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Ha terminado 'Vis a Vis'. Definitivamente. O eso dicen, porque ya tuvo una conclusión digna en su cuarta temporada, con un epílogo donde se contaba la evolución de los personajes años después, lejos de la vida entre rejas (excepto la Rizos, adicta al enclaustramiento). Con ... un llamativo poder de convocatoria, sobre todo en España y Latinoamérica, no llega a la difusión internacional de 'La casa de papel', con quien comparte algunos grandes rostros del reparto, pero su génesis fue anterior y asentó las bases de un tipo de ficción televisiva que engancha al gran público, con giros inesperados y una agradecida desvergüenza a la hora de afrontar ciertos delirios contagiosos en las tramas, maniobras poco habituales en el panorama audiovisual autóctono.
Su última entrega ha sido un regalo para los fans, una suerte de spin-off , más que una continuación al uso, con diferentes reglas del juego, una apuesta atrevida que no ha calado tan a fondo en la «marea amarilla», tal y como se conoce a la base de seguidores de la serie de Globomedia emitida en Fox. 'Vis a Vis: El Oasis' se presentaba como una propuesta renovada, deudora del material original pero no esclava, con Maca y Zulema como reinas absolutas de la función. Ayer fue trending topic la gran villana encarnada por Najwa Nimri, «el puto elfo del infierno», sobre cuyo potencial se sostiene un show granguiñolesco de afortunado clímax.
Reconvertida en antiheroína histriónica y carismática, si ya hizo sombra al rol de Maggie Civantos, la verdadera protagonista (que desapareció como el Guadiana sin que aflojase el conjunto en la tercera y cuarta temporada), aquí se lleva la palma aportando las escenas más emblemáticas de una tanda de ocho capítulos que prescinden de nombres esenciales de la serie original, salvo la mítica Goya, interpretada por la inconmensurable Itziar Castro, y alguna aparición puntual de Ramiro Blas (Sandoval), Daniel Ortiz (Román) y Alba Flores (Saray). Lisi Linder ('Mar de plástico'), Claudia Riera ('Las del hockey') e Isabel Naveira ('Fariña') se apuntan a la banda.
'Vis a Vis: El Oasis' nos muestra a Maca y Zulema convertidas en dos criminales romantizadas. Asaltan bancos y joyerías con una facilidad pasmosa, como si vivieran en una película de Tarantino. Tan agitada existencia les aporta adrenalina, pero como suele ocurrir en estas historias, deciden dar un último gran golpe y retirarse a emponzoñarse de margaritas en una isla tropical. El atraco no puede salir bien, por supuesto. Todo se complica y estalla la violencia contra un capo del narcotráfico que es malo de verdad, un pérfido asesino que persigue a las glamourosas ladronas hasta un motel en el desierto, extraído de un filme made in USA, una manida postal.
Este es uno de los principales problemas de la temporada, su deseo de ofrecer algo inusual mimetizando un tipo de cine desgastado, una estética de western contemporáneo que se mueve sobre arenas movedizas, entre la parodia y la ausencia de complejos. Es de agradecer que los máximos responsables de la serie hayan decidido no seguir caminado por la senda de lo obvio, intentando ofrecer al espectador algo más que los tics que han funcionado a lo largo de cuatro eficaces temporadas, manteniendo su espíritu, pero los cambios notables de escenario, los nuevos matices en los personajes habituales y el desaprovechamiento de los nuevos rostros deriva en un producto con una personalidad desdibujada que toma altura cuando se ajusta al tono de anteriores entregas, sobre todo cuando no se corta con las autorreferencias.
La popular 'Vis a Vis' brillaba gracias a un tono granguiñolesco in crescendo y a un puñado de personajes entrañables que calaron en la audiencia temporada a temporada. Una vez entrabas como público en el juego, tomándote el drama con cierto sentido del humor, el culebrón carcelario funcionaba. Sin embargo, salir del microcosmos artificial de la prisión, romper las reglas, no ha sentado bien a la función, derivando en una astracanada irregular, poco creíble dentro de los increíble, a diferencia de las anteriores sesiones. Los primeros episodios, con saltos en el tiempo y flash-backs siguiendo la estela de 'Pulp Fiction' y sucedáneos, son una oda a la confusión, con un montaje que no arroja luz sobre lo que acontece, entorpeciendo aún más la narrativa. Aunque desubicar al espectador sea a conciencia, el guión parece haberse escrito lanzando post-its al aire tras apuntar temas y escenas ideales para la ingeniosa escritura de un thriller de acción a la última.
Hay narcos, un tiroteo en una boda, policías corruptos, un motel misterioso, escenas aéreas en el desierto y aparecen temas de actualidad, como el bullying o la violencia de género, con una cita sanguinolenta (y liberadora) a La Manada. Maca, Zulema y Goya se muestran exultantes, disparando a diestro y siniestro a cámara lenta, demasiado lenta, mientras el caos campa a sus anchas a su alrededor, en todos los sentidos. El abuso de la técnica de slow motion es notable y el tratamiento de las problemáticas descritas se limitan a ejercer de Harry el Sucio sin dobles lecturas, dando pie a imágenes tan cool como vacías. Hay ideas interesantes poco exprimidas, como el voyeurismo y el sentido del compañerismo, esbozadas sin profundizar en las zonas grises. Afortunadamente, el último capítulo sabe explotar la épica de un personaje memorable, Zulema, una Nawja Nimri arrebatadora, con un registro desatado que se despide subrayando su carácter nihilista y sibilino. Ellas son lo mejor de un pequeño desastre con final apoteósico. La serie acaba muy alto, pero el viaje emocional ha sido contradictorio.
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