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Las series de dibujos animados que los chavales devoran en el sinfín de canales y plataformas que las ofertan a veces inquietan a sus progenitores. Cualquier adulto que haya visto 'Bob Esponja' se sorprenderá por el grado de surrealismo y locura que alcanzan las peripecias ... de los habitantes de Fondo de Bikini. En Ucrania fueron más allá al considerar la Comisión Nacional para la Defensa de los Valores Morales que Bob y el sufrido Patricio eran homosexuales. La plataforma china Douyin censuróa Peppa Pig por «subversiva, inactiva y antisocial». Y qué decir de 'Shin Chan', los dibujos estrella de las televisiones autonómicas en los 90, protagonizados por un travieso niño de cinco años que acostumbraba a ponerse las bragas de su madre en la cabeza y al que le encantaba enseñar el trasero y la «trompa», como él la llamaba.
Sin embargo, ninguna serie infantil ha originado tanto revuelo como el que ocasionó 'John Dillermand' en Dinamarca a principios de año, enfadando a padres y políticos conservadores. La primera temporada de 'Juan Pilila', como ha sido rebautizada por la plataforma de cine de autor Filmin, que la ofrece desde este viernes 5 de noviembre, consta de veinte episodios de cinco minutos protagonizados por el hombre con el pene más largo del mundo. La sintonía con la que arranca lo deja claro: «Es la más larga de las pililas, si te hace falta hacer algo, él con ella podrá. La hace girar con timidez y salva al mundo con rapidez».
Juan Pilila posee una cola kilométrica y rojiblanca, como su traje, similar al de los forzudos del circo. Vive en una casa con jardín junto a su bisabuela, que le trata como un niño a pesar de lucir mostacho. Todos los episodios poseen la misma estructura y funcionan como una pequeña fábula de la que se extrae una moraleja. La pilila de Juan adquiere vida propia respondiendo a sus peores instintos y le mete en problemas que tendrá que solucionar. Con ella enciende una barbacoa para asar salchichas con una botella de líquido inflamable o saca a pasear a los perros del vecindario, siempre con desastrosos resultados. Como dice la constante voz en off, «no es fácil ser diferente».
John Dillermand (Juan Hombre-pene, en estricta tarducción al español) nació en la cadena pública danesa DR de la mano de un equipo de animadores, psicólogos y consultores sobre sexualidad. Sus personajes son muñecos movidos por la técnica del 'stop motion' o animación fotograma a fotograma y en ciertos momentos pueden recordar las piezas de Terry Gilliam para Monty Python. La serie, dirigida a niños entre 4 y 8 años, batió todos los récords de audiencia en Dinamarca. Sus creadores defienden su carácter puramente pedagógico: «La serie muestra a un hombre impulsivo, que comete errores, tal como lo hacen los niños», alegan. «Pero lo más importante es que Juan Pilila, al final, lo hace bien. Asume la responsabilidad de sus acciones».
El Partido Popular Danés no es de la misma opinión. Su portavoz Morten Messerschmidt reprobó la serie en las redes sociales: «Me llamarán delicado y dirán que no tengo derecho a comprometer la libertad de expresión. Pero, ¿soy el único que encuentra reprobable que los niños piensen que esto es divertido? No creo que mirar los genitales de hombres adultos deba ser algo común para los niños». La escritora Anne Lise Marstrand-Jorgensen se preguntó: «¿Este es realmente el mensaje que queremos enviar a los niños mientras estamos en medio de la gran ola del #MeToo?». Por su parte, el director de la cadena pública respondió: «La serie habla sobre ser fiel a uno mismo, incluidos los defectos. Aborda la curiosidad de los niños sobre el cuerpo humano, desde las cosas más vergonzosas hasta las más divertidas».
Jacob Ley, diector de la serie, inventó a Juan Pilila para que protagonizara los cuentos que dedicaba a sus hijos. Como asegura la psicóloga clínica Erla Heinesen Højste, el personaje comparte la forma de pensar que tienen los niños, que encuentran divertidos los genitales. «Categóricamente, este no es un programa sobre sexo», asegura la experta. Juan Pilila se pelea con su miembro, que tan pronto le sirve para impulsarse cuando anda en bici, robar un helado o parar el tráfico para que un grupo de niños cruce el paso de cebra. «Eso ha dolido», se queja nuestro héroe cuando su órgano queda atrapado en una máquina de hacer salchicas. La bisabuela le regaña y le dice que meta el pito dentro de los pantalones.
La cadena nórdica no se dejó amilanar por las críticas y siguió emitiendo su espacio más exitoso, que ahora se ve por toda Europa rebautizada John Penisman o John Willieman. «También podríamos hacer una serie sobre una mujer sin control sobre su vagina gigante», retó el canal público, que hace unos años originó cierto escándalo con el programa 'Ultra Smider Tøjet', en el que adultos desnudos se presentaban ante niños de 11 a 13 años para contestar toda clase de preguntas. En los carnavales daneses, el disfraz de Juan Pilila arrasó. Los espectadores españoles pueden estar tranquilos. La serie de Filmin evita cualquier doble sentido o matiz sexual en las desventuras de este niño grande, que lo mismo podía tener una cola como si fuera un león y que respondiera a sus impulsos más primarios. No hay nada sucio ni perverso en estos muñecos toscos y encantadores, que hacen recordar el carácter didáctico de 'Barrio Sésamo', la serie que hace medio siglo revolucionó los contenidos infantiles en televisión.
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