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Mucho antes de que las series acaparasen la conversación social y adquiriesen el valor cultural logrado en este siglo David Lynch ya demostró que la televisión era un artefacto que podía dar mucho de sí. En el cine había destacado, en la década de ... los 80, por la singularidad de títulos como 'Terciopelo azul' y encargos como 'Dune', que no pasaron inadvertidos para nadie. Al no encontrar financiación para nuevas películas decidió probar con un proyecto televisivo, junto con el productor Mark Frost, que iba a tomar como base el serial típico americano.
Porque al final 'Twin Peaks' era, sobre el papel, una serie con un esquema similar a muchas otras que acaparaban la programación entonces: una comunidad en la que nada es lo que parece, una colección de historias románticas y rivalidades entre vecinos, un reflejo de las desavenencias económicas y sociales de clanes que se pueden generar en estas poblaciones. Y todo ello aderezado por el crimen de una de las jóvenes más populares del pueblo, que iba a servir para destapar los secretos, misterios y traumas de sus habitantes. Lo que pasa es que Lynch le dio la vuelta a los arquetipos, desmitificó iconos y se saltó reglas inamovibles de la narrativa televisiva hasta ese momento. Y de ese modo construyó un relato surrealista del que después han bebido multitud de obras, como 'Expediente X', 'Perdidos' o 'True Detective', entre otras. Es indiscutible la influencia que tuvo en estas producciones. Lynch demostró que otra tele era posible.
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Oskar Belategui
Esa televisión que planteaba Lynch consiguió enganchar en todo el mundo a millones de espectadores que se adentraron en ese pequeño poblado para descubrir quién había matado a Laura Palmer. Y con esa excusa conocieron a una vecina que iba siempre acariciando un tronco, a un torpe y sensible policía que ayudaba al sheriff del condado, a una mujer con un parche en el ojo y una fuerza descomunal y, por supuesto, a un detective metódico que registraba en una grabadora todos sus hallazgos e inquietudes. El director fue capaz de conectar con las grandes masas a través de sus herramientas más cotidianas, pero les introdujo en un mundo que apenas habían transitado. Más psicodélico, más enigmático, incluso filosófico.
La cadena ABC (la misma que años más tarde triunfaría con éxitos como 'Anatomía de Grey' o 'Mujeres desesperadas') atravesaba en aquella época una crisis de audiencia y cambió su estrategia para dirigirse a un público más adulto. En ese momento llegó con un proyecto ambicioso un director de prestigio que acababa de ganar la Palma de Oro en Cannes por 'Corazón Salvaje'. Por aquel entonces no era común que un cineasta quisiese hacer cine. Era un medio denostado que solo los más grandes (Hitchcock y Spielberg) habían sabido aprovechar. Y decidieron dar luz verde a su idea. El primer episodio ya descubría todas las bondades del producto. No es que anteriormente no se hubiesen estrenado otras obras de solvencia ('Canción triste de Hill Street' por ejemplo), pero 'Twin Peaks' era otra cosa difícil de describir. El piloto mezclaba comedia, terror y drama; presentaba a un sinfín de personajes complejos; y anticipaba tramas no tan habituales en los culebrones o en los 'thrillers'.
Nadie sabe por qué, pero aquello funcionó. Al menos durante una temporada, hasta que la cadena obligó al creador a desvelar al autor del crimen. En cuanto la audiencia le puso cara al asesino de Laura Palmer fue abandonando el relato. Las ocurrencias de Lynch perdieron espectadores, la serie se desangró y el canal mandó clausurarla tras la segunda tanda de capítulos. Lynch no conforme con la decisión se vengó de aquel público ingrato con un final que nadie entendía y que traicionaba al que había sido el protagonista total, el agente Dale Cooper.
Ahí comenzó la leyenda. 'Twin Peaks' se convirtió en obra de culto y fue ganando adeptos según transcurrían los años. Primero por lo que contaban los que la habían visto en su momento y más tarde por la edición de DVDs que permitieron a nuevas generaciones conocer aquella estupenda rareza. Hasta que llegaron las plataformas y planearon resucitarla. Showtime encargó en 2017 a Lynch una continuación con 18 entregas en la que se citaría gran parte del reparto original. Para entonces el público se había acostumbrado a consumir obras televisivas de todo tipo y la recibió con alborozo. No se celebraba tanto porque fuese sobresaliente -que no lo era- sino por los riesgos que el creador seguía tomando. Estaba en forma. La nueva televisión saldó su deuda con su padrino, con el pionero de las narrativas televisivas actuales.
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