El humorista aragonés se deja de chistes de baturros en 'El último show', una conmovedora serie en la que revela su faceta dramática interpretándose a sí mismo, un cómico cuyo tiempo ha pasado
La mención de Marianico el Corto nos retrotrae a la televisión española de los años 90. Justo a la hora de comer, un grupo de humoristas competía por conseguir los mayores aplausos en 'No te rías que es peor', una catarata de chistes ... que al día siguiente se repetían en oficinas y andamios. Marianico –boina encalada hasta las orejas, fajín rojo y cachava colgando del brazo– recogía la herencia del humor baturro encarnado por Paco Martínez Soria. Marianico –en el DNI Miguel Ángel Tirado– personificaba al sagaz en un pueblo de brutos, al contador de barbaridades con acento aragonés. Junto al señor Barragán, Emilio Laguna y Pedro Reyes, su silueta de metro cincuenta y nueve se hizo inmensamente popular en la década en que éramos ricos.
Marianico alargó su periplo televisivo todo lo que pudo: Pepe Navarro, Hermida, Raffaella Carrà, 'Qué apostamos', 'Gran Prix del Verano'... Casado y con cuatro hijos, este zaragozano que fue maestro, vendedor de electrodomésticos y vigilante de seguridad antes de empezar contando chistes en una radio local, siguió explotando el personaje de paleto avispado en revistas, teatros, fiestas patronales y discotecas. Hasta apareció en 'Una de zombis', una película con Santiago Segura. Su público se hizo mayor, muy mayor, y su humor sobre palurdos devino políticamente incorrecto en esta era donde ya no hay cuentachistas, sino mologuistas de 'stand up'.
A los 70 años, Marianico el Corto ha encontrado su sitio en el canal autonómico aragonés, donde desde 2016 presenta el programa 'Me gusta Aragón', el más visto en una tierra donde es adorado. También pasa varios meses al año en Benidorm actuando ante hordas de jubilados. Ahora, una nueva generación que ni siquiera había nacido cuando se emitía 'No te rías que es peor' lo ha descubierto gracias a una serie convertida en el mayor éxito de Aragón TV en sus catorce años de historia. Una gozosa rareza en una parrilla que, como el resto de autonómicas, exalta el terruño con programas como 'Aragoneses por el mundo', 'Cazadores de setas' y 'Certámenes de jotas'.
La primera vez que aparece en 'El último show', cuyo primer episodio se puede ver en la web de Aragón TV, espera entre cajas de cerveza su salida al escenario del Plata, el mítico cabaret en El Tubo de Zaragoza. Una vedette entrada en años le anuncia poco menos que como un resucitado, una vieja gloria que todavía sigue viva. Alumbrado por los focos, Marianico se da cuenta de que se ha cansado de hacer reír y se pone melancólico. Ante el pasmo del público comienza a recordar su infancia hasta acabar llorando. Ya en la barra, junto a su abnegado representante, que se mata por buscarle bolos, cobra 160 euros en cash delante de un gintonic.
Detrás de 'El último show' se encuentra Álex Rodrigo, un zaragozano de 32 años que ha dirigido capítulos para 'La casa de papel', 'Vis a vis' y 'El embarcadero'. El primero de los ocho episodios de la serie fue lo más visto en Aragón la pasada semana con una audiencia media de más del 23%. Rodrigo cuenta que, de niño, se acercó a Miguel Ángel Tirado para pedirle que le contara un chiste mientras este fumaba y miraba al cielo. Le respondió con una reflexión sobre la insignificancia del hombre ante el cosmos. Desde entonces se obsesionó en descubrir a la persona bajo la boina.
'El último show' retrata a un cómico crepuscular, a alguien que fue famoso y ya no lo es, lo que puede remitir a '¿Qué fue de JorgeSanz?', la estupenda serie de David Trueba. Sin embargo, aquí el tono es más dramático y menos metarreferencial. «Marianico el Corto está muerto, ya no me hacen gracia mis chistes», confiesa el protagonista a su agente, consciente de que su época ha pasado. Y entonces empieza a darle vueltas a la ida de rodar una película surrealista como la de otro maño histórico, Luis Buñuel.
Sin boina, Tirado se descubre como un excelente actor capaz de comunicar el hastío vital de su personaje con insospechados recursos dramáticos. Menos interés tiene su familia de ficción, una hija en paro y una nieta adolescente peleada con el mundo, cuyas peripecias solo consiguen que echemos de menos a la carismática estrella de la serie. Ver a Marianico haciéndose selfies con ancianas o soportando las impertinencias de un presentador youtuber deparan divertidos momentos en una emotiva serie que reflexiona sobre las miserias de la vejez y la ingratitud del mundo del espectáculo. La prueba de que los canales autonómicos también pueden competir en el disputado mercado de la ficción siempre que haya una buena historia detrás.
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