'Marianne', la serie que podría haber firmado Stephen King
Primera temporada ·
Con una factura técnica impecable y un ritmo exquisito, la ficción de Samuel Bodin se configura como una de las sorpresas del año en lo que al género de terror se refiere
Todo suena a viejo conocido en 'Marianne' y, sin embargo, nos encontramos ante una serie de terror brillante, que realmente entiende los engranajes y resortes del género y que se toma su tiempo para dar pie a una atmósfera agobiante e ... irrespirable, dosificando cada susto y cada vuelco al corazón. Porque en la serie que ha creado, dirigido y escrito Samuel Bodin -esto último con ayuda de Quoc Dang Tran-, el arranque no podría ser más previsible. Apunten: Emma, una joven escritora francesa a punto de llegar a la treintena, lleva diez años asustando a sus congéneres con las historias de Marianne, una vieja bruja que, tras ser quemada en la hoguera, atormenta a Lizzie, la joven protagonista de los libros que lucha por combatirla, un trasunto de la propia autora. Tras una década alumbrando todo este material, la casi alcohólica y descarada Emma, magistralmente interpretada por Victoire Du Bois -en serio, borda un personaje con un carisma apabullante-, decide dar capetazo a la obra que la ha convertido en la joven estrella de las letras francesas. O eso creía. En mitad de una firma de libros, aparece Caroline (Aurore Broutin), una antigua amiga suya que viene del pueblecito donde ella se crió. Asegura, adivinen, que lo que Emma ha escrito se está convirtiendo en realidad y que su madre se ha convertido en Marianne.
Y es en este punto donde uno descubre el mimo y el cariño que Bodin ha puesto en la ficción. Mientras Caroline, visiblemente alterada, describe a Emma cómo su madre, la espeluznante señora Daugeron -Mireille Herbstmeyer hiela la sangre cada vez que aparece en pantalla-, la observa por las noches cuando duerme o cómo se arranca los dientes uno a uno, las terribles imágenes van sucediéndose en pantalla mientras un escalofrío sacude el espinazo del espectador. La guinda al pastel la pone un saquito hecho con piel que Carol deja sobre la mesa de la escritora. Al abrirlo, Emma descubre con horror que está lleno de piezas dentales y pelo. Antes de ser expulsada por los jefes de seguridad de la librería parisina, Carol le implora que regrese a Elden para acabar con la maldición. Emma se niega en redondo, pero un truculento suceso acelerará lo inevitable y la llevará a reencontrarse con su pasado.
A partir de ahí comienza un relato fascinante que remite al mejor Stephen King, con unos personajes aparentemente sencillos, pero llenos de aristas y oscuros secretos, y una localidad, Elden, que bien podría ser la Castle Rock en la que el escritor de Maine desarrolla muchas de sus novelas. Ese juego de apariencias entre la, a priori, tranquila vida de un pueblecito costero y su choque con lo sobrenatural está presente en los ocho capítulos de una serie que no decae en ningún momento y que toma decisiones tan interesantes como la de dar a cada episodio su propia duración, en función de lo que la historia requiera.
La llegada de Emma al pueblo pone su mundo patas arriba e irá sumergiendo al espectador en un ambiente cada vez más opresivo. Tras un reencuentro con sus padres y su grupo de amigos, poco a poco, la serie va desvelando por qué la joven decidió abandonar Elden, qué ocurrió con su novio Sebastián, qué oscuro secreto se esconde tras la muerte de la hermana de su mejor amiga o cuáles son las razones por las que comenzó a escribir esos relatos tan aterradores como fascinantes. La narración, exquisitamente construida, fluye a buen ritmo durante todo el serial, pero tampoco tiene miedo a detenerse cuando la historia y la escalada de tensión lo piden e incluso se permite cambiar de aires -ese quinto capítulo que regresa a la vida de los muchachos cuando estaban en el instituto es oro- sin perder el tono.
'Marianne' se mira, sin pudor alguno, en el cine de género para replicar imágenes icónicas -hay, por ejemplo, elementos que remiten a 'La visita', de M. Night Shyamalan; a 'La profecía', de Richard Donner, a 'El exorcista', de William Friedkin; la más reciente 'La bruja', de Robert Eggers, e incluso a la 'Pesadilla en Elm Street', de Wes Craven-, pero es también capaz de crear las suyas propias -a la escena de los niños en el parque infantil me refiero- con una solvencia fuera de toda duda. Lo más sorprendente es que Bodin, al que apenas habíamos podido ver en series y miniseries galas como 'Lazy City' o 'T.A.N.K.', logra que el conjunto se muestre coherente, evitando el batiburrillo de referencias del que se duelen otras series como 'Stranger Things'.
La clave está en una mano que parece seguir con maestría las líneas marcadas por James Wan, que nunca ha escondido su pasión por el cine de terror clásico. Así, Bodin abusa de esos encuadres en los que la mitad de la imagen permanece en penumbra y tira de zooms a lo desconocido poniendo la pelota de la tensión y la inquietud en el tejado del espectador, que no hace sino preguntarse cuándo llegará un susto que a veces ni llega. O mete insertos subliminales, fotogramas que duran medio segundo pero que le dejan a uno jodido para todo el día. Incluso cuando tira de alivio cómico, representado por el inspector Raunan (Alban Lenoir) y el dueño de una tienda esotérica, la sombra de Wan, que ya ha apostado por estos asuntos en cintas como 'Insidious', es alargada.
Pese a sus fallos -la serie elimina de un plumazo a dos personajes sin motivo aparente y no los rescata hasta el final-, 'Marianne' queda así configurada como una de las sorpresas de la temporada. Gustará mucho a los aficionados al cine de terror -quizá no tanto a los más exigentes- y con su giro final su continuación parece estar más que asegurada.
La primera temporada de 'Marianne' está disponible en Netflix.
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