El plomizo regreso de 'The End of the f***ing World'
Segunda temporada ·
La pareja disfuncional pierde todo su encanto en una segunda temporada más reposada, pero también más aburridaSecciones
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La pareja disfuncional pierde todo su encanto en una segunda temporada más reposada, pero también más aburridaLa segunda temporada de 'The End of the F***ing World' engaña de lo lindo al incauto espectador. Arranca de forma magistral, con el relato de Bonnie (Naomi Ackie), una joven, algo perturbada, que parece tener serios problemas para relacionarse con los ... demás. Nos pone sobre la pista el reencuentro con un antiguo compañero del colegio, que trabaja tras el mostrador de una tienda, y al que ni siquiera reconoce. A las preguntas que le hace el dependiente, encantado de haberse cruzado con ella, Bonnie responde que acaba de salir de la cárcel, mientras se esfuerza por esbozar una sonrisa y le pide, atención, una navaja. Luego ya asistimos a la complicada relación con su madre, al abandono del hogar por parte de su padre y al intento de convertirse en una mujer de provecho trabajando como bibliotecaria en la Universidad. Es allí donde entabla algo más que una amistad con un viejo conocido para los seguidores de la serie: el profesor Clive Koch (Jonathan Aris). Después, acaba en prisión.
Koch, ojo spoiler, fue la persona que en mitad de la temporada pasada intentaba violar a Alyssa (Jessica Barden). Un intento que se saldaba con la muerte del docente a manos de James (Alex Lawther), cuchillo mediante, y que justificaba la huida de la pareja durante el resto de la ficción, conduciéndonos a esa suerte de final abierto en el que Alyssa era apresada y James corría por la playa tratando de escapar de la Policía.
Es un inicio excelente, que arriesga, y que toma prestada una de las mejores tramas de la primera temporada para darle una vuelta de tuerca. Es tal el empeño en esta primera media hora, que uno se pregunta si la serie no habrá cambiado de protagonista. Pronto nos enteramos, sin embargo, de que Bonnie ha salido de la cárcel con sed de venganza.
Y, en seguida, la serie ahonda en qué ha ocurrido con la pareja más disfuncional de Reino Unido. Ninguno de los dos fue detenido. Alyssa se largó con su madre, a casa de su tía, y curra en una cafetería de camarera. Además, está a punto de casarse con su prometido. James, por su parte, sobrevivió a los disparos de la Policía, pero cuando parecía que su existencia iba cobrando sentido, su padre muere de un infarto y el acaba paseando el cofre con sus cenizas. Ambos reciben una bala por correo con su nombre y es ahí donde sus destinos vuelven a cruzarse.
Y, de verdad, hasta entonces el planteamiento es excelente. Ni una pega a los textos ni tampoco a una fotografía muy cuidada, que apuesta por poner en el centro a los personajes y por lo estático. Quizá se abusa de la música, pero la abundante narración en off es tan expresiva y tan hilarante que uno cree estar ante una nueva joya de la ficción de Netflix, estrenada inicialmente en Channel 4 en Reino Unido. El problema es que todo se desinfla a partir del tercer o cuarto episodio. Las tramas se estiran como un chicle, lo cual es terrible teniendo en cuenta que los ocho episodios no duran más de media hora cada uno, y los silencios a menudo resultan agotadores. Es imposible no perder la paciencia con capítulos como el que se desarrolla en un motel -esa crisis de pareja resulta anodina- o la secuencia en el restaurante chino. Eso sí, el desenlace del capítulo siete es demoledor y tiene una fuerza increíble, con unos encuadres y una luz abrumadores.
Ahora bien, ¿merece la pena llegar hasta él? Diría que no. Es una pena que las series no acaben donde tienen que acabar. Y es que cabe recordar que la temporada original está basada en la novela gráfica de Charles S. Forsman y que esta segunda tanda de episodios se ha creado ya únicamente para la televisión. Con 'Por trece razones' sucedió lo mismo y ya vimos hacia dónde se dirigió tal desastre.
La dos temporadas de 'The End of the F***ing World' ya están disponibles en Netflix.
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