Algoritmos y renos

Si nos creemos lo que circula en los últimos días la estupenda serie de Richard Gadd no necesitó que Netflix se volcase en ella para que miles de espectadores –yo uno de ellos– la encontrasen en su catálogo y la devorasen. Y después corriesen a hablar de ella y a pedir a los que les rodean que dedicasen un tiempo a contemplarla porque realmente merecía la pena. Así es como supuestamente ha conseguido millones de visionados y encabezar las listas de lo más visto en decenas de países. Las plataformas son tan opacas con sus audiencias, con el consumo que se hace de sus productos que desconfío de todo, de lo que triunfa y de lo que no funciona, de lo que surge de manera inesperada y de lo que era previsible.

Sea como sea esta vez no protestaré porque qué sorpresa más agradable es que una historia como la de Gadd, realmente dura, y con la que nos sentimos interpelados aunque no hayamos sufrido ninguna situación parecida esté llegando a tanta gente y a todos nos conmueva de un modo tan rotundo. Hacía tiempo que eso de comunidad seriéfila no cobraba tanto sentido, de que no había tanta unanimidad en torno a algo.