¿Quién quiere que vuelva 'Sexo en Nueva York' teniendo a Fran Lebowitz?
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La escritora y humorista protagoniza una serie documental en la que repasa su vínculo con una ciudad que sigue encandilando al mundo¿Quién va a tener ganas de volver a ver en danza a las chicas de 'Sexo en Nueva York' -sobre todo si regresan sin Samantha, que es como que te sirvan un huevo y no poder untarlo con pan- teniendo la opción de deleitarse ... con las andanzas y reflexiones de Fran Lebowitz? No es que Carrie Bradshaw como símbolo de la gran manzana esté caducado (caducó antes de que terminase la serie y se esfumó por completo en las horribles secuelas en forma de película), sino que tiene poco que hacer al lado de un icono como es la escritora y humorista. Toda su vida está vinculada a esta ciudad y ella misma ha contribuido a crear y nutrir su leyenda.
Por eso es fascinante verla caminar sobre la enorme maqueta que de esta urbe se conserva en el museo de Queens -que diseñó el urbanista Robert Moses- y donde transcurren algunas de las secuencias de 'Supongamos que Nueva York es una ciudad', la serie que ha estrenado Netflix en la que la autora divaga sobre la isla, sus costumbres y sus habitantes. Lebowitz es tan fascinante como cualquiera de los rascacielos que pueblan Manhattan y si se pudiese habría que visitarla al igual que se acude a ver el Empire State o el Rockefeller Center. Es una institución que, como buena neoyorquina, ama y odia la ciudad, pero no sabría vivir en otro lugar.
Allí fue durante mucho tiempo la única taxista con la que uno podía toparse para moverse entre avenidas, tras probar suerte en otros oficios como el de vendedora ambulante o empleada de la limpieza (nunca de camarera, tal y como explica en la serie, porque no estaba dispuesta a acostarse con nadie para conseguir un trabajo). Pero además ha sido testigo de un Nueva York mítico, plagado de artistas de distinta índole, desde Andy Warhol que la contrató para que escribiese en la revista 'Interview' y con quien no tuvo especial feeling, hasta Scorsese, que le dirige en esta ocasión y no oculta la devoción que siente por ella.
Lebowitz vivió el Nueva York que ahora se estudia en los libros. Cuenta en uno de los capítulos cómo coincidió en una ocasión con el exalcalde Michael Bloomberg, cuando promulgó la ley antitabaco, y le preguntó «¿sabes cómo se dice cuando los artistas están en un bar hablando, bebiendo y fumando juntos?». Y al no obtener respuesta le contestó: «Se llama historia del arte; piensa que si Picasso hubiese tenido que levantarse y salir a fumar, se habría perdido algo». Ese Nueva York efervescente, anárquico y muy creativo ya no existe como tal, se ha transformado, como tampoco existe aquel en el que se celebró el combate del siglo entre Muhammad Ali y Joe Frazier, en el que se dio cita lo más granado del panorama cultural y social y al que ella asistió a pesar de que el boxeo y el deporte en general no le interesa en absoluto. «Fue un evento cultural y de moda maravilloso, lástima que hubiera una pelea en medio», recuerda con sorna.
La propuesta de Netflix, dividida en siete entregas y en la que se rescatan fragmentos de entrevistas pasadas con Alec Baldwin, Letterman o Toni Morrison, y se mezclan con una charla actual en el The Players, un histórico club social. Tan histórico como Lebowitz, que ya había rodado junto a Scorsese un documental hace diez años, 'Public Speaking' -en una époa en que no era necesario transformar todo en series-.
Lo maravilloso de este título es que trasciende a la propia ciudad y al final se reivindica como un tratado de la vida. Al fin y al cabo, Nueva York y la vida se parecen bastante, a veces trepidantes, por momentos deprimentes, pero siempre capaz de dar con algo con lo que poder reconfortarte. Y es ahí donde a uno le apetece sacar una libreta y comenzar a tomar notas. Y en ocasiones aplaudir. Como cuando habla de la obsesión actual por mostrar por las redes sociales todo lo que hacemos. Lo que hacemos bien y mal. «Creo que la gente tiene la obligación de mostrar al mundo cosas que sean muy buenas, que pocos saben hacer, o que hacen mejor que la mayoría. Ahora se muestra todo. Me pregunto qué capacidad crítica pueden tener esas personas», cuestiona.
O al hablar de las vacaciones, de esa obsesión que todos tenemos por escapar a dónde sea en cuanto nos dan días libres y que ella no comparte. «Cuando estoy en los aeropuertos y veo que hay gente que se va de viaje por placer pienso, ¿tan horrible es tu vida? Muchas de las cosas que hace la gente ahora en las llamadas vacaciones son cosas que obligaban a hacer a los prisioneros de guerra», asegura.
Si algo caracteriza a esta escritora es su acidez, su arrogancia y su capacidad crítica, que le han convertido en una misántropa de manual -«No soporto al prójimo», espeta sin tapujos-, pero también en una analista de excepción a la que da gusto escuchar conversar sobre el Me Too, la burbuja inmobiliaria o la obsesión por convertir en arte cualquier actividad.
Y aunque reniegue del Nueva York actual le es imposible obviar su atractivo. Ante la pregunta «¿Por qué cree que siguen viniendo tantos jóvenes a Nueva York?» Lebowich lo tiene claro: «Nueva York, eso es lo que hay. ¿Qué no hay aquí? Sean de donde sean no son de aquí».
'Supongamos que Nueva York es una ciudad' está disponible en Netflix.
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