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Alba Baptista es la protagonista de 'La monja guerrera'.
'La monja guerrera': mucho hablar, poco exterminar

'La monja guerrera': mucho hablar, poco exterminar

Primera temporada ·

Otra serie juvenil basada en un cómic irrumpe en el menú de Netflix. Una secta secreta de cazadoras de demonios puede llegar a hablar más que guerrear. Aquí se demuestra

Miércoles, 8 de julio 2020

Antes teníamos la radio puesta, algo de música, mientras hacíamos las cosas de casa: planchar, leer, cocinar, hacer la colada o manualidades... Tiempo más tarde el ruido de fondo pasó a ser la televisión, a poder ser un aparato en cada habitación, ningún espacio en común sin un reproductor audiovisual. El último paso hogareño en la evolución del ser humano es engancharse a una serie de Netflix que vamos escuchando, a veces ni viendo, como insaciable espectador multipantalla. Los capítulos se suceden, uno detrás de otro, por obra y gracia del bendito 'streaming'. Es un género en sí, con sus propios códigos. Esencial que la propuesta esté doblada, para no tener que prestar demasiada atención a las imágenes en movimiento. Vital que abunden los diálogos explicativos y una retahíla de escenas de transición perfectamente prescindibles. Cuanto más simples y tontorronas son este tipo de producciones, mejor funcionan. Cumplen con su cometido, como antaño las canciones de Los 40 Principales. En la chapuza está la virtud. Es un lenguaje imparable, que ha venido para quedarse. Es el nuevo ruido de fondo. A esta tendencia en auge pertenece 'La monja guerrera', recién estrenada por la popular plataforma para servir de banda sonora para estos días de abulia doméstica con los calores del verano.

Tres fotogramas de la serie.
Imagen principal - Tres fotogramas de la serie.
Imagen secundaria 1 - Tres fotogramas de la serie.
Imagen secundaria 2 - Tres fotogramas de la serie.

'La monja guerrera' parte de un cómic, faltaría más, la granja de ideas del audiovisual del siglo XXI, aunque el «noventero» material de partida, de por sí mediocre (obra de Ben Dunn), no esté apenas reflejado en la adaptación final, como suele ser habitual. Se han quedado con la anécdota, con la figura de una novicia cañera que habla más que golpea en esta versión rodada en Málaga, en parte en el centro cultural La Térmica, cuya programación es digna de elogio. Con parte del equipo con label nacional, la fotografía de Imanol Nabea y compañía destaca en un cóctel sin garra que se apoya en exceso en una denterosa voz en off que subraya lo que acontece. El audio irritante es de la protagonista y sus pensamientos, interpretada por la joven actriz Alba Baptista ('Patrick'), con menos carisma que cualquiera de nuestros actuales políticos. La venden como «zennial» y feminista, para estar a la orden del día, aunque las intenciones de la serie van por otro lado y es difícil empatizar con sus movimientos. De hecho, la historia, con menos acción de la que promete el título, carga las tintas en la intensidad de las relaciones adolescentes para el regocijo de adictos a 'Elite' y demás ejemplos de «ruido de fondo». Todo comienza cuando un amuleto divino que proporciona poderes sobrenaturales a su portadora acaba alojado en el cuerpo de una chica muerta en misteriosas circunstancias que regresa del más allá para enfrentarse al mal. Se convierte así en la religiosa exterminadora de demonios del título, que, hay que insistir, promete más mamporros de los que da y sirve al público poco espectáculo en detrimento de los aires de culebrón.

Andalucia, mon amour

Uno lee 'La monja guerrera' y se espera una hondonada de golpes y saltos imposibles, una religiosa ninja todopoderosa, pero aquí importa más la intensidad de unos diálogos impostados, cuyo humor pasa por frases como, atención, «el día va a estar más caliente que un cura en un campamento infantil». De aquí para arriba. El esfuerzo estético es empañado por un mensaje claramente conservador -a pesar del disparatado planteamiento- y una dirección de actores poco enérgica por parte de Simon Barry, creador del festejo, que ya dejó su impronta en 'Ghost Wars', propuesta también disponible en Netflix que invita a no pasar del capítulo piloto.

Un fotograma de la serie.

Quizás el mejor pasatiempo de esta serie sea el disfrute intermitente con los efectos visuales, que vienen y van, y el despliegue de guiños cañís, como la camiseta de Málaga Club de Fútbol que porta la protagonista o la entrega profesional de actores patrios como Tristán Ulloa en el casting principal, además de los escenarios andaluces, no siempre bien aprovechados: lugares como la Colegiata y la Alcazaba de Antequera, la playa de Marbella, la tecnológica sede del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea... Hay un grupo de okupas instagrammers de lo más irritante que hacen migas con la futura sor iluminada rompemandíbulas. Se dedican a vivir a tope invadiendo casoplones con piscina en ausencia de sus propietarios, pero lejos de abanderarse como un movimiento antisistema apuntalan la idea de que vale más un filtro en las redes sociales que luchar por tus derechos en la calle. Desde el sofá, mucho mejor. La selección musical, con temas de Rosalía o el maravilloso 'I follow rivers' de Lykke Li -quizás la canción más exprimida de la última década-, destaca en un producto que recuerda a la Fantastic Factory, aquella idea evocadora que se trajo bajo el brazo a la península ibérica el cineasta americano Brian Yuzna a principios de siglo, cual Mr. Marshall, impulsando proyectos nacionales como 'Arachnid', 'Darkness' o, precisamente, 'La monja', donde la serie B y la coproducción campaban a sus anchas con desigual desenlace.

Por supuesto, 'La monja guerrera' ha escalado a los primeros puestos de la lista de hits de Netflix estos días, ese invento del demonio -que no debería de ser noticia por su dudosa credibilidad, ya que no se filtran cifras reales de audiencia-, y ya se habla de una segunda temporada. Necesitamos ruido de fondo, el silencio no interesa, pero siempre hay que aplaudir que se ruede en la piel de toro, dé el fruto que dé, eso es evidente.

La primera temporada de 'La monja guerrera' está disponible en Netflix. Las tollinas a las que parece hacer referencia el título no las encontramos por ninguna parte.

Vídeo.

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