succession, suficiente para conseguir un empate en su duelo con un grande, Martin Sheen, sobresaliente en el rol de presentador del concurso.
En este irregular año seriéfilo, se agradece encontrar pequeñas joyas entre la sobreabundancia. 'Quiz' es ágil, compacta y entretiene. No es poca cosa. Queda por ver si también ha generado un 'efecto llamada', para aquellos que quieran perfeccionar la técnica de las toses hacia algo más grandilocuente para la consecución del botín. Esto en el parchís no pasa.
La miniserie completa está disponible desde el 30 de septiembre en Movistar+.
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